23. Últimos Arreglos I - Abel

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Abel - Philadelphia
Fábrica, Dic 09:30pm

Me despierto cuando Micah se mueve en el intento de levantarse, aunque imagino que su intención era la de hacerlo sin despertarme y dejar que siguiera durmiendo; pues cuando abro los ojos y lo miro, su rostro se tuerce en un mohín al tiempo que suspira por la nariz:

—Lo siento. Sigue durmiendo, Aby, aun es temprano.

—No quiero —le digo, irguiéndome y estirando los brazos para incorporarme con él—. ¿A dónde ibas? —No puedo evitar que se note el reproche en mi tono.

Hace tanto frío que empiezo a temblar en cuanto me quito de encima las mantas, en el apuro de levantarme para ir con él. Por una de las ventanas del lugar noto que afuera el cielo ya está claro y que todo el sitio está iluminado suavemente por la luz que entra desde el exterior.

Cuando miro hacia el colchón de Cassie, ella está durmiendo sola, ovillada en las mantas, sin el hombre alto ni Keeper. ¿A dónde han podido ir ellos?

—No hagas preguntas —dice Micah, poniéndome sin aviso la sudadera que me quité la noche anterior por encima de la cabeza, para luego hacer  que meta los brazos por las mangas. Cuando saco la cabeza por el cuello de la prenda, lo miro sin comprender—. Cuando Cassie despierte, no le hagas preguntas. Sobre todo, si se trata de Byron —repite Micah—. ¿De acuerdo?

Le digo que sí, sólo con un asentimiento; aunque no me explica por qué no debo hacerlo. Pero no me cuesta imaginarlo. ¿Significa que Cassie peleó con Byron?

Mi hermano se pone de pie, dejándome los zapatos cerca de los pies:

—Si vas a levantarte, póntelos —me indica, cerrándose la chaqueta sobre el pecho—. ¿Seguro que no quieres dormir un par de horas más?

—¿A dónde vas tú? —insisto.

Es entonces, cuando se amarra el pelo en una coleta, que lo adivino, aunque no me lo diga, y que recuerdo la única razón de que se levante temprano todos los días el ultimo tiempo.

Sin embargo, cuando Micah empieza a caminar, noto que cojea y me pongo de pie de un salto, corriendo a su lado sólo en calcetines. El suelo está frío y húmedo, pero no me importa. No puedo dejar que se vaya a entrenar otra vez, cuando todavía no ha sanado.

—¡No puedes! —le digo al tiempo en que tomo su mano entre las mías.

Micah me mira con los ojos muy abiertos. Le dedico un gesto suplicante conforme niego con la cabeza.

—Abel, ponte los zapatos.

—No entrenes hoy. Solo hasta que estés mejor, ¿está bien?

Su mano suave se posa sobre mi cabeza y me acaricia el pelo. De un momento a otro estoy en el aire con los pies colgando y con el rostro a la altura del de Micah cuando mi hermano me alza del suelo.

—Te vas a resfriar —me reprocha, y me lleva de vuelta al colchón en donde me sienta de regreso para luego meterme los pies dentro de los zapatos y comenzar a anudar mis cordones—. Voy a estar bien. Prometo tomármelo con calma.

En cuanto se levanta de nuevo lo sigo con una mirada triste. Micah me ignora y empieza a caminar en dirección a las escaleras para bajar.

Micah siempre se preocupa por mí; me cuida y se ocupa de que este bien... Pero no me permite a mí cuidar de él. Últimamente nunca me escucha... Nunca toma en cuenta lo que le pido; como si mi opinión no le importara en lo absoluto.

Aun así, no desisto y lo acompaño cuando empieza a caminar para ir a buscar a ese hombre.

No le encontramos en ninguna parte en la planta baja. Micah y yo caminamos en dirección al pasillo en el que se encuentra la habitación del hombre rubio y nos detenemos en la puerta. 

HUNTERS ~ vol.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora