52. Feliz Navidad, segunda parte I - Nikolas

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Nikolas – Philadelphia
Fábrica, Dic 23:30pm

Mientras aguardamos por los treinta minutos que tomará en llegar la orden, la improvisada velada continúa, aún si se ha perdido parte del espíritu; la niña, aun algo desanimada, enseña al pequeño conejillo villancicos navideños que luego cantan juntos, Byron los observa en silencio desde el sofá, mientras bebe café, y los chicos más grandes hablan entre ellos. Caleb parece abocado al intento de reconfortar a Micah, mientras que este todavía luce devastado.

Por mi parte, sin importar cuánto intente no pensar en ello y mantener mis ojos ocupados en el teléfono móvil, en aquellos quienes sí están presentes, y en las luces navideñas parpadeando y fulgurando, estos se extravían por su cuenta cada tanto, y vagan por la oscuridad de la estancia en busca de la única persona que falta. Y en cuanto reparan en su ausencia, a pesar de que ya sé que no está allí, resuenan todas las alarmas en mi cabeza, en la forma de un incesante y odioso zumbido de voces que intentan advertirme.

«Algo no cuadra.»

«Algo no está bien...»

«Se ha ido.» Mis pensamientos no cesan de gritar. «Se ha ido. No está.»

Ya lo sé; sé que no está... Lo vi salir por esa puerta, como lo he visto hacerlo tantas veces con anterioridad. A veces por meses.

«¿Por qué ahora es diferente?»

No lo es. No es diferente en lo absoluto...

El dejarnos ser el uno al otro se ha vuelto casi un acuerdo tácito a lo largo de todos estos años, pero ha habido ocasiones en que los términos de esa única cláusula entre nosotros ha debido fluctuar según lo requieran la circunstancias... La última vez que yo me inmiscuí, estoy seguro de que Nevi me odio con toda su alma por un tiempo. Me dije entonces que no volvería a entrometerme en sus asuntos, pero... por mucho que intente convencerme de lo contrario, me temo que esta pueda ser otra de aquellas circunstancias.

«Algo no está bien.»

«No está bien...»

Cállate... Cállate...

Resuelto, me levanto de mi lugar, voy derecho a mi mesón, revuelvo el escritorio, y en cuanto doy con aquello que busco, lo aferro en una mano y me lo guardo en la presilla del pantalón, oculto bajo mi chaqueta. Después me aparto de allí y voy directo hacia Byron, que se ha puesto de pie para servirse otra taza de café instantáneo, y quien me advierte por el rabillo del ojo en el momento en que me detengo junto a él.

—Préstame tu coche.

Byron vira para mirarme, y sus pupilas viajan por mi rostro, analizando cada una de mis facciones. Echa después un vistazo a los niños, y al regresar a mí, inquiere en voz baja:

—¿Vas a buscarlo?

No tengo que responder a su pregunta; es obvio por la forma en que, por acto reflejo, mi mirada lo evade y se dirige al piso.

«Lo sabe...»

Byron duda un momento, imagino que no del todo convencido. Pero, finalmente, introduce la mano en su bolsillo trasero y me entrega las llaves con un tintineo. Intuyo que, de haberse tratado de cualquier otra circunstancia, por cualquier otro motivo, se hubiera negado.

—¿Necesitas apoyo?

—Es posible —suspiro, y entonces levanto la voz apenas lo suficiente para hacerme oír por la única persona; o el único ser viviente que podría ayudarme ahora mismo—. Caleb.

HUNTERS ~ vol.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora