29. La conspiración II - Cassie

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Cassie - Philadelphia
Fábrica, Dic 20:10pm

Los ánimos están por los suelos.

Abel y yo estamos cada uno sentado en nuestro respectivo colchón, en silencio, sin mirarnos, sumidos en nuestros propios pesares. Nos vamos de la fábrica, el sitio que he llegado a considerar como mi hogar, y nos vamos a separar. En mi caso, me voy a vivir con Bob a la mugrienta trastienda de un mugriento taller de coches con un hombre que no me agrada nada, gruñón y malhablado. Aunque, según me dijo Byron, él volvería, no sé cuándo lo hará. Y Abel se muda con su hermano a una habitación en una casa decente, puede que por mucho tiempo. Y no hay nada que podamos hacer, porque somos niños. No puedo evitar sentirme triste. E impotente. Triste, impotente y enfadada.

En medio del silencio, una figura irrumpe en la habitación a paso rápido, pero contrario al rostro de preocupación que ello suele suponer, el semblante de Caleb está adornado con una amplia sonrisa.

— ¡Os quedáis! — nos anuncia.

Abel y yo nos contemplamos el uno al otro inmediatamente con semblante dudoso, y una arruga asoma a mi frente.

— ¿Qué? — inquiero, hablando por los dos.

— ¡Que os quedáis! — repite Caleb, abriendo los brazos en señal de bienvenida. — Los dos. Aquí.

Sacudo la cabeza, incrédula, y me pongo de pie.

— ¿Nos quedamos? — repito como una estúpida, incapaz de creérmelo.

— ¡Si! — Caleb está feliz. — Micah convenció a Byron.

Abro la boca en una mueca mezcla de asombro y felicidad. ¿Micah hizo eso? De reojo veo a Abel que también se pone en pie al oír el nombre de su hermano y, casi al instante, el aludido entra en la estancia precedido de Byron.

— ¿Es cierto? — les pregunto a ambos antes de darles tiempo a hablar, con los ojos brillantes. - ¿No nos vamos?

— Es cierto – responde Byron con tranquilidad.

— ¡Yay! — exclamo, contenta, dando un par de saltitos.

Y, sin poder contenerme, corro a abrazar a Byron. Este recibe mi gesto sin casi inmutarse, suspirando y negando con la cabeza, aunque con gesto entrañable.

— Gracias por convencerle, Micah – le digo al albino, girando la cabeza contra el estómago de Byron para mirarle y regalarle una agradecida sonrisa.

— Fue por Aby – replica este, contemplando a su hermanito, que se mantiene demasiado quieto con una expresión que no logro descifrar. – Se enfadó mucho conmigo cuando supo que nos mudábamos. Él tampoco quería irse ni alejarse de ti.

Sin soltar a Byron, giro la cabeza para mirar a Abel, que enseguida se enciende como un semáforo en rojo y posa la mirada en el suelo.

— ¿Es verdad, Abel? — le pregunto con voz suave. No me puedo creer que Abel haya sido capaz de enfadarse con Micah, aunque eso explicaría su actitud de antes y de ahora.

El pequeño no dice nada ni levanta la mirada del suelo, completamente incapaz, dada la situación, de clavarla en ninguno de nosotros, y únicamente asiente, todavía más colorado si se puede. Siento cómo un sentimiento de cariño y gratitud se apodera de mi pecho. Sin decir nada, suelto a Byron y me acerco al niño.

Y, sin decir nada yo tampoco, le rodeo el cuello con los brazos, abrazándolo.

— Gracias, Aby – le susurro.

HUNTERS ~ vol.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora