Asalto a las ruinas (I)

599 56 4
                                    

Goldmi se movió alrededor de las ruinas, hasta tener a tiro a una vampiresa que vigilaba el lugar. Estaba escondida tras un muro semiderruido, pero la azor la había localizado previamente.

Una tras otra, sus flechas se desintegraron al llegar al escudo que protegía el lugar, aunque no por ello dejó de disparar. No le preocupaba que la descubrieran. De hecho, era parte del plan.

Todos y cada uno de los proyectiles impactaron exactamente en el mismo punto del escudo, que iba debilitándose. Así, la décima flecha consiguió atravesarlo, junto con la undécima. La duodécima se vio frenada por el escudo que intentaba cerrarse de nuevo, agrandándolo una vez más.

Apenas necesitó unos segundos para disparar esas doce flechas, y más siguieron después. Aburrida y enfocando su atención hacia delante, las flechas que llegaban con gran rapidez desde su izquierda pillaron a la vampiresa totalmente desprevenida.

Su nivel era similar al de la arquera, así que las flechas no tuvieron gran problema en atravesar con gran precisión su cuello y brazo, quedando éste clavado al cuerpo.

Eran flechas normales, aunque reforzadas con Flecha Penetrante, Acelerar y Toque Purificador. Este último hechizo causó un intenso dolor a la vampiresa, como si la quemara por dentro.

Las heridas eran graves, pero no tanto como que otras flechas llegaran apenas unos instantes después. Algunas llevaban Sobrecarga de Luz, por lo que explotaron en un estallido de luz. No tardó mucho en ser rematada.



Krovledi frunció el ceño. Después de haber perdido a uno de sus vigilantes hacía un rato, no le sorprendió que pudiera caer otro. Sin embargo, quien había caído era uno de los que estaban vigilando la ruina, dentro del escudo.

–¿Cómo ha llegado tan rápido y sin ser descubierto?– se preguntó.

Habían enviado más efectivos a aquella zona, además de que había multitud de trampas. Sin embargo, el intruso, fuera quien fuese, había llegado hasta allí.

–Maldita sea... ¡FANGORM!– lo llamó ella.

El vampiro reptiliano acudió al instante. Estaba un tanto preocupado por una pequeña distorsión en el escudo exterior que dependía de él, y quería investigarlo. Sin embargo, una llamada de su madre no podía ignorarse.

–¿Madre...?– quiso preguntar qué sucedía, pero fue interrumpido de inmediato.

–La vigía noreste ha muerto. Envía un equipo a investigar. ¿Se puede saber qué ha pasado con el escudo?– ordenó y preguntó ella con un tono autoritario y contrariado.

–¿¡Noreste...!?– se sorprendió éste –Acabo de sentir una distorsión en esa zona, pero era pequeña. No puede ser que en tan poco tiempo...

–¡Investígalo YA!– ordenó la vampiresa, visiblemente disgustada.

La piel azulada del vampiro reptiliano palideció mientras hacía una rápida reverencia, y mandaba telepáticamente a un pequeño grupo de vampiros a investigar. Él mismo decidió acercarse, aunque debía para eso subir varias escaleras y atravesar algunas protecciones.

Krovledi lo vio marchar, y se giró hacia el elfo que estaba atado e inconsciente. Estaba haciendo avances para corromper la sangre de su víctima, casi estaba listo. Cuando lo completara, el elfo apenas podría vivir unas horas, pero no importaba. Era más que suficiente para absorber su sangre. Aquello la transformaría y, supuestamente, la liberaría del contrato que la ataba a su padre.

–Por fin seré libre de ti. Espérame padre, tu vida me pertenece– susurró en tono amenazante.



Goldmi no se había movido del lugar después de abatir a la vampiresa vigía, pero tampoco había estado ociosa. Con Flechas Etéreas, junto con Flecha Lenta, había estado agrandando el agujero del escudo. Además, gracias a Billar, podía hacer que la flecha volviera tras chocar contra la piedra, aprovechándola una segunda vez.

Gjaki se había servido del agujero para enviar algunos Murciélagos, que se habían encontrado con que había una segunda barrera aún más poderosa. Querían atacarla también, pero una puerta se abrió. Un grupo de cinco vampiros la cruzó, llegando hasta el lugar en el que había sido abatida la vampiresa. Tres de ellos se agacharon, tocando una pequeña pila de polvo.

–Son sus restos. El sol no llega aquí, no tiene sentido que haya acabado así. Alguien tiene que estar detrás. Estad alerta– avisó uno de ellos.

Sin embargo, el aviso llegó tarde. Tres flechas atravesaron a la vez el agujero en el escudo, se separaron, y crearon una Trampa de Luz. Envolvió a los vampiros que estaban agachados, ante la sorpresa de los otros dos.

Sin darles un respiro, dos grupos más de tres flechas crearon una Trampa de Luz y otra de Viento, superponiéndose a la anterior, sumando su fuerza la primera, y amenazando con cortar las ropas la segunda. Tras la tercera Trampa, flechas con Sobrecarga de Luz empezaron a llegar. Algunas hacia los vampiros que había quedado fuera, cegándolos y quemándolos, al ser vulnerables al poder purificador. Otras, caían en las Trampas.

A pesar del caos, los dos vampiros que estaban fuera apenas tenían quemaduras superficiales en los brazos con los que se protegían de los estallidos de luz, y que pronto cubrieron con su capa. Las flechas dirigidas hacia ellos estaban siendo repelidas por una Barrera de Sangre, cuando no esquivadas.

Además, si bien la luz era cegadora, estaban equipados para contrarrestar la luz del día, por lo que el efecto era menor, sobre todo después de las primeras que les habían tomado por sorpresa. Ropas blancas que repelían la luz les cubrían el cuerpo, mientras que sus ojos estaban protegidos por lo que parecían unas gafas de buceador oscuras.

No obstante, las flechas de la elfa provocaban que estuvieran bajo una fuerte presión, por lo que respiraron aliviados cuando dos figuras escaparon de las Trampas de Luz. Aunque, cuando vieron su estado, no pudieron sino tragar saliva, y sentir como el miedo invadía sus almas.

Sus cabezas estaban llenas de quemaduras, e incluso parte de la carne parecía como si se hubiera deshecho. Al mismo tiempo, varias secciones de sus ropas habían sido rasgadas por el viento cortante, por lo que habían dejado de protegerlos. Las partes del cuerpo visible a través de aquellas aberturas también estaban quemadas.

Aunque eso no era lo más aterrador. Sus gafas se habían roto, por lo que sus ojos habían perdido la protección. Donde debieran estar, había sólo huecos, o quizás una parte de ellos y la otra quemada.

–¡A... Ayuda!– suplicó uno de ellos.

La otra se arrastró hacia el segundo, cogiéndole del pantalón con sus manos medio derretidas, intentando incorporarse. Aterrado, incapaz de pensar debido a lo que veía y al olor a carne quemada, el vampiro apartó la pierna. Al siguiente instante, la maltrecha vampiresa era atravesada por tres flechas con Toque Purificador. No tardó más de unos instantes en convertirse en polvo.

El otro agonizante vampiro no tuvo mucho mejor suerte. Incapaz de esquivar y sin la ayuda de sus aterrados compañeros, también fue atravesado por varias de aquellas flechas. El poder purificador también lo convirtió en polvo.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora