Efecto

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Gjaki no tardó en llegar, sin que ninguno supiera cómo se había enterado tan rápido.

La creación de la poción había sido un éxito, con el único inconveniente de que Eldi se encontraba un tanto cansado. Sin embargo, ninguno sabía realmente cuál sería el resultado. Una vez más, los temores volvieron a los elfos, en especial a Goldmi.

Elendnas, que era quien debía tomarla, estaba más decidido. Después de lo que Krovledi le había hecho en el pasado, no creía que aquella poción pudiera empeorarlo. Además, contaban con la guía del Oráculo, o eso creían. Por una parte, éste había señalado las siete gemas. Por la otra, no había mencionado nada de una poción de Regeneración. ¿Podía ser otra cosa a lo que se refiriera?.

En estos momentos, se arrepentían de no haberle consultado antes de hacerla. Quizás, podía haberlos aconsejado, o quizás no les hubiera dicho nada relevante.

No obstante, ahora era tarde, y no existía una poción para arrepentimientos. Al menos que Eldi supiera. La poción debía consumirse lo antes posible, pues iba perdiendo poco a poco su efectividad.

Por alguna razón, no se podía guardar en el inventario, algo que era la primera vez que les sucedía. Así que Elendnas decidió que había llegado el momento. No podía permitirse dudar.

Ante la mirada ansiosa de Goldmi, que se estaba mordiendo el labio, cogió la poción que le ofrecía Eldi, y la bebió poco a poco. Era extrañamente dulce y refrescante, como un zumo de frutas, aunque su sabor era absolutamente desconocido.

Podía sentir como un extraño maná surgía de la poción e invadía su cuerpo a medida que la tomaba, como entraba por sus órganos, por cada una de sus células. Sin darse cuenta, sus fuerzas empezaron a abandonarlo, tambaleándose.

–¡Elend!– lo llamó su mujer, mientras lo sujetaba.

La elfa quiso curarle, pero el maná de Curación Básica fue simplemente repelido por el aura que lo envolvía.

–Déjalo en el sofá– le susurró Diknsa, que había llegado poco después que su hija adoptiva.

Aunque algo reacia, Goldmi lo dejó caer poco a poco.

–Eres preciosa– susurró Elendnas, mirándola.

Se sentía extraño, como en un sueño. Poco a poco, iba perdiendo la conciencia, aunque resultaba una sensación más bien dulce, sobre todo con la imagen de su amada frente a él.

La elfa entró en pánico cuando él cerró los ojos, llamándolo varias veces.

–Vas a despertar a las niñas. Sólo está durmiendo. En pociones muy potentes, suele pasar– explicó la vampiresa-diablesa.

Goldmi asintió, comprobando con cierto alivio que su marido respiraba, y que sus hijas aún dormían.

–Es mejor que lo llevemos a una cama, y a ellas también– sugirió Diknsa, tras esperar un rato y comprobar que el estado del elfo se mantenía estable.

La propia Goldmi alzó a su marido con suavidad. El peso no era un problema para alguien de su nivel. Diknsa y Gjaki se llevaron cada una a una niña, siguiendo a la elfa a su habitación. Se la habían reservado en la mansión hacía tiempo, y podía usarla siempre que quisiera.

Eldi los siguió a lo lejos, sin saber qué hacer, nervioso. Si le sucedía algo al elfo, no se lo perdonaría.

–Avísanos si pasa algo– le pidió Gjaki, tras dejar a Eldmi junto a su hermana y su padre.

–Gracias por todo– susurró Goldmi, a quien le temblaba la voz.

Se quedó junto a la cama, acariciando el rostro del elfo, tan temerosa como esperanzada. Un suave resplandor lo envolvía, denotando que la poción aún estaba haciendo efecto.

Se acabó durmiendo al cabo de un par de horas, con su cabeza sobre el pecho de Elendnas. Escuchaba así su respiración y los latidos de su corazón. Oírlos la tranquilizaba.



–Sssshhh. No hagáis tanto ruido, despertaréis a mamá– susurró Elendnas

Era demasiado tarde. Goldmi lo oyó y entreabrió los ojos. Estaba tumbada de lado en la cama, y encontró algo extraño lo que vio. Las paredes le resultaban familiares, pero no eran las de su casa.

–Oh, estoy en la mansión de Gjaki– pensó –. ¿Qué hago aquí?

Medio somnolienta, su cerebro aún no había empezado a funcionar. Intentó recordar mientras escuchaba a sus hijas quejarse en voz baja.

–Eldi... Las niñas de vampiresas... La poción... ¡La poción! ¡Elendnas!

Se levantó de golpe y se giró bruscamente, sobresaltando a sus hijas.

–¡Mamaaaá! ¡Me has asustado!– se quejó Gjami.

–¿Qué pasa, mamá? ¿Una pesadilla?– le preguntó preocupada Eldmi.

–No... Elendnas... ¿Estás bien?

–Eso creo. Hacía mucho que no me sentía así– sonrió éste.

Ella lo abrazó. Pronto, dos pequeñas elfas que no sabían qué sucedía, decidieron abrazarlos también. Entre risas y lágrimas, sus padres las estrecharon en sus brazos.



Pasó algún tiempo hasta que pudieron comprobar realmente la condición del elfo. Su cuerpo se había recuperado hasta el estado anterior al segundo rapto de Krovledi. De hecho, estaba un poco mejor que entonces. Aún se cansaba demasiado rápido, pero ya no necesitaba ser purificado para sobrevivir.

No estaba tan bien como hubiera querido, pero mucho mejor de lo que había estado en mucho tiempo. Era suficiente para acompañar a su mujer por el bosque, pero no para viajar o apoyarla en largas batallas.

Al menos, podía enseñar a sus hijas a usar sus nuevos juguetes. Eran unos arcos hermosos, de una calidad pocas veces vista para su nivel y pequeño tamaño, que "tío Eldi" había hecho para ellas. Goldmi y Gjaki habían ayudado en el diseño, y muchas sugerencias habían llegado de Elenksia, Klimsal, Coinín o Diknsa, entre otros. Tanto en los arcos, como en el equipo hecho a medida para las niñas.

De hecho, Eldi se había ofrecido a hacer equipo, joyas y pociones para todos, y ciertamente había cumplido su promesa. Ahora, en la mansión estaban todos equipados con armas y equipo de gran calidad, lo que aumentaba su poder y defensa.

Incluso había fabricado equipo para ciertos vampiros del Reino de Sangre que Gjaki le había presentado.

Ahora, los tres compañeros estaban sentados en una mesa, junto a Elendnas y Diknsa.

–Debes ir. Yo me encargaré de las niñas. Además, Gjaki ha prometido llevarte de vuelta cada día– la animó Elendnas.

Aunque no quería separarse de su mujer, tampoco quería ser una carga. Ahora que no era necesario que ella lo cuidara, debía dejar que continuara lo que había dejado a medias.

–Ten cuidado. Tú eres muy fuerte, pero ellos aún no lo son tanto. No seas temeraria– aleccionó Diknsa a Gjaki.

–Sí mamá– respondió está con un tono un tanto condescendiente –¡Au! ¡Lo entiendo, lo entiendo!

Su madre adoptiva la había pellizcado fuertemente de una de las mejillas, y estirado de ésta, por lo que había acabado tomando un color rojo. Gjaki se la acariciaba ahora con la mano, haciendo pucheros. Aunque no tardó en olvidarse de ello, pues estaba realmente emocionada.

Habían decidido ir los tres juntos a levear. Su primer objetivo era subir a Goldmi y Eldi a nivel 100. El segundo, encontrar los ingredientes para la poción de Renacimiento.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora