Hormiguero (IV)

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Los dos miraron hacia atrás, y no pudieron sino quedarse unos instantes contemplando asombrados la montaña de hormigas que se alzaba hacia el agujero en el techo.

–Eldi, lo que probamos el otro día con los hilos– reaccionó la vampiresa.

Él asintió, acercándose a las lanzas que seguían clavadas en el suelo. Cogió los hilos y simplemente aplicó su maná con el atributo eléctrico, sin ningún hechizo adicional.

Dicho maná se propagó por el largo hilo, electrocutando a las hormigas. No fue suficiente para matarlas, pero les había dado un fuerte shock a todas.

Gjaki cogió los hilos, sintiendo un pequeño calambre. El maná eléctrico se había debilitado tras pasar por las hormigas, pero aún quedaba algo. Aplicó entonces Cordel Letal para afilarlos y cortar a las hormigas. Estuvo tentada de usar también Red Mortal, para que los hilos se tensaran y fueran hacia ella. Por desgracia, estaba muy por encima del nivel que había prometido no sobrepasar.

En su lugar, Eldi se puso unos fuertes guantes especiales para la ocasión, cogió el extremo del hilo, y empezó a estirar, enrollándolo sobre las lanzas que estaban en el suelo. Gjaki hizo lo mismo con el otro extremo. Así, tensaron aún más los hilos, provocando que las hormigas fueran aún más constringidas, y los afilados filamentos se incrustaran en ellas.

Sólo quedaron cadáveres y hormigas moribundas en la parte inicial del túnel, bloqueando así el camino a las otras.

–Ayuda a Goldmi. Yo voy a investigar los túneles– pidió Gjaki.

Eldi asintió, y se dirigió hacia la montaña de cuerpos. La vampiresa necesitaba toda su concentración para dirigir tantos Murciélagos, que además tenían que esquivar las hormigas. Esto último era relativamente fácil con uno, pero estaba controlando muchos más. Estuvo más que tentada de romper su promesa y usar Pensamiento Paralelo.

Había que elegir un camino. Tenían dos túneles a los lados, y más bifurcaciones habían surgido por delante. Así que hizo recorrer a sus exploradores los túneles, mientras Eldi llegaba junto a la elfa.



La azor saltaba de hormiga aplastada en hormiga aplastada. Estaban inmovilizadas por las heridas y el peso sobre ellas, así que era fácil desgarrar sus ojos y antenas, incluso llegar hasta su cerebro. La lince iba rematando a las que veía moverse desde su lado, mientras que Goldmi hacía lo propio desde el suyo, sobre todo con la espada y Estocada. Era una buena forma de entrenar la habilidad.

Tenían que acabar con ellas lo más rápidamente posible, pues más se acercaban por detrás, y se veía movimiento por arriba.

La lince dejo pasó a Eldi y se fue a vigilar la retaguardia. Con facilidad, esquivó las trampas, pues había visto como las había puesto su hermana, y podía sentir su maná como si fuera el suyo propio. Sin dudarlo, atacó a una hormiga con medio cuerpo dentro de una de las trampas.

La hormiga, que suficiente tenía con intentar escaparse del inesperado Abismo de Viento, se encontró de repente con la enorme felina atacando por detrás, empujándola contra la trampa, clavando los colmillos en su carne. Estaba indefensa y a merced de la felina, aunque no las que venían por detrás.

Mientras, Eldi usaba Colador para agujerear a las hormigas, o Impacto Perforante si era una sola. Hubiera querido entrenar Punzada Desgarradora, pero no podía permitirse el coste de energía, además de que era un tanto exagerado para la situación actual.

Vio como la cabeza de una hormiga se asomaba sobre el cuerpo de su compañera, intentando atravesar los cadáveres. Al ver al alto humano, abrió la boca para Escupir el corrosivo ácido.

Eldi no perdió el tiempo en desclavar la lanza. En su lugar, invocó una de Hielo y la lanzó con Jabalina, entrando por la boca abierta.

Unas pinzas asomaron por otro lado, y el resto de la mandíbula poco después, junto a las antenas que querían investigar los alrededores. Éstas y uno de los ojos fueron el objetivo del ave albina, que parecía disfrutar con desgarrar a las hormigas con su pico y garras. Así, liberaba el estrés de estar en un lugar cerrado.

Al mismo tiempo, las tres asistentas seguían trabajando sin parar, sin dar abasto. Una pequeña Gjaki, una pequeña Goldmi y una especie de hada cibernética.

Las dos compañeras habían interrogado a Eldi sobre la apariencia de su asistenta. Querían saber por qué no era un pequeño Eldi, pero él desconocía la respuesta. No recordaba que, por aquel entonces, había estado obsesionado con hadas y robots. O no quería hacerlo.



–¡Seguidme! ¡He encontrado a la reina!– exclamó Gjaki.

Rápidamente, se reunieron, mientras ella cortaba unas patas que intentaban colarse por los Muros de Eldi. No tardarían en empezar a atravesarlos.

Se metieron por el túnel que iba en diagonal hacia abajo, el que Gjaki había recorrido hasta casi la mitad. A la entrada de éste, Eldi puso una Cúpula de Fuego, no preocupándose mucho por si consumía el oxígeno de lo que dejaban atrás.

Además, iba creando Muros de Tierra, que en aquel túnel más estrecho lo taponaban casi por completo. De esa forma, esperaba hacer creer a las hormigas que no había camino por ahí, o al menos retrasarlas.

Goldmi, la lince y Gjaki abrían camino, mientras que la azor observaba desde el hombro de su hermana. Estaban ahora usando más maná del que podían regenerar, incluso habiendo tomado una poción. Querían atravesar la zona cuanto antes, pues aquel relativamente estrecho túnel podía ser una trampa mortal. No obstante, tampoco lo derrochaban. No podían permitirse quedarse sin.

Cabe decir que no tenían que racionar pociones. Eldi había hecho más que suficientes para varios niveles. Tenía sus ingredientes, los de sus compañeras, los que podían conseguir en la mansión, comprarse en la ciudad cercana, o conseguirse en la aldea de Goldmi.

Incluso en el Reino de Sangre, varios condes estaban haciendo acopio de ingredientes. No sólo ayudaban a su reina, amiga y salvadora, sino que podían quedarse los que sobraran.

Después de años de luchas despiadadas y asesinatos, pocos artesanos se habían quedado voluntariamente. Con la paz de los últimos años, algunos habían regresado, buscando oportunidades, pero no demasiados, ni de nivel excesivamente alto. Entre otras cosas, debido a la carencia de plataformas mágicas.

Muchas habían sido robadas o saboteadas para impedir el uso por parte de sus enemigos, y restaurarlas no era fácil. Se estaba trabajando en ello, pero requería tiempo volver a la normalidad. Habían sido cientos de años de enfrentamientos continuos a menor o mayor escala.

Era precisamente por esa paz que Gjaki, la reina de sangre, era tan adorada por sus súbditos. Había logrado lo que parecía imposible en una tierra hasta entonces maldita por guerras interminables.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora