42. El secreto de Abel III - Micah

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Micah - Pennsburg, PA
Casa de Bob, Ene 19:10pm

Una vez aparcamos en el terreno frente a la casa, Nevi apaga el motor y el auto se detiene y cesa de vibrar bajo nosotros. Nos quedamos en silencio por algún tiempo, en la oscuridad y la quietud de la noche que ya ha consumido por completo la tarde.

Nevi permanece callado a mi lado, mientras que yo estoy inmóvil, con el rostro entre las manos, intentado todavía procesar lo que me ha contado. Todo lo que veo es la oscuridad aplastante de mis párpados cerrados y siento sobre las palmas el calor de mi propio rostro febril debido a la temperatura de un llanto que lucho por contener.

No puedo derrumbarme ahora; no así... Y definitivamente no frente a Nevi, pero no puedo dejar de sentir que le he fallado a mi hermano pequeño y me encuentro mortificado por los recuerdos de todas las veces en que quiso estar conmigo y yo le negué mi tiempo; que quiso acompañarme y lo dejé atrás, que me abrazó y yo lo aparté, o que me pidió que volviéramos a ser como antes, solo para que yo lo ignorase. Quizá intentaba decírmelo entonces... O quizá si lo hubiese escuchado, nunca se hubiese alejado tanto de mí como para determinar ocultarme algo tan importante. ¿Cuánto tiempo lleva sufriendo esto en silencio? Creyendo que no puede confiar en mí.

Pero todavía más importante, aquello por lo que no sé si sea capaz de perdonarme alguna vez...

¿Cuántos años ha sido de este modo sin que me hubiera percatado? ¿Cuanto tiempo ha pasado sobreviviendo de mí? 

El solo pensar en el riesgo inmenso en el que hemos estado todo este tiempo de que separen a Abel de mí para enviarlo lejos. Lejos de mí; su única subsistencia. ¿Qué hubiera pasado con él? ¿O qué hubiera pasado si hubiese llegado algún día muy tarde?

Siento de manera inesperada el calor de una mano sobre el hombro, y dos palmadas. Viendo que no respondo, Nevi desliza su mano por mi espalda y me da un par de caricias reconfortantes:

—No te tortures pensando en tonterías —me recomienda, como si me hubiese leído el pensamiento.

—Sucedía frente a mis ojos y yo no pude verlo...

—No es tu culpa, Whitey, ¿quieres culpar a alguien? cúlpame a mí. Se supone que soy el que sabe de estas cosas. Y yo tampoco lo vi. Lo que es más... te lo oculté hasta ahora.

No puedo evitar mirarlo con recriminación:

—¿Por qué? —Mas lo que pretendía que fuera un reclamo, no suena más que como una súplica patética.

—Primero quería estar seguro. Yo tampoco había lidiado nunca con una situación así.

Aquello hace que comience a pensar a su vez en nuestro pueblo. En todo lo que sucedió y que nos trajo a este punto. En las leyendas en que no creía, lo que pasó con nuestros padres, y lo cerca que estuvimos de correr ese mismo destino.

—Por mucho tiempo —inicio, ganándome una mirada de Nevi, y este me contempla atento—... he odiado a las personas que intentaron darnos caza esa noche, y que mataron a nuestros padres. Abel y yo no éramos diferentes; eramos dos chicos ordinarios, y la gente quería hacernos daño sin justificación. —Confesar lo próximo me asienta un peso tan inmenso en el pecho que me impide respirar con normalidad. Pero ahora... ¿y si esas personas tenían razón? —exteriorizo finalmente mis miedos a Nevi—. Y si tenían razón... en temernos. Y querer matarnos.

Nevi reclina en el respaldo del asiento y acomoda el espejo retrovisor a través de la ventanilla, en donde capto el reflejo de sus ojos color chocolate. Se contempla a sí mismo, con una culpa evidente, y casi tan severa como la mía.

HUNTERS ~ vol.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora