Búsqueda

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Se quedaron esperando, protegiendo a Goldmi, mientras está usaba Vínculo Visual para ver a través de los ojos de la azor. No obstante, resultaba sumamente difícil encontrar lo que buscaban. Hubiera sido más sencillo buscar una aguja en un pajar.

Todos los árboles parecían iguales ahora que estaban corrompidos, nada que ver con la variedad de colores y vida del pasado. No les quedaban hojas, y sus ramas y troncos eran negruzcos.

A menudo, podían verse perdidos quietos entre los árboles, esperando una orden, o detectar a un vivo. Su existencia no tenía ningún otro sentido.

La azor volaba demasiado alto para ser detectada, y no era avistada con facilidad, incluso si se estaba buscando en el cielo. Además, ese no era el pasatiempo preferido de los seres corrompidos. De hecho, no tenían ninguno. Simplemente, estaban.

Tampoco había corrompidos alados volando, pues no se les había perdido nada en el cielo. No necesitaban cazar para sobrevivir, pues ni siquiera estaban vivos. Se los podía ver sobre algunas ramas, inmóviles como el resto, haciendo nada.

–Parece que cada vez hay más– observó Goldmi a través de los ojos de su hermana.

–Sí, se están reuniendo en esa dirección. Me acerco a ver– respondió el ave albina.



–Je, je, esto va a ser divertido– auguró Jhinkro.

Era la sombra encargada de aquella zona. Llevaba semanas reuniendo seres corrompidos, y enviando unos pocos al frente. Si se concentraba, podía sentir cuando morían los que estaban bajo su dominio.

–Otro ha muerto. Esta es la mejor hora. Cuando acabe de reunirlos, lanzaré el ataque. Me pregunto con cuántos vivos podré acabar– se congratuló por adelantado.

Su intención era lanzar a su ejército para que llegara a la frontera a aquella hora, atacara a todos los vivos que pudiera, y volviera. No era la forma más efectiva de utilizarlos, pero sí era segura.

Tenía miedo. Todas las sombras tenían miedo. Goldmi había aparecido de vez en cuando para acabar con algunas de ellas durante los años, por lo que no se atrevían a acercarse mucho.

Puede que hubieran intentado una ofensiva no mucho tiempo atrás, pero con la intención de retirarse ante la presencia de cualquier hada. Y siempre asegurándose de no quedarse mucho tiempo en el frente. No querían darle tiempo a su invisible enemigo a aparecer.

Sin embargo, lanzar ataques desde la distancia era factible. En el caso peor, perdería seres corrompidos, que eran prescindibles. Si podía llevarse algunos vivos, para la sombra habría valido la pena.

Fue entonces cuando unos pocos perdidos actuaron extraños, mirando al cielo. Siguiendo su mirada, descubrió a un ave albina que sobrevolaba la zona.

–¿Un espía? Mmmm. Podría avisar de que hay peligro. Mejor deshacerse de él. Tú, tú, tú y tú, seguidlo y matadlo– ordenó.



La azor observaba atentamente el terreno, los movimientos de los seres corrompidos, intentaba inspeccionar uno a uno los árboles. Si el general estaba allí, su hermana podría verlo a través de sus ojos. El problema era enfocar el lugar justo. Había demasiado terreno.

–Vuelve, son demasiados– le pidió la elfa.

–Son lentos y tontos, puedo esquivarlos. El general debe de haberme visto. Tiene que estar cerca– se negó la azor.

Cuatro seres corrompidos alados habían despegado hacia ella. Sus niveles estaban entre 5 y 7 por encima del ave albina, aunque aún tenían que coger velocidad. Estaban volando en círculos alrededor de ella, ganando altura para acercarse a su presa.

–Pero...– protestó la elfa.

–Está atenta. Cuanto antes descubramos al enemigo, antes podremos actuar. Si es demasiado peligroso, retrocederé– prometió la azor para tranquilizar a su hermana.

La lince no dijo nada, pero también estaba inquieta. El estar allí sin poder hacer nada mientras su hermana se arriesgaba la ponía de los nervios, aunque lo disimulaba.

Gjaki decidió limpiar un poco la zona mientras esperaban, al menos en la dirección indicada por el hada. Tenía bendiciones de Eldi y Goldmi, por lo que compartiría experiencia. Ahora ya no era el momento de contenerse, y era la única a la que el miasma no afectaba en lo más mínimo.

Tenía dos Murciélagos explorando, mientras otro vigilaba al resto del grupo. Allí, Eldi, Maldoa y la lince hacían guardia alrededor de la elfa, que ponía toda su atención en encontrar a la sombra.

No pasó mucho hasta que un halcón corrompido llegó a la altura de la azor, y se dirigió amenazante hacia ella. Ésta se lanzó en Picado unos metros, ganando velocidad y pasando por debajo del enemigo corrompido. Eso lo obligó a darse la vuelta y seguirla.

Dos cuervos aprovecharon que había descendido para intentar acercarse. Sus plumas eran negras como cuando estaban vivos, pero habían perdido el brillo. Por ahora, su velocidad era insuficiente.

La cuarta ave corrompida, un colibrí gigante que había perdido sus vivos colores, cambió bruscamente de dirección hacia su presa, pero le costaba igualar su velocidad.

La azor siguió sobrevolando la zona, dando un amplio círculo, rodeando a sus perseguidores. Sólo el halcón corrompido iba ganando velocidad y se acercaba poco a poco.

Se alejó de la concentración de bestias corrompidas hasta encontrar la zona idónea para bajar en Picado y hacer Eslalon entre los árboles corrompidos. Dejaba más distancia de lo habitual, pues estos se movían despacio para intentar atraparla.

Como esperaba, el halcón la seguía de cerca, fiel a su tarea. Era ágil gracias a su alto nivel, pero a la velocidad a la que iba la azor entre los árboles, era imposible perseguirla sin una habilidad especial.

Lo más sensato hubiera sido seguirla por encima de los árboles, pero el ser corrompido debía cumplir estrictamente sus órdenes. Así que fue tras ella entre los árboles, hasta que colisionó con una rama, perdió el control y se estampó contra un tronco.

No murió, pero una de sus alas estaba rota. Ya no podía seguir con la persecución.

El ave albina se alzó y dio media vuelta. No tardó en encararse con los cuervos, caer en Picado y pasar por debajo de estos otra vez. Al colibrí simplemente lo ignoró. Su vuelo era muy ágil, pero no podía competir en velocidad. Así que pasó a cierta distancia, volviendo a la zona con alta densidad de seres corrompidos.

Tenía que encontrar al general, pero resultaba difícil. Era un espacio demasiado grande, y podía estar escondido.

Aunque la azor no se daba por vencida. Decidió reducir la búsqueda a la zona de dónde habían despegado sus perseguidores, asumiendo que la sombra los había enviado, y que los tenía a la vista en el momento de hacerlo. Iría ampliando el círculo de búsqueda si no la encontraba.

No sabía si era un buen plan, pero no era peor que ir buscando a ciegas.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora