42. El secreto de Abel I - Abel

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Abel - Pennsburg
Granja de Bob, Ene. 16:00pm

—Abel, ¡no seas así! ¡Sal, por favor! Te juro que no te obligaré a decirme nada si no quieres. Pero tienes que salir de ahí, ¡o podría morderte una araña!

Las advertencias de Cassie no tienen ningún efecto en mí. No es como si me asustaran las arañas... Y ahora mismo hay otra cosa que me asusta mucho más.

Lo ocurrido entre Nevent y yo, la primera vez en que se manifestaron mis extrañas habilidades, parecía ser un secreto entre los dos hasta ahora. Por semanas me pregunté por qué había determinado no decírselo a nadie. Y ahora me pregunto por qué ha decidido contárselo a Micah... ¿Hice algo para molestarlo?

La respuesta me viene sola a la mente. Mi última víctima fue la mujer de cabello rojo, pero Nevent no estaba allí, y ni siquiera Byron sabe lo que le ocurrió. ¿Acaso habló con ella?

Sea como sea, lo más importante ahora es que muy probablemente se lo vaya a decir a Micah. Para eso se lo debe haber llevado a la ciudad. Se lo ha de estar contando ahora mismo... Mientras yo permanezco encerrado en el cobertizo sin poder hacer nada.

Corrí aquí apenas Micah se fue con Nevent y entré por la misma rendija de antes. Cassie vino corriendo detrás de mí, pero se detuvo justo en la hendidura que usé de puerta, por miedo a los bichos y a la oscuridad al interior. Y una vez a solas, sin poder aguantar más la frustración y la desesperación, me largué a llorar en silencio.

A mi lado se encuentra la moto abandonada y vuelvo a preguntarme si será posible repararla y cómo sería aprender a conducirla. Si yo supiera cómo, podría ir a la ciudad a buscar a Micah e intervenir en lo que sea que ese sujeto tenga para decirle con respecto a mí.

Paso la mano por encima de la carrocería para quitarle la tierra de una pequeña parte y en la oscuridad veo mi rostro patético reflejado.

—Aby, vamos, sabes que no quiero entrar ahí. Y tampoco me iré dejándote aquí solo... —insiste Cassie desde afuera, y yo abrazo con más fuerzas mis rodillas, metiendo la cabeza entre los brazos para no escucharla, temiendo a que si oigo más ruegos de su parte, consiga convencerme, y salga a encontrarla con el aspecto penoso que debo tener ahora mismo.

Primero necesito pensar en qué le diré a Micah cuando regrese. ¿Me odiará cuando sepa sobre esto? ¿Sobre el daño que puedo hacer?

Todas las historias que mamá nos contaba, sobre personas como nosotros con poderes peligrosos, asesinados por la seguridad de los demás. ¿Pensará Micah que habría que asesinarme a mí también? ¿Qué haría si mi hermano ya no quiere volver a estar cerca de mí?

Si se entera de que soy peligroso...

Pero está Caleb, ¿no? Si Nevent lo dejó vivir con nosotros, y si Micah lo considera su amigo, ¿hay alguna esperanza para mí?

Sin embargo, hay otro problema... y es todo el tiempo en que yo lo he sabido y no se lo he dicho. Que no lo ha averiguado por mí... Que alguien más ha tenido que decírselo. ¿Estará decepcionado de mí por ocultárselo? ¿Se enojará conmigo por haber atacado a Nevent y a Sophie?

—No hagas que le pida a Caleb que arranque la puerta, ¡porque sabes que lo hará! —me dice Cassie desde el otro lado de la pared de madera del cobertizo. Después se ríe suavemente—. Está bien, no le diré que lo haga. Bob probablemente se enojaría con nosotros.

Guardo silencio durante todo el tiempo que me da para decir algo, y al final de ese lapso la escucho suspirar y sentarse con la espalda contra la pared, remeciendo ligeramente la madera.

—No tengas miedo de lo que vaya a pensar Micah —pide ella—. Es tu hermano mayor, y sabes que te adora con toda el alma... ¿Es por eso que estás así? ¿Piensas que se enojará contigo?

Vuelvo a sepultar el rostro entre mis brazos. En el fondo, incluso puede que sepa que Micah no me alejaría de él. Quizá no se trate de eso en lo absoluto... Más bien es que sería incluso más doloroso verlo sonreír sabiendo que esconde su miedo de mí, o sentir su rechazo cuando lo abrazara. Ver en su rostro sus esfuerzos por no odiarme y saber que la forma en que me verá a partir de ahora es completamente diferente del modo en que solía hacerlo. De ser su hermanito menor, que ha dependido de él toda la vida, a un extraño con poderes raros, capaz de lastimar a la gente que a él le importa, e incluso a él mismo.

—Me lo has dicho a mí, y yo no te tengo miedo. Ellos pueden ayudarte. Nevi tiene experiencia con estas cosas, y si me dejaras contárselo a Byron, ¡quizá los dos puedan ayudarte!

«Ayudarme», repito la palabra en mi cabeza. ¿Ayudarme a qué? ¿Pueden hacer desaparecer esto? Por otro lado, me enoja todavía más pensar que necesito que me ayuden. Como si hubiera algo mal conmigo... Y lo hay; pero detesto pensar en ello de esa forma. Ya había muchas cosas mal conmigo antes de esto. Mi incapacidad para hablar con los adultos; mi cuerpo débil; mi tendencia a enfermar... Mi falta de habilidades, mi dificultad para expresarme con palabras, lo inútil que soy para los demás...

Y ahora parece que tuviera otra enfermedad; una que no puede curarse.

—¿Todavía no sale? —oigo una voz ajena a la de Cassie. Se escucha atenuada del otro lado de la pared, pero sé que es Caleb.

—Lo estoy convenciendo —masculla Cassie, como si pensara que no puedo oírla.

—¿Quieres que abra la puerta?

—¡No! Será peor. Dame otro par de minutos.

Hay una breve pausa. Esta vez, es la voz de Caleb la que se oye al volumen de susurros:

—Si no sale, quizá sea mejor que-...

No alcanzo a escuchar la última parte, y pego el oído a la madera. Cassie suspira:

—Ya lo sé... Pero no aún. Déjame intentar una última vez.

—De acuerdo. Estaré dentro, por si me necesitas. Empieza a hacer frío y va a nevar pronto.

—¿Cómo lo sabes? —pregunta Cassie.

—Lo huelo.

Después de eso ya no vuelvo a oír a Caleb. Por un momento solo oigo el viento afuera, remeciendo la puerta del cobertizo, y murmurando contra las rendijas de la madera. No es justo para Cassie tener que acompañarme desde afuera cuando yo estoy protegido del frío aquí dentro, pero tampoco quiero enfrentarla justo ahora, y que vea mi rostro patético lleno de lágrimas, ni largarme a llorar con ella.

—¿En verdad no quieres salir y venir conmigo adentro? —pregunta desde fuera, con voz afligida. Y no puedo responderle. Temo que mi voz suene temblorosa y le indique que he estado llorando como un bebé.

La tabla floja de la pared rechina al momento de ser forzada y levanto el rostro creyendo que Cassie se ha decidido a entrar, con lo cual me tenso en mi sitio, abrazando con más fuerza mis rodillas.

Sin embargo, quien entra en cambio es una figura encorvada a cuatro patas. Siento el calor de su pelaje suave en cuanto se detiene a mi lado, y el de su aliento cuando acerca la nariz a mi rostro y me da una olisqueada antes de empezar a lamerme la mejilla.

Sin quererlo me arranca una sonrisa en lo que intento quitármelo de encima. Después, Keeper se acomoda a mis pies y tiende la cabeza entre sus patas delanteras, permitiéndome acariciarlo detrás de las orejas.

—Hace mucho frío. Entraré un momento, pero no creas que me rendiré. Keeper te hará compañía unos minutos —me dice Cassie desde afuera, y después la oigo levantarse y sus pasos sobre la hierba en dirección a la casa.

Sé que no puedo permanecer aquí para siempre. Incluso si no salgo gracias a Cassie, Micah regresará pronto, y no estoy seguro de poder decir que no si es él quien me llama, aunque sea solo para ver su rostro lleno de desilusión y oírle decir lo decepcionado que está de mí.

HUNTERS ~ vol.2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora