Elfhumvam

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–¿Cuándo has vuelto? Te hemos estado buscando todos estos años– le preguntó Goldmi, sin acabarse de creer lo que sus ojos le mostraban.

–Hace unos meses. Fue increíble. Un día estaba en la cama, muriéndome de viejo, y al instante siguiente estaba aquí. Es como un sueño– confesó él –. ¿Cuándo llegaste tú? ¿Qué quieres decir con "hemos"?

–¡Ah! ¡Gjaki también está aquí! Llegó la primera. Tuvo un accidente al poco de cerrar el juego, debe hacer unos noventa años. Yo llegué diez años después. ¡Voy a llamarla!– le explicó

–Ochenta años... No lo pareces– se sorprendió él.

–Los elfos vivimos muchos años. Creo que todas las razas de los visitantes. Tú no eras un humano normal, ¿verdad?

–Un alto humano, aunque no sé cuantos años vivimos. Bueno, mis hijos tienen cerca de cien años y se ven jóvenes– pensó él en voz alta.

–¿Tus hijos?– lo miró la elfa incrédula –. ¿Tuviste hijos en el juego?

–Ja, ja. Mis hijos adoptivos. ¿Te acuerdas de Lidia y Líodon?

–¡Ah! ¡Ahora que lo dices! No lo había pensado... Deberíamos haber contactado con ellos... No se me ocurrió...– se lamentó Goldmi.



Ni siquiera la vio acercarse hasta que la tuvo frente a él. Se miraron los dos fijamente por unos instantes, hasta que ella se abalanzó sobre él y lo abrazó.

La vampiresa había saltado desde el hueco del segundo piso, impulsado contra la pared y llegado frente a Eldi, mientras las gemelas la miraban entusiasmadas. Se había quedado atónita al verlo, y se había acercado velozmente para confirmar que sus ojos no la engañaban.

–¿Por qué no dijiste nada? Te envié un mensaje por el gremio– le reprochó Gjaki, sin querer soltarle.

–¡Ah! ¿Era tuyo? Pensaba que sería del juego... Vi que tenía uno cuando estaba en Goltrak, pero no me iba a quedar mucho y tardarían en traerlo. Así que pensé pasarme por Narzerlak a buscarlo. Aún no me ha dado tiempo– se disculpó Eldi.

–Goldmi igual... No sé para qué me esforcé...– se quejó la vampiresa.

–¡Ya me disculpé!– exclamó Goldmi.

Gjaki los miró durante un momento como si estuviera molesta, pero enseguida su rostro se suavizó y volvió a esgrimir una enorme sonrisa. Incluso había echado de menos quejarse de sus compañeros. En el juego, varias veces se habían olvidado de leer los mensajes que les dejaba para decirles que no podría ir, o quedar a otra hora.

–Lo importante es que estamos todos juntos otra vez. ¡Elfhumvam ha vuelto! ¡Viva Elfhumvam!– exclamó Gjaki, riéndose mientras lo decía.

Después de tantos años, aquel nombre aún resultaba embarazoso. Aun así, se sintió eufórica al decirlo.

–Ja, ja. ¡Viva Elfhumvam!– la acompañó la elfa.

Las dos miraron a Eldi fijamente, esperando. Éste suspiró y se encogió de hombros, no tenía escapatoria.

–Viva Elfhumvam...– se sumó reticente, sin mucho entusiasmo.

Ya en el juego, le había resultado un tanto vergonzoso escribirlo en el chat. Ahora, le resultaba incómodo decirlo en voz alta.

–Tch... Sigues igual de arisco... – criticó Gjaki, chasqueando la lengua, pero también riendo por lo bajo.

––¡Viva Elfhumvam!–– exclamaron las gemelas, sin saber muy bien de qué iba aquello.

Se habían acercado y miraban curiosas a Eldi, quien se sorprendió un poco al verlas. Eran dos niñas elfas rubias adorables, con cierto parecido a Goldmi. La miró y ella sonrió.

–Mis hijas. Ésta es Gjami. Ella es Eldmi. Saludad a mi amigo Eldi.

––¡Hola Eldi!–– saludaron a la vez.

–¿Eres ese Eldi? ¿El amigo de mamá y tía Gjaki?– preguntó Gjami, curiosa.

–¿Qué es Elfhumvam?– preguntó también curiosa su hermana.

–¿No sería mejor que pasarais dentro?– sugirió Elendnas, un poco más al fondo.

Eldi se sorprendió al recocerlo. Era el elfo que Goldmi les había presentado en el juego, y que a menudo ésta iba a visitar. Muchas veces, habían bromeado con que se había enamorado de él, como ellas habían bromeado sobre Melia. Al parecer, había más verdad de lo que habían creído en aquel entonces.

–Mi marido Elendnas. No sé si te acuerdas de él– lo presentó Goldmi, invitándolos a entrar.

–Claro que me acuerdo, aunque fue hace mucho. Era todo tan diferente entonces... Encantado de verte de nuevo– lo saludó Eldi.

–El placer es mío. Vamos, pasad, seguro que tenéis mucho de qué hablar.

El elfo había oído muchas veces el nombre de Eldi de la boca de su esposa y de su amiga. Incluso lo recordaba, aunque vagamente. Excepto en un par de ocasiones, había habido una especie de neblina al verlo, como con la mayoría de visitantes.

–Mamá, ¿qué es Elfhumvam?– insistió Eldmi

–¡Mamá! ¿Es ese Eldi?– volvió a preguntar su hermana.

–Sí, es ese Eldi. Elfhumvam era el nombre de nuestro grupo. Son las letras de elfo, humano y vampiro en una lengua de otro mundo– respondió tía Gjaki con cierta nostalgia.

–¿De otro mundo? ¿Qué mundo?– se interesó Eldmi.

–Niñas, después podréis preguntad. Ahora tienen mucho de qué hablar. ¿Por qué no vais a jugar fuera?– las interrumpió Elendnas.

––Pero...–– se quejaron las dos, inflando sus mejillas.

–Tía lince dice que salgáis a jugar con ella– las sobornó su madre.

––¡Vale!–– exclamaron las dos a la vez, corriendo tras la felina, entusiasmadas.

–Los bollos rellenos de carne con salsa picante– reclamó como pago ésta a través de su vínculo.

–¡Yo también ayudo!– se ofreció el ave albina –Me conformo con las mini pizzas de serpiente.

–Aprovechada– la criticó la lince.

–Mira quién habla. Ni siquiera podrías vigilarlas sin mí– replicó la azor.

Goldmi las dejó pelearse, pues sabía que era uno de sus pasatiempos favoritos. Además, aunque aprovecharan para reclamar comida, sus dos hermanas se sentían muy cercanas a las gemelas. Incluso las consentían más de lo que reconocían.



–En serio, tenía que haber sido al menos semáforo amarillo, sino rojo– demandó la vampiresa.

–Rojo hubiera sido muy exagerado... Y no era tan urgente como para amarillo...– se defendió la elfa.

–Ja, ja. A pesar de los años, seguís igual. Os peleáis por cualquier cosa– se rio Eldi.

Las dos se miraron, se sonrieron, miraron a Eldi, y le sacaron la lengua.

–Y os unís contra mí...– se encogió éste de hombros.

Las dos se rieron, y él se unió a las risas. Incluso sin haber bebido alcohol, todos se sentían eufóricos por el reencuentro.

–Y tú igual de quejica. Va, explícanos todo. ¿Cuándo llegaste? ¿Qué ha pasado desde entonces?– exigió Gjaki.

–Antes de eso, ¿sabéis algo de Melia? No he podido encontrarla, y nadie quiere decirme nada. Yo... Me gustaría verla...– pidió Eldi, dejando entrever sus sentimientos.

–Ni idea– se encogió de hombros Gjaki, algo deprimida por no poder ayudar.

–Mi amiga Maldoa es su sobrina, quizás sepa algo. Suele venir a menudo. Cuando la vea, le preguntaré– sugirió Goldmi.

–Gracias– agradeció Eldi desde el fondo de su corazón, esperanzado. Por primera vez, tenía una pista.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora