7. Insustituible - Cassie

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Cassie - Philadelphia
Fábrica, Ene 11:45

Arrugo los carrillos mientras Byron me frota la mejilla para hacer desaparecer la mancha de barro que me ha salpicado cuando apareció Keeper, el cual nos contempla sentado en el suelo frente a la estufa, moviendo la cola suavemente de un lado a otro como un parabrisas. También tengo manchado el pelo y la ropa producto de la caída.

—¿Qué hacíais en el río? —me pregunta Byron, concentrado en su labor.

Desvío la mirada hacia la otra punta de la sala.

—Ya te lo ha dicho ella. Hacer las paces.

—Claro, se nota que ya te cae mejor — comenta él con ironía, frotándome la mejilla más fuerte de lo que me gustaría . Está claro que sabe que es una trola.

—No — espeto. Y luego añado: — Pero he decidido perdonarla por lo que le ha hecho a Caleb.

Al fin y al cabo, no es mentira del todo. Porque si lo fuese, Byron lo sabría. La expresión de este se suaviza un poco, igual que sus movimientos.

—No fue su culpa — replica tranquilamente.

—¿Por qué te pones de su parte? — le espeto, volviendo la cara hacia él, imposibilitándole la tarea que estaba llevando a cabo. A mí me conoce desde antes, debería apoyarme a mí.

Byron baja el trapo y suspira pacientemente.

—¿Y tú por qué la has tomado contra ella? Desde el minuto en que apareció la has odiado sin motivos.

—¡Tengo mis motivos! — replico, molesta.

—Vale — asiente él. — Dímelos.

Cierro la boca en una línea, incapaz de confesárselos. Vuelvo de nuevo la cabeza, apartándole la mirada, dolida. Noto como si tuviera un nudo muy apretado en el pecho.

—No los entenderías —murmuro. Por algún motivo, mi voz suena avergonzada.

Byron me toma de la barbilla y me hace girar de nuevo la cabeza hacia él y me encuentro con su rostro amable de ojos oscuros clavados en los míos.

—Ponme a prueba.

Le contemplo largamente, debatiéndome si debería contarle la verdad o no. No se lo he dicho a nadie, ni siquiera a Abel; la verdadera razón por la que no me gusta Sophie. No lo he hecho porque tengo miedo de ser juzgada, de que piensen que es una estupidez, cosas de niños... O porque realmente sé que es una tontería y me da vergüenza admitirlo.

Pero entonces me vienen a la mente las palabras que me dijo la noche que atacó el vampiro, la misma noche que él mismo me confesó aquella parte tan triste y oscura de su pasado: "Puedes contarme cualquier cosa..." Él confió en mí; confió en que no le juzgaría. Me confesó el motivo de su odio, y creo que es momento de que yo haga lo mismo con él.

—Prométeme que no te reirás.

—Lo prometo.

—Y que no me juzgarás.

—Lo prometo — repite.

Le miro, intentando buscar algún atisbo de que no lo diga en serio, pero su rostro está sereno y me genera algo más de calma cuando decido contarle la verdad. No obstante, le aparto la mirada, incapaz de sostenérsela durante mi confesión. Me paso la lengua por los labios y respiro profundamente antes de hablar. Y, cuando lo hago, no puedo evitar que la tristeza y la amargura tiñan mi voz.

—Es que... antes de que llegara ella... Yo era la única chica... Vosotros me... Yo sentía que...

Suspiro, tratando de buscar las palabras, pero no sé ni cómo explicarlo. El nudo del pecho me aprieta cada vez más.

—Y ahora que está ella aquí... Tan guapa, tan rica, tan perfecta... Tengo miedo de que...

Aprieto los labios y le miro a los ojos. Y es entonces cuando me doy cuenta de que algo frío y borroso enturbia los míos. 

—¡No quiero que ella me sustituya! — No puedo evitar alzar el tono, previo al llanto. Me tiembla la voz, los labios, las manos, y las lágrimas se aferran a mis ojos con sus últimas fuerzas. 

Dejar salir la verdad me proporciona algo de alivio, como si guardármelo para mí hubiera sido un veneno que me iba consumiendo. Sin embargo, ahora no puedo evitar que la preocupación por la reacción de Byron me constriña el pecho de una forma muy diferente a como lo hacía el secreto que acabo de revelarle. ¿Y si Byron se enfada? O lo que es peor. ¿Y si ya es demasiado tarde?

El nudo que apenas había empezado a destensarse se vuelve todavía más apretado. Trato de contener las lágrimas, pero no puedo, y estas empiezan a deslizarse por mi cara como gotas de lluvia en un cristal.

Entonces, sin decir nada, Byron alarga los brazos y posa sus grandes y cálidas manos en mis mejillas mojadas y sonrosadas por el llanto, y acerca su rostro al mío, con sus ojos gentiles clavados en los míos. Y cuando habla, lo hace con esa voz tan dulce y escondida que solo le he vista usar conmigo.

—Nadie va a sustituirte nunca, Cassie. 

Habla en voz baja, consoladora, confidente, cariñosa. Me sorbo la nariz, pero todavía soy incapaz de dejar de llorar. Una parte de mí no deja de gritarme que solo lo dice para calmarme, pero la otra trata de hacerse oír por encima asegurándome que lo dice en serio. Sin soltarme todavía, Byron continúa:

—¿Y sabes por qué? —Me acaricia un par de veces las mejillas con suavidad y cariño: — Porque tú eres insustituible.

Sus palabras me entibian el corazón, deshaciendo ese horrible nudo en mi pecho como si no fuera más que un montón de arena barrida por las olas. Su rostro no muestra atisbo alguno de estar mintiendo; es genuino, amable, dulce... Es esa parte de él que tan pocas veces sale a la luz pero que, cuando lo hace, es como el sol caliente después de una fría noche lluviosa.

Aprieto los labios, y el gesto me constriñe las mejillas haciendo que más lágrimas salgan de mis ojos. Pero estas ya no son amargas. Son lágrimas de dicha. Byron posa suavemente las yemas de sus pulgares bajo mis párpados, secándolos con una suave caricia.

—Así que no llores, y deja de preocuparte. ¿Vale? —me sonríe.

Me sorbo la nariz, y asiento lentamente un par de veces. Byron me mantiene la mirada un par de segundos, sin soltarme, y luego suspira, apartando las manos de mis mejillas y pasando sus brazos a ambos lados de mí, acercando mi pequeño cuerpo al suyo y arropándome en un cálido abrazo que me toma por sorpresa. 

Tardo un poco en ser consciente de ello antes de pasar mis brazos por detrás de su espalda y cerrar los ojos. Sigue impresionándome lo ancho que es, soy incapaz de rodearlo del todo, mientras que él me envuelve completamente. Pero no me importa. Siento cómo la tristeza se evapora como el rocío mañanero, mis lágrimas cesan y el nudo de mi pecho no es más que ceniza ya fría. 

Pierdo la noción del tiempo; no sé cuánto tiempo paso entre sus brazos porque se está tan bien... Me gustan sus abrazos. Me siento protegida. Me siento en casa.

Entonces, Byron vuelve a hablar, devolviéndome a la realidad.

—¿Dónde están Abel y Sophie?

Abro los ojos como platos. Y entonces recuerdo lo sucedido en el río hace un momento. Lo había olvidado totalmente. Si ellos no han vuelto entonces... ¿Significa que...?

"Oh, oh".

HUNTERS ~ vol.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora