Acosadores

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Los tres aventureros fueron rápidamente atados y amordazados, sin tiempo siquiera de asimilar lo que estaba sucediendo. El grupo al que estaban siguiendo los había atacado, así que se sentían aterrados. No sabían si estaban molestos por su acoso, o eran los criminales que estaban buscando. Si eran esto último, temían por sus vidas.

Eldi sacó el martillo y golpeó con él la barrera que protegía la tienda. No era suficiente para romperla, pero sí para alertar a quienes estaban en el interior. La tienda era un modelo sencillo, que no permitía ver el exterior desde dentro.

–¿¡Qué ha pasado!?– preguntó una guerrera con su armadura medio puesta, mientras salía de la tienda.

No le dio tiempo a más. Si hubiera llevado toda su armadura, a la vampiresa no le habría sido tan fácil agarrarla del cuello y atraerla hacia ella. Cabe decir que en aquel momento, Gjaki no estaba disimulando su poder, usaba toda su fuerza.

–¡Aaaahhhh!– gritó mientras era arrastrada y se ponía las manos en el cuello.

–¡Lilfa!– exclamó una rastreadora.

Había salido por la puerta y visto a su compañera caer pesadamente al suelo, frente a un enemigo más poderoso que cualquiera de ellos. Aunque cogida totalmente por sorpresa, reaccionó lo suficientemente rápido como para intentar escapar. Sin embargo, Eldi lanzó Duelo, una habilidad que obliga a ambos contendientes a permanecer a no más de veinte metros el uno del otro.

Se dio cuenta la rastreadora de que era presa de una habilidad demasiado tarde. Perdió el equilibrio cuando intentó sobrepasar esa distancia, sujeta por ligaduras intangibles. La lince, atenta, aprovechó la ocasión para inmovilizarla.

Cuando el sanador se asomó a la entrada la tienda y vio la situación, no pudo hacer más que rendirse, levantando las manos y soltando el báculo. Todos sus compañeros habían sido reducidos, y él poco podía hacer por sí solo.



–¿Qué queréis?– preguntó el sanador.

Estaba atado, pero no amordazado. Aunque temeroso, estaba aliviado al comprobar que sus compañeros estaban indemnes, apenas alguna contusión menor fácil de curar. Al menos, sus atacantes no habían sido crueles y despiadados, no parecía que quisieran matarlos. De hecho, ni siquiera parecía que quisieran robarles, pues no se habían apropiado de ninguna de las armas.

–¿Por qué nos seguíais?– se encargó Gjaki del interrogatorio.

Le había dicho a Goldmi que hiciera de "poli buena", mientras que ella era la "poli mala". Es cierto que nunca había probado esa estrategia, pero la había visto en películas en el pasado. Probar no costaba nada.

–Aah... Esto... No seguíamos a nadie...– mintió.

Claro que no era muy bueno haciéndolo. Gjaki ni siquiera necesitó morderlo y Cotilla para darse cuenta. Había interrogado a muchos otros antes, y estaba claro que aquel sanador era un principiante.

–Deberías decir la verdad antes de que se enfade. No te gustaría verlo enfadado– intervino Goldmi, usando el masculino debido al disfraz de su amiga.

Intentó poner un tono dulce, pero aquello se le hacía muy extraño. A Eldi le pareció forzado, pero el sanador estaba demasiado asustado como para darse cuenta. Sus compañeros también, aunque daba igual si no era así. No podían decir nada con su boca tapada.

–Repito. ¿Por qué nos SE GUÍ AIS?– insistió la vampiresa, recalcando cada sílaba.

Además de ello, su aura se tornó majestuosa y letal. Dado que aquellos aventureros eran vampiros, su Linaje era efectivo. Todos ellos palidecieron. No sabían quién era, pero sin duda era un vampiro de alto rango. Si no estuviera disfrazada, quizás incluso alguno se hubiera desmayado.

–Yo... Yo... Su ex... exce... excelencia... Esto ha si... sido un error...– tartamudeó.

–Mejor responde a la pregunta. Te lo recomiendo. O se enfadará de verdad– intervino de nuevo la elfa.

–Só...Sólo compro... comproprobábamos que no fuerais los criminales. ¡Está claro que no lo sois! ¡No que... queríamos molesta... taros!– confesó

–¿Qué criminales?– le siguió interrogando Gjaki con curiosidad.

El sanador respiró aliviado, tanto por el tono de la vampiresa como porque había retraído su aura.

–Esto... Nos dijeron que avisáramos si veíamos a alguien usar un hechizo parecido a un muro de fuego o de hielo. O que usara hacha, lanza y martillo. Es un criminal muy buscado– aseguró.

Ella miró de reojo a Eldi. Llevaba una lanza, aunque no lo habían visto usar nada más. Al fin y al cabo, sólo los habían seguido desde lejos, mientras continuaban con su objetivo original de levear en aquella planta. No los habían vigilado a cada momento.

–¿Quién lo buscaba y cómo los avisáis?– se interesó Gjaki.

–Era un grupo de élite de Engenak, no mentían, no se pueden falsificar esas insignias. Nos dieron un dispositivo de comunicación, está dentro– siguió confesando –. ¡No! ¡Espera! ¡Te lo he dicho todo!

Gjaki había desenvainado una daga y se había acercado a él. Sus compañeros se revolvían, queriendo ayudar, pero estaban fuertemente atados. Aunque todos se detuvieron algo abochornados cuando vieron que Gjaki cortaba las cuerdas, no a su compañero. Bueno, en realidad, cortaba las Ataduras Sanguíneas, que podía haber inutilizado con un pensamiento sin necesidad de dramatizar.

–Lo ha hecho queriendo– se dijo Eldi, suspirando y mirando a Goldmi.

Ésta asintió, suspirando también, aunque escapándosele una sonrisa.

–Tráelo– ordenó Gjaki.

El vampiro entró rápidamente en la tienda y salió poco después. No se atrevió a intentar nada, pues estaba demasiado asustado. Simplemente, le entregó el objeto a Gjaki.

Ésta observó aquella especie de huevo metálico del doble de tamaño de su puño. Le dio un par de vueltas, y se lo lanzó a Eldi, quien lo examinó con más cuidado.

Todos ellos habían visto dispositivos similares en el juego, pero era la primera vez que él lo veía desde que había vuelto. Su funcionamiento era sumamente sencillo. Sólo había que insertar maná para conectar con el otro extremo y establecer una conversación.

–¿Alguna palabra clave o similar?– preguntó el alto humano.

–No– aseguró el sanador.

–Vámonos, no hay nada más que hacer aquí. Desata a tus compañeros cuando nos hayamos ido, y no intentéis seguirnos. Si hay una segunda vez, no será tan magnánimo– los avisó Goldmi.

Queriendo confirmar esas palabras, Gjaki los miró amenazadoramente, activando incluso levemente Sed de Sangre. Tras ello, se dio media vuelta y siguió a sus compañeros, aunque miró un par de veces hacia atrás, haciendo que más de uno tragara saliva.

–Sé que te estás divirtiendo, pero para ya, no puedo más...– le rogó Goldmi, con la mano en la boca.

La actuación de su compañera la estaba haciendo reír. Y Eldi no estaba mucho mejor.

–Ja, ja. Le encanta ser la... el poli malo– añadió Eldi.

–No seáis envidiosos. ¡La próxima vez os dejo a vosotros!– rio también la vampiresa.

Estaban de buen humor, aunque también preocupados. Sabían lo que aquello significaba. No se habían rendido, iban a por Eldi.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora