Subasta (VI)

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Una vez más, el silencio invadió la sala. Una vez más, el "pujador anónimo" había actuado, y esta vez subiendo cuatro millones a una ya alta oferta. Demostraba así su solvencia, y su resolución a hacerse con el artículo en liza.

El hijo del gobernador, como todos los demás, se quedó estupefacto por unos momentos, aunque pronto su sentimiento se convirtió en furia. Si bien no podía saberlo, estaba convencido de que era el mismo que había estado fastidiándolo en las compras previas, el mismo al que había querido intimidar.

Si lo hubiera pensado más fríamente, se hubiera dado cuenta de que alguien capaz de ofrecer esa suma no era un don nadie, pero la ira lo cegaba. Sólo pensaba en vengarse por las afrentas recibidas, así como la avaricia lo tentaba. Si podía vengarse, quizás podría hacerse con aquel valioso objeto también.

Estuvo tentado de pujar, pero aquel precio era más de lo que podían pagar. Puede que para Gjaki tampoco fuera bajo, pero ella y sus compañeros podían permitírselo varias veces, tal eran las riquezas acumuladas durante el juego. Además, ninguna cantidad de oro era tan importante para Goldmi como la poción, y la cáscara de fénix era uno de los ingredientes necesarios.

Expectantes y en un respetuoso silencio, los asistentes asistieron a la cuenta atrás.

–Quince millones a la una, quince millones a las dos, quince millones a la tres... ¡Adjudicado por quince millones!

La anfitriona tuvo que esperar a que acabaran los aplausos para seguir hablando.

–Ha sido una puja emocionante, sin duda la guinda final a una excitante subasta. Gracias a todos por acudir, y hasta el próximo año. ¡Volveremos a traer los mejores artículos para todos ustedes!– se despidió la anfitriona, realizando una elegante reverencia a los asistentes antes de retirarse.

Aplausos, vítores, murmullos, declaraciones de amor a la anfitriona y discusiones rompieron entonces el silencio. Muchos hablaban y especulaban sobre quién o quiénes eran aquel "pujador anónimo", incluso alguno acertó por pura casualidad.

Tampoco eran pocas las mofas hacia el hijo del gobernador, a costa de cómo había sido humillado por supuestamente dicho "pujador anónimo". Se reían de él por haberlo provocado, por haber recibido una lección por su arrogancia. Aunque la mayoría lo hacían en voz baja, temerosos de ser oídos por quienes no debían.



Lakniba acudió personalmente a entregar los artículos y recibir el pago, restando lo obtenido por los productos vendidos. Gjaki era una clienta adamantino, por lo cual no había necesitado demostrar que tenía el capital para competir, pero eso no significaba que lo tuviera. Había ocurrido en el pasado, lo cual había supuesto la intervención de la central para solventar el problema.

Por ello, la recepcionista estaba nerviosa, aunque pronto se dio cuenta de que no había motivo para ello. No obstante, sus ojos se le salían de las órbitas cuando Eldi empezó a sacar monedas de oro, una tras otra, amontonándolas frente ella.

–E... Esto... ¿Van a pagar todo en metálico?– preguntó ella, un tanto asustada.

No podía oponerse a que le pagaran en monedas de oro, pero más de quince millones suponía un gran problema, un enorme problema.

––¡Ja, ja ja!–– rieron todos.

–No les hagas caso, era sólo una broma– la consoló Goldmi, que no obstante también había reído, y no se había opuesto a la pequeña travesura.

Gjaki sacó entonces lo que ella llamaba billetes mágicos, imposibles de falsificar, y mucho más prácticos que pagar en monedas de oro cuando se trataba de grandes cantidades. Estaban expedidos por uno de los bancos locales, y resultaban mucho más manejables

–Me han dado un buen susto...– se quejó ella, suspirando aliviada.

–Ja, ja, tendrías que haber visto tu cara– siguió riendo Gjaki.

La recepcionista abrió la boca para decir algo, pero se abstuvo. Estaba avergonzada, aunque no enfadada. La broma había sido inocente, sin malicia. En otras ocasiones, las había sufrido mucho peores, e incluso habían llegado al acoso. Además, aquel grupo le caía bien.

–Gracias por su asistencia al evento. ¿Necesitan ayuda para llevarse los artículos adquiridos?– les sonrió.

–No es necesario, podemos con ellos– aseguró Eldi, haciendo desaparecer algunos de ellos.

Lakniba lo miró con cierta sorpresa, pues no era habitual poseer artefactos espaciales. Eso demostraba una vez más que aquellos invitados no eran simples, que seguramente provenían de familias u organizaciones poderosas, que tenían un origen incluso más importante que el del arrogante Johil.

A pesar de ello, actuaban sin prepotencia, lo que aumentaba el aprecio y respeto de la recepcionista. Además, sospechaba que habían sido ellos quienes habían estado molestando al hijo del gobernador, lo que reforzaba su simpatía hacia ellos. El hecho de que tuvieran algunos de los artículos que habían pujado contra él reforzaba la convicción. Si bien no podía asegurar que fueran ellos quienes habían pujado sólo para molestar, sin duda resultaban sospechosos.

–¿Quieren marcharse por una de nuestras salidas reservadas? Así evitarán problemas– sugirió.

Había una evidente preocupación en su voz. Habían ofendido a Johil, y su última adquisición podía ocasionar la avaricia de gente sin escrúpulos. Usando dicha salida, podrían salir desapercibidos.

–Claro. ¿Por dónde es?– pregunto Eldi.

–Por aquí, síganme– les pidió ella.

Lakniba frunció el ceño cuando salió de la sala, pues Johil y su grupo estaban allí, esperando. Estaban furiosos, irritados, y también querían saber quiénes eran aquellos vecinos que los habían ignorado.

Su sorpresa fue mayúscula cuando se encontraron con los tres compañeros, vistiendo ropas sencillas, otra vez disfrazados. Lo que más los sorprendió es reconocerlos como aquel grupo de "plebeyos" del que se habían burlado.

–Vosotros... ¿Sois los que habéis estado pujando contra nosotros?– pregunto acusadoramente una de ellos.

Sospechaba de ellos al mismo tiempo que dudaba. No tenían aspecto de poder hacerlo, pero salían del Palco de la Luz, el reservado para los mejores clientes. Ni ellos tenían acceso a éste, ni tampoco los representantes de los diferentes gremios.

Lakniba no dijo nada, siguiendo su camino, esperando que todo acabara allí. No podía haber peleas dentro, pero una vez reconocidos, podrían buscarlos fuera.

Eldi y Goldmi los miraron y se volvieron de nuevo, ignorándolos. Estaban repasando los ingredientes que les faltaban, y no tenían ganas de lidiar con aquellos jóvenes.

Gjaki, por su parte, los miró fijamente a los ojos, en especial a Johil, mientras sonreía burlonamente. No dijo nada, pero su expresión sin duda denotaba que se estaba mofando de ellos, en parte reconociendo la acusación. Algunos incluso dieron un paso hacia ella, pero el resto los detuvieron. Aquel no era el lugar.

–No hacía falta provocarlos– la regañó Goldmi, preocupando a la recepcionista.

Gjaki la miró, sonriéndola divertida, aunque había algo de tristeza y decepción en sus ojos.

–Quiero ver hasta dónde son capaces de llegar, si solamente son unos ricos idiotas, o si ya sus familias han degenerado hasta el punto de no retorno.

Aquellas palabras y el tono sorprendieron mucho a Lakniba, pues insinuaban más aún de lo que decían.

–¿Quiénes son?– se preguntó.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora