59. La confesión de Abel - Abel

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Abel – Philadelphia
Fábrica, Dic 00:30pm

«No te desveles, Abel».

«Duérmete en cuanto me vaya, Abel».

«No te preocupes por mí, Abel».

«Aby... regresaré."

Pero ya es de madrugada, y Micah no ha cumplido su promesa.

Ni siquiera he querido acostarme. Primero, porque no recuerdo cuándo fue la última vez que me dormí sin tenerle a él al lado, abrazando su cintura, acurrucado en su pecho... No puedo. Y segundo... porque sencillamente no podría dormir sabiendo que corre peligro allí afuera.

—Byron lo cuidará, no te preocupes por él —me asegura Cassie.

Ni siquiera he necesitado decirle por qué estoy preocupado para que lo sepa; pero tampoco hay nada que ella pueda decir para que deje de estarlo.

Lo estaba incluso antes de que Micah se marchase, y lo estoy ahora; más y más con cada minuto que pasa...

Sentado contra la pared de la estancia principal de la fábrica, abrazado a mis rodillas, suelto un largo respiro, al mismo tiempo en que lo hace el hombre llamado Nevent. Él está en cambio echado en el sofá. Tiene una expresión malhumorada en el rostro y no deja de suspirar. Actúa como un niño, aún cuando todo esto es su culpa.

¿Por qué tenía que meter a Micah en esto? ¿Por qué le enseñó a luchar? ¿Por qué le metió en la cabeza que debía ser un cazador? Ojalá nunca nos hubiese hallado; y nunca hubiésemos venido a vivir a este sitio.

Todo es su culpa. Y aún así, cree que tiene derecho a estar molesto. No lo tiene. No más que yo, con él.

Y aún así... todavía no puedo dejar de pensar en lo que ocurrió antes, cuando se desmayó en la nieve.

Miro inconscientemente mis manos, y luego lo miro a él por la esquina de los ojos.

Aunque lo odie, quizá podría quedarme tranquilo si supiera que él está con Micah; que puede protegerlo. Hace que en parte sienta que es mi culpa que esté aquí, y que Micah esté solo con Byron allá. Por mi culpa; por lo que yo hice... Por lo que yo le hice a él.

Aquel sujeto, Nevent, suspira otra vez.

—¿Harías el favor de callarte? Empiezas a resultar muy irritante —se queja el hombre rubio, Nikolas, quien se halla encorvado, como siempre, sobre su mesón, ajustando tuercas, trabajando en quién sabe qué. Rara vez vemos el resultado de las cosas que hace allí todo el tiempo.

—Solo finge que no existo. Últimamente parece ser la costumbre por aquí —lo reta Nevent.

El hombre rubio fuerza una sonrisa de dientes apretados y habla a través de ellos cuando vira para mirarlo.

—Estoy tratando, Nevi, pero me lo estás poniendo difícil.

Aquel bufa, y se hunde más en el sofá.

—Esto es una porquería... —murmura contra el cuello de su chaqueta.

Caleb parece nervioso, aunque visiblemente menos que cuando la mujer pelirroja estaba por aquí. Ha hecho intentos de animarlo desde que los demás se fueron, pero nada le ha dado resultado.

Se lleva la mano a la parte de atrás de los jeans y le extiende su cajetilla de cigarros.

—Anímate. Quizá... solo necesitas una dosis de nicotina.

—Lo que necesita es una dosis de plomo en el cerebro —rebate Nikolas, al momento de voltear de regreso a su trabajo. No entiendo qué quiere decir con eso; pero no me importa.

HUNTERS ~ vol.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora