Ataque subterráneo (I)

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Goldmi y Eldi habían logrado subir a 89 gracias a las múltiples bendiciones, trampas, y a su trabajo directo.

Así, el alto humano había recuperado Escudo De Roca, que permite proteger a una gran número de aliados tras un poderoso escudo. Lo tenía en 8, debido a unos eventos periódicos en los que había que salvar a unos aldeanos.

El siguiente era Gólem de Fuego, que crea un ente al que se le pueden dar órdenes básicas. Es lento, pero bastante poderoso. Lo tenía en 7, pues era muy útil en el juego para enviarlo dentro de cuevas infestadas de enemigos. O salían, o eran atacados por un Gólem de Fuego tras otro.

El nombre de la habilidad era tan corto como X. Consiste en un doble golpe de hacha, que forman una "X" que parece romper el propio espacio. Esa "X" es lanzada hacia delante, en línea recta, golpeando a lo que se encuentra por el camino. De adolescente, le encantaba esa habilidad, pues era muy vistosa y con amplio rango, así que la tenía en 10.

En 89 estaba Béisbol, que usa el martillo para devolver un proyectil. Es relativamente lento por el peso del martillo, por lo que no pueden contrarrestarse dos seguidos, a no ser que estén juntos. La contrapartida es que se puede lidiar con proyectiles bastante poderosos. Estaba en 10, pues en el juego se organizaba un torneo anual con pequeños cañones y jugadores que tenían dicha habilidad. En uno de ellos, Eldi había quedado quinto.



La elfa había desbloqueado Control Remoto, que no es de por sí un hechizo, sino que permite lanzar otros a través de sus hermanas. El coste de maná se dobla, pero aun así puede resultar muy útil. Por ello, estaba en 10, ya que lo había usado a menudo.

Gólem de Viento es más rápido que el de Fuego, aunque su efecto menos devastador. Lo usaba de vez en cuando, así que estaba en 6.

La habilidad Cruz tiene ciertas similitudes a la X de Eldi, aunque de menor rango, más rapidez, y añade magia de viento. Usa la daga y la espada para crear dicha cruz, y es útil si se tienen enemigos cerca, justo delante. Su uso había sido esporádico, así que estaba en 4.

Finalmente estaba Retener. Tras disparar una flecha, esta puede ser Retenida. Eso permite lanzar un único ataque con multitud de ellas si se Retienen previamente unas cuantas. Estaba en 10, ya que era muy útil para ataques sorpresa.



Habían decidido quedarse por la zona corrompida hasta llegar a nivel 90. Era el límite mínimo que se habían fijado para ir a la mazmorra, que ya era de por sí varios niveles por debajo de lo que se suponía necesario. Así que se habían trasladado a otra zona de nivel ligeramente más alto que la anterior. Llevaban allí un par de días.

–No malos– aseguró el hada.

Seguía en el porta-bebes, pudiendo mirar alrededor pero no sentir, a no ser que saliera. Lo hacía de vez en cuando brevemente, para asegurarse de que no hubiera peligro.

El resto del tiempo observaba al grupo, o miraba con tristeza los árboles corrompidos. Sabía lo qué habían sido, y le dolía en qué se habían convertido.

Con la ayuda del hada y la azor, y con la protección de Gjaki, podían adentrarse en el bosque corrompido más que otros grupos sin excesivo peligro.

–Hay muchos delante– frunció el ceño Goldmi, pues su hermana no los había visto desde el cielo.

–¿Una trampa bajo tierra?– supuso Eldi.

–Habrá que hacerlos salir– sugirió Gjaki.

–¿Cuántos son muchos?– preguntó Maldoa.

–Al menos diez, pero creo que no son todos. Tengo que acercarme más para comprobarlo, aunque ya están muy cerca– explicó la elfa.

–¿Cómo de cerca?– se interesó la drelfa.

–Unos diez metros. Deben de estar bastante profundos. Me acerco sólo un poco más.

Abrió muchos los ojos cuando dio unos pasos y volvió a lanzar Detección de Vida.

–Al menos cincuenta. Se están moviendo hacia el suroeste. Algunos están justo debajo– se apresuró a avisar.

Todos se apartaron rápidamente hacia un lado, mirando al suelo desconfiados. No obstante, nada sucedió, así que Goldmi volvió a lanzar el hechizo.

–Se alejan en la misma dirección. Puede que haya más de cien.

–Un general debe haberles ordenado esto. ¿Podéis vigilarlos? Voy a avisar– se apresuró la drelfa con solemnidad.

Ellos asintieron, así que la drelfa no tardó en alejarse, vigilada por la azor. Si corría algún peligro, acudirían rápidamente en su ayuda.

El grupo siguió en la dirección señalada por la elfa, que iba confirmando la posición de sus enemigos cada poco. Mientras, Gjaki y Eldi se entretenían talando árboles corrompidos. Les daba muy poca experiencia, pero tampoco tenían nada mejor que hacer.

El paso de los seres corrompidos no era muy rápido, pero si constante. Con toda probabilidad, se debía a que tenían que avanzar excavando la tierra, así que tardaron más dos horas en recorrer el trayecto que a ellos les había tomado apenas unos minutos. Habían salido del bosque corrompido y llegado a las tierras yermas aún con miasma, la frontera con la zona viva.

Allí se habían reunido una gran número de aventureros, con la drelfa a la cabeza. Miraban con cierta desconfianza al grupo, creyendo que era otra falsa alarma. Dado que había sido una llamada oficial, no habían tenido otro remedio que acudir.

Un hombre y una mujer se acercaron con incredulidad y desgana a Goldmi. Ejecutaron sus propios hechizos de detección, esperando descubrir que era una falsa alarma y poder irse, pero pronto descubrieron lo equivocados que estaban.

–¿En qué dirección?– preguntó la mujer.

–Hacia allí– señaló la elfa.

Ella asintió, esta vez con sincero respeto. Los dos corrieron hacia el resto de aventureros, que apresuradamente se movieron para interceptar al convoy subterráneo.

Endurecieron la tierra para forzarlos a salir, mientras montaban un improvisado entramado defensivo. Eldi miraba con interés como creaban una especie de muros, o plataformas para los sanadores y los que luchaban a distancia. Allí, a los seres corrompidos les costaría llegar.

Casi contenían la respiración mientras veían como el grupo de Goldmi avanzaba poco a poco, acechando a los seres subterráneos. El hombre y la mujer se colocaron cada uno a un lado, para detectar si aquellos seres cambiaban de dirección ante el obstáculo.

–¡Suben!– avisó Goldmi, alejándose.

Unos momentos después, el suelo empezó a temblar, agrietarse y elevarse. Cuando se abrió, apareció una tortuga corrompida.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora