Jefe de lava (I)

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Tras el tercer ataque de lava, la enorme serpiente invocó a sus Lacayos, es decir, a unas veinte Larvas de Lava del doble tamaño de lo habitual. En contra del comportamiento de las que se habían encontrado previamente, éstas inmediatamente salieron del lago de lava.

A la velocidad de una persona normal caminando rápido, siempre se dividían en pequeños grupos para atacar así a cada aventurero. En esta ocasión, todos estaban juntos frente a Goldmi, así que hacia esa dirección se dirigieron las larvas.

Una vez más, la elfa siguió centrándose en la enorme serpiente, mientras observaba de reojo el campo de batalla. Pronto, aquellas larvas empezaron a caer en agujeros con Carámbanos en el fondo. El poder corrosivo de los Tentáculos competía con la ardiente piel de aquellos seres de maná, al igual que algunos mastines se fundían junto a sus presas.

Eldi atacaba directamente con Lanzas de Hielo, mientras que Gjaki hacia lo propio con dagas creadas con Filo de Sangre. No eran tan efectivas como el hielo, pero tenían que compartir el gasto de maná. Daga Fugaz era usada para lanzarlas cada vez que creaba una nueva de esas dagas.

La azor colaboraba con Filos de Viento, mientras que la lince atacaba directamente. Su afinidad al fuego sólo le permitía aguantar por unos instantes, así que saltaba continuamente de un lado a otro.

Pronto, la primera oleada de larvas fue derrotada.



Eldi se apresuró a rellenar los agujeros hechos con Poder del Topo con Carámbanos, mientras que Gjaki colocaba más Tentáculos.

Por su parte, Goldmi había ido añadiendo diferentes habilidades a las Flechas de Viento para comprobar su eficacia. Como era de esperar, Flecha Penetrante permitía a la Flecha de Viento penetrar un poco más, pero el resultado final no era tan bueno como había esperado.

También podía aprovechar para lanzar más flechas al mismo punto, haciendo la herida más profunda. Sin embargo, a diferencia de lo que hubiera ocurrido con un ser vivo, eso no significaba aumentar el daño. Por eso mismo, no se ganaba nada Reteniendo las flechas para lanzarlas a la vez.

Dragón de Viento ocasionaba una gran cantidad de daño, aunque algo menos que invertir todo ese maná en Flechas de Viento. Una vez más, hubiera sido diferente en un ser vivo.

El jefe de planta no se preocupaba de las flechas ya clavadas, dejándolas distorsionar su maná poco a poco. Si hubiera sido la Serpiente de Lava real, se hubiera hundido en la lava para eliminarlas. En ese caso, un único y potente disparo hubiera sido más efectivo.

Durante un buen rato, siguieron con la misma táctica. Goldmi atacaba a distancia sin dejar bajar demasiado su reserva de maná. Los demás bloqueaban los ataques con sus cuerpos, reflejando parte del daño, y se encargaban de las Larvas de Lava que iban apareciendo

Cuando la vitalidad de la enorme serpiente llego al 50%, se dividió en cinco. Eran también enormes, pero no tanto como la primera. Una fue a por Eldi, otra a por Gjaki, otra a por la lince y otra a por Goldmi. La quinta se quedó mirando al cielo, queriendo atacar a la azor. A veces, le Escupía Lava, pero para el ave albina era un juego de niños esquivarla. Incluso se permitía lanzar Filos de Viento de vez en cuando.

En cuanto la serpiente se había empezado a dividir, los cuatro se habían separado.

Eldi usó la mitad de su maná para crear Muros de Hielo en el centro, habiendo dejado dos pequeños pasillos que se cruzaban entre los Muros. Ellos podían pasar con facilidad por allí, pero sus enormes enemigos no.

La estrategia era que los persiguieran y pasaran sobre los Muros, siendo muy importante coordinarse para no cruzar dos a la vez. De esa forma, maximizaban el uso del poder del hielo contra el fuego.

Eldi conservaba su maná para crear más Muros cuando podía, pero sólo una vez hubo recuperado suficiente maná para estar sobre el 75%. Necesitaba reservarlo para la última fase. Sólo usaba el martillo para Propulsar las larvas que se acercaban a él. Era un martillo de nivel 93 que había creado específicamente para ese momento.

Había dudado en hacerlo, pero Gjaki había insistido, y pronto había comprobado que tenía razón. Martillos resistentes al fuego eran muy buscados para aquella planta de la mazmorra.

Había visto varios modelos de menor calidad vendiéndose a precios desorbitados. Puede que el suyo tuviera dos niveles menos de lo habitual, pero la calidad lo compensaba. Además, podía ser más una bendición que lo contrario.

Apenas había martillos ignífugos de ese nivel, por lo que cualquier usuario de esa arma no podría conseguir uno a menos que llegara a 95, o consiguiera que le hicieran uno a medida. Sumado a la calidad, Gjaki estaba convencida de que algunos aventureros hijos de ricos mercaderes o nobles pagarían lo que fuera por el martillo.

Por ello, había propuesto venderlo en una subasta. Al principio, Eldi no acababa de estar seguro, pero no le había quedado más remedio que dejarse convencer. No sólo sus dos compañeras parecían interesadas en acudir, sino algunos de la mansión.

Las larvas salían disparadas, y el martillo apenas se enrojecía ligeramente en el momento del impacto. Era más que suficiente para apartarlas del camino y dañarlas. Si tenía puntería, incluso enviarlas contra un Muro o unos Tentáculos.

Gjaki simplemente saltaba por encima o las esquivaba por el lado. Al mismo tiempo, las golpeaba una y otra vez con el látigo ignífugo, con Tieso para que el golpe fuera más contundente. A veces, incluso usaba Agarrar para envolver a una de ellas con el látigo y enviarla contra otra. Ahora que las serpientes se habían dividido y reducido de tamaño, también lo habían hecho las larvas.

El látigo también lo había hecho Eldi, y también planeaban subastarlo. Gjaki había dudado si algún día le haría falta el látigo o el martillo para alguien, pero pronto lo había descartado. Si se diera el caso, sólo tenía que pedirle a Eldi que hiciera otro. Materiales no le faltaban.

La lince saltaba sobre ellos tan rápido como se alejaba. Los aplastaba con el impacto y los Desgarraba. Una vez más, ejecutaba sus movimientos con tal rapidez que el contacto era extremadamente breve, lo suficiente para que su afinidad al fuego resistiera las altas temperaturas.

En cuanto a Goldmi, exterminaba únicamente las larvas que se cruzaran en su camino, con flechas nivel 93. Le dolía sacrificar las flechas, pero necesitaba el maná para disparar continuamente a la serpiente con más vitalidad.

Era importante mantenerlas el máximo tiempo posible en esa fase. Si una sola bajaba del 25%, se pasaba al siguiente. Pasar a esa fase habiendo hecho el máximo de daño, facilitaba y aceleraba la victoria final.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora