Ataque subterráneo (IV)

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Mientras Eldi luchaba juntos a varios aventureros, Gjaki se unió a un grupo que tenía problemas con una manada de roedores corrompidos. No eran muy grandes, apenas un metro de longitud, pero había muchos. Habían empezado a salir tras ser eliminada una serpiente, y su número y ferocidad estaban sobrepasando a los aventureros.

Tenía confianza en poder eliminarlos todos ella sola, e incluso meterse en el túnel, pero no quería llamar la atención. Así que se limitó a eliminar hábilmente a los que tenía más cerca, ejecutando varias habilidades de daga. Podía esquivar sus mordiscos con facilidad, y Punto Débil le decía dónde era mejor atacar.

A eso hay que añadir que una mirada entre ella y la elfa bastaba para que algunas flechas volaran al lugar adecuado. Incluso una Flecha de Luz entró por la boca de uno de los roedores cuando Gjaki la mantuvo abierta para evitar ser mordida. Tras ello, el ser corrompido apenas duró unos segundos.

Además, secretamente había dejado caer algunos hilos e invocado un Murciélago. Con su familiar dentro del oscuro túnel, manipuló el hilo con Cordel Vivo, para luego crear una Telaraña y reducir la llegada de los roedores corrompidos.

Con la ayuda de la vampiresa y el apoyo de arqueros y magos, consiguieron contener la estampida de aquellos seres de poderosos incisivos. Evitaron así que pudieran salir y crear caos, atacando por todos lados como era la intención de la sombra.



El número de perdidos era incluso mayor de lo que Goldmi había creído, y muy superior al de los aventureros. Sólo el contenerlos, y poder lidiar con ellos poco a poco, hacía viable poder eliminarlos.

Los aventureros tenían un plan B, que era el de ejecutar un poderoso hechizo para retenerlos y huir de allí, aunque eso podría significar un grave problema.

Tendrían que poner en alerta todas las zonas contiguas, y ejecutar un meticuloso plan para eliminarlos. Para hacerlo más complicado, si volvían a moverse por dentro de la tierra, sería muy difícil localizarlos. Por ello, era vital eliminarlos, al menos la mayor cantidad posible.



El mayor problema era que había más enemigos de los esperados, y que las reservas de maná y energía no eran infinitas. Por ello, después de discutirlo con algunos de los líderes, Maldoa se acercó a Eldi.

–¿Tienes más de esas pociones? Necesitaríamos cerrar dos bocas más– le pidió.

–Claro. Llévales éstas a Gjaki– le pidió –. ¡Cuándo os avise, apartaos! ¡Voy a cerrar el túnel!.

Habían acabado con el topo y otros dos limos. Ahora, estaban luchando contra un lagarto, que no podía ejercer todas sus habilidades al no poder salir del todo del agujero.

–¡Ahora!– gritó en cuanto el reptil corrompido comenzó a desintegrarse.

Varias fuertes explosiones se escucharon en un breve intervalo en dos puntos distintos. Gjaki y Eldi se miraron y alzaron el pulgar hacia arriba, mientras que Goldmi sonreía en la distancia. Al mismo tiempo, disparó varias flechas que atravesaron un ojo y la oreja del adversario de la lince. Ésta había logrado colocarlo en esa posición y avisado a su hermana, que había aprovechado la oportunidad.

De repente, se escuchó un fuere estruendo unos metros más allá, y toda la tierra tembló. Todos los que no estaban luchando miraron hacia el lugar, encontrándose con los dos enanos chocando sus palmas, visiblemente exultantes.

Los que los conocían negaron con la cabeza, y siguieron a lo suyo, mientras que el resto no pudieron evitar preguntar. No tardaron en descubrir que los enanos habían Derrumbado uno de los túneles sobre sus ocupantes. Aquello quizás no mataría a todos, pero los retendría por un tiempo. Los únicos perdidos con capacidad para excavar eran los que estaban delante.



Por su parte, la azor destrozaba los ojos de una enorme serpiente. El reptil había logrado alzarse para que su cabeza estuviera fuera del alcance de los guerreros, mientras que su cuerpo era lo suficientemente resistente como para aguantar durante un buen rato.

Desde esa posición, podía lanzar peligrosos Escupitajos de veneno, e incluso alzar barreras de miasma para bloquear proyectiles y hechizos. Era un adversario complicado, siendo la principal ventaja el que bloqueaba completamente la salida, por lo que los otros seres corrompidos debían esperar.

Lo que no pudo bloquear fue a la veloz ave albina, que Chocó contra ella viniendo desde un punto ciego. Sin darle tiempo a recuperarse, atacó sus ojos con su pico, sus garras y su aura de viento. En cuando acabó su trabajo, alzó el vuelo, poniéndose fuera del alcance de la enfurecida serpiente corrompida, ahora ciega.

Siguió lanzando veneno, pero ya no podía apuntar, ni bloquear los ataques a distancia. El daño que le hizo la azor no fue muy elevado, pero fue en el lugar preciso para dejarla totalmente vulnerable.



Con menos salidas abiertas, los aventureros podían hacer turnos. Los que tenían que descansar se iban hasta el bosque para recuperarse, hasta la zona viva. Mientras, sus compañeros se encargaban de contener y eliminar los que iban saliendo.

A eso hay que añadir que más y más aventureros fueron llegando de zonas cercanas, o grupos que no habían podido ser avisados con suficiente tiempo. Por ello, incluso cuando una nueva salida se abrió, ya había dejado de ser un problema.

Estuvieron allí tres días, acabando con el flujo continúo de perdidos, e incluso abriendo los túneles sellados previamente. Allí, algunos seres corrompidos habían intentado abrirse paso, dañándose a sí mismos en el proceso y apenas avanzado. Atacaron con ferocidad en cuanto se abrió un agujero, pero estaban en clara desventaja. Tenían que escalar hasta la salida, y enfrentarse a muchos enemigos a la vez.

A pesar de ello, uno tras otro no dudaron en atacar, tanto siguiendo órdenes como deseando morir y ser liberados de su cautiverio.

Por su parte, Eldi y Goldmi lograron subir a 90, lo cual fue un tanto agridulce para la drelfa. Por una parte, se alegraba por ellos, pero por otra le entristecía. Significaba que tendría que separarse de ellos, pues no podría acompañarlos a dónde iban.

Sólo podía estar con ellos porque estaban luchando en la zona corrompida, y sólo después de mover algunos hilos. Sin embargo, no podía alejarse mucho del frente. Era la misión a la que se había comprometido hacía ya decenas de años. Ella era el enlace con las dríadas, por lo que su presencia resultaba de vital importancia. Suspiró. Sólo podía desearles suerte.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora