Refuerzos (III)

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Gjaki inmediatamente invocó cinco Clones Espejo y se abalanzó hacía su enemiga junto a ellos. Krovledi saltó contra uno de ellos, tentando la suerte, y encontrándose con una ilusión que Reventó al ser atravesada, causándole heridas superficiales.

Gjaki había querido distraerla para invocar tres Mastines de Sangre, a los que ordenó atacar inmediatamente. Si su enemiga los ignoraba, eran capaces de causar daños serios. Si no, podían distraerla.

Para contrarrestarlos, Krovledi invocó un Clon de Sangre, más poderoso que los mastines, pero también más costoso. Tardó menos de un segundo en invocarlo, lo cual fue suficiente para que su enemiga ganara de nuevo la iniciativa, atacando otra vez con Mil Latigazos.

Krovledi desenvainó el florete con en el que se había hecho unos años atrás para sustituir el perdido en su combate anterior. Para su sorpresa, se encontró que el látigo perdía fuerza inexplicablemente.

Gjaki lo había soltado para empuñar sus dagas de obsidiana y ejecutar Desarmar. Pillada de improviso, Krovledi no pudo mantener el florete en su mano, ni evitar la fuerte patada en el estómago que siguió, y que la envió contra los hilos de adamantino.

Aun así, reaccionó lo suficientemente rápido, y pudo para evitar que Red Mortal la atrapara, pero no que un par de mastines saltaran sobre ella. El tercero había sido destruido por el Clon de Sangre, mientras que dicho clon no había podido superar el ataque de Gjaki con Disrupción Sanguínea. Hecho de sangre y maná, las habilidades de sangre eran sumamente efectivas contra ese tipo de seres.

Krovledi también poseía habilidades de sangre. Su Corrupción Sanguínea la ayudó a deshacerse de los mastines, habiendo recibido tan sólo unos mordiscos no muy profundos. Inmediatamente, rodó para escapar por el hueco que los hilos habían dejado tras Red Mortal. Invocó al mismo tiempo tres Lanzas de Sangre y las lanzó contra Gjaki, mientras trataba de escapar.

Quería salir para comprobar si podía llamar a alguna de sus creaciones para ayudarla contra su enemiga. Lo que no esperaba era recibir un fuerte impacto en la cara que la mandó disparada hacia atrás. Ni siquiera se dio cuenta de que sus lanzas habían alcanzado a un Clon y no a la verdadera vampiresa.

–¡Strike!– se oyó en la salida.



Merlín no quería desperdiciar más maná contra aquella extraña criatura. Así que usó Cúpula de Roca, un hechizo que está pensado para defenderse, pero que él usó de forma distinta. En lugar de crearla sobre él, lo hizo sobre aquella especie de perro de sangre, atrapándolo.

La creación resultado de Sacrificio Infernal empezó inmediatamente a atacar la pared de roca, poco a poco resquebrajándola. Sin embargo, para Merlín resultaba relativamente sencillo y económico en maná ir reforzando las zonas que iban cediendo, añadiendo una capa de hielo. Además, no resultaba en absoluto estresante.

No se movió del lugar. No sólo tenía que asegurarse de que no escapara aquel ser, sino que tenía que mantener la barrera.



–No hacemos falta los dos. Ves a echar una mano a Gjaki– instó Apli a Tritu.

–Con lo divertido que es aplastarlos... ¡Ya voy! ¡Ya voy!– se apresuró el bárbaro cuando su hermana en su vida anterior clavó el hacha frente a él y amenazó con usar sus puños.

Si bien en términos de combate su fuerza era equiparable, su hermana resultaba terriblemente intimidante cuando se enfadaba. En este mundo, tenían prácticamente la misma edad, pero ella seguía siendo, de alguna forma, la hermana mayor. Más le valía obedecer.

Aunque, lejos de marcharse asustado, lo hizo con una sonrisa. En realidad, su hermana le estaba dando la oportunidad de divertirse mientras ella lidiaba con el trabajo rutinario. Le estaba agradecido por ello.

Ella lo vio marcharse, y también sonrió mientras recuperaba el hacha. Seguidamente, empezó a cortar concienzudamente de nuevo a los seres que intentaban recomponerse, no dejándolos alejarse de las Flechas de Luz. Aunque iban siendo consumidas, Goldmi añadía más cuando recuperaba suficiente maná.

De hecho, la lince se había acercado y ayudaba también, aunque ligeramente alejada de la bárbara. La mirada de ésta de alguna forma le hacía sentir escalofríos, sin saber muy bien por qué. Si hubiera sabido la verdad, quizás ni siquiera se hubiera acercado.

Lo cierto era que Apli la miraba continuamente de reojo, deseando abrazarla y acariciarla, pero sin saber si era adecuado. Le encantaban los gatos, y aquella lince le parecía especialmente adorable, por mucho que fuera una terrible y enorme depredadora. O quizás precisamente por eso. Para hacerlo peor, su hermano era de la misma opinión.

También observaba como Tritu se acercaba a la entrada, y no era la única. Un Murciélago los estaba vigilando, razón por la cual Gjaki había permitido que se abriera un hueco en su trampa de hilos.

Cuando el bárbaro usó Strike contra Krovledi, la vampiresa de pelo plateado estaba preparada para actuar. Con ambos manos unidas en un sólo puño, ejecutó un poderoso golpe hacia abajo contra el estómago de su enemiga, que había sido lanzada en su dirección. Provocó así que se estampara violentamente contra el suelo.

Allí, una Trampa de Sangre se activó, inmovilizando a Krovledi por unos instantes. Al mismo tiempo, Gjaki imbuyó en su enemiga las maldiciones Debilidad, ¡Quieto! y Entumecimiento.

También añadió Perturbar y Disrupción Sanguínea para dificultar que se liberara. Quería intentar rematarla mientras estaba casi indefensa, pero optó por apartarse. Como si de un tren imparable se tratara, un bárbaro corría hacia ellas con el martillo alzado.

Desesperada, Krovledi usó casi todo su maná para causar una poderosa explosión que la liberó de sus ataduras. Debido a las maldiciones, se había visto obligada a forzar su activación e invertir más maná y sangre. Gjaki había retrocedido al notar el maná, y Tritu fue lanzado hacia atrás, aunque apenas sufrió unos rasguños. Se incorporó con la mano en la cabeza, confundido.

Entonces, la piedra del collar de Krovledi brilló y su silueta se difuminó.

–Me vengaré. Os lo haré pagar todo– los amenazó con rabia antes de desaparecer del todo, de escaparse otra vez.

Cuando apareció de nuevo, no dio crédito a sus ojos. En lugar de en una habitación, en una ubicación prácticamente imposible de encontrar, estaba en el mismo lugar, entre Tritu y Gjaki.

–¡El espaciocomosellame de Merlín ha funcionado!– rio el bárbaro, recuperando su martillo.

Espacio Precintado es un poderoso hechizo que crea una barrera para sellar cualquier tipo de hechizo espacial, impidiendo la mayoría de técnicas de escape mágicas. Es bastante inusual, pero no tanto para un visitante que poseía casi doscientos hechizos.

–No... No puede ser... ¡¡Aaaaargh!!– aulló de dolor la vampiresa.

Sin perder tiempo, primero Gjaki y luego Tritu lanzaron sus ataques. A Krovledi apenas le quedaba maná, así que sólo podía confiar en sus habilidades de sangre. Además, la situación la había pillado totalmente desprevenida, creyéndose a salvo.

Logró medio esquivar el ataque de Gjaki, aunque su pierna fue apuñalada. Intentó entonces defenderse a la desesperada con un Escudo de Sangre, pero Martillazo Salvaje simplemente lo destrozó, e incluso tuvo fuerza para machacar el antebrazo.

No pudo evitar que Gjaki inmovilizara el otro brazo y la mordiera, mientras el bárbaro golpeaba su estómago. Ni cuando espiró su último aliento acabó de creérselo.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora