Entrenamiento

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–¿Papá va a estar mucho más con el arco?– preguntó Eldmi.

–Déjalo jugar un poco. ¿No te acuerdas cuánto estuvisteis vosotras disparando cuando os regalamos los vuestros?– les recordó su madre.

–¡Casi nada! ¡Sólo los probamos un poco!– negó Gjami.

–Empezasteis después de comer, y se había hecho oscuro cuando acabasteis. ¿Eso es "un poco"?– levantó las cejas su madre.

–¡Ah, mira, ha atravesado otra flecha!– exclamó Eldmi.

–¿Cuándo han aprendido a cambiar de tema?– pensó Goldmi, no segura de si había sido casualidad.

Lo cierto es que Eldi les había traído el arco de Elendnas, quien se había enamorado del arma nada más cogerla. Había estado comprobando sus límites, la circulación de maná, los hechizos y habilidades que conocía, la estabilidad, la puntería. El elfo estaba más que satisfecho.

–¿Creéis que no os oigo?– se giró él, sonriendo.

––¡Papá!–– se abalanzaron sus hijas sobre él.

–¿Qué tal si vamos mañana los cuatro a practicar?– propuso.

––¡Vale!–– respondieron las dos a la vez.

–¡Vale!– respondió también Goldmi, imitando a sus hijas.

Al mismo tiempo, se acercó y lo besó en los labios. Ambos querían practicar juntos, ver si podían compenetrarse, o entrenar hasta que pudieran. Y, de paso, enseñar a sus hijas.

Claro que sus planes tendrían éxito sólo las primeras horas. Fueron descubiertos por el resto de los aldeanos, que se unieron a la práctica como si fuera una celebración. Todos apreciaban mucho al elfo, que había patrullado aun sin estar en plena forma, protegiéndolos.

Incluso las elfas que en su día lo habían pretendido, y se habían sentido resentidas con Goldmi, lo felicitaron de corazón. Aquello era cosa del pasado, pecados de juventud que era mejor olvidar.

Sin duda, la actitud Goldmi había ayudado a limar asperezas en aquel entonces. Había salvado al hermano de una de ellas, que había sido atacado por un grupo itinerante de cernícalos moteados.

La azor los había avistado y seguido, y avisado a sus hermanas. La lince, la primera en llegar, había logrado protegerlo con la ayuda de su hermana alada. Goldmi había ayudado a acabar con las rapaces, y lo había curado, salvándole la vida.

También, en su día, la otra había estado ayudando a organizar un banquete importante para su familia. Habían sufrido la mala suerte de que la cocina de maná se rompiera precisamente entonces, después de tantos años de servicio. Quizás la habían forzado más de lo habitual, aunque no más de lo que en teoría debería soportar.

Lo peor había sido que se habían calcinado muchos ingredientes, y no era fácil conseguir más de aquella calidad en tan poco tiempo, a no ser que seas una visitante con muchos almacenados. Goldmi los había salvado, y ayudado a cocinar cuanto le habían pedido. Después de aquello, había sido imposible seguir odiándola.



A las gemelas, no les molestó las visitas. Con más niños, era más divertido.

Sus padres simplemente lo asumieron, además de sentirse queridos. El cariño de sus vecinos resultaba reconfortante.

Además, las primeras pruebas habías sido más satisfactorias de lo que esperaban. Si bien habían colaborado en el pasado, había sido distinto, pues no habían tenido armas y poder a la par.

Quizás lo más divertido había sido ver a sus hijas intentar imitarlos, colaborar entre ellas. Cabe decir que les faltaba la habilidad, pero su coordinación era excelente. Sin duda, no les sería difícil conseguirlo. Las dos gemelas juntas podían ser temibles en el futuro.

La lince observaba a veces, y otras simplemente dormía. Se sentía muy a gusto remoloneando entre la hierba mientras escuchaba a su hermana y su familia.

La azor colaboraba a veces lanzando objetos, que eran atravesados por las flechas. En ocasiones, los dejaba caer. En otras, se lanzaba en Picado para que cobraran velocidad. De vez en cuando, invocaba sus Filos de Viento para cambiar las trayectorias, aumentando la dificultad.

La pequeña kraken los animaba desde el lago junto al que habían ido a entrenar. Y en el que muchos aldeanos acabaron bañándose.

También había creado algunas formas en el agua para que practicaran, incluso Entintando zonas para que sirvieran de dianas. Además, recogía las flechas con sus tentáculos.



–Maldita sea, ¿quién iba a pensar que podía hacer un movimiento así?– maldijo Ricardo.

–Está lleno de sorpresas, no podemos subestimarlo. Lo peor es que hemos perdido el respaldo de la iglesia. No será fácil volverlo a ganar cuando acabamos con él. Va a ser un problema– lamentó Elsa.

–No entiendo como pudo controlar la espada. Se supone que es sagrada. Ahora el pueblo clama su nombre. Nos va a costar años reprimirlos– se quejó Ricardo –. ¿Está todo preparado? No podemos permitirnos errores.

–Tranquilo. Puede que sea un visitante, pero tenemos varios de nuestro lado. Estoy segura de que algunos son más fuertes que él. Por no hablar de nuestras élites ¿Qué tal con la reina?– se interesó ella.

–Está imposible. Aunque lo entiendo. El golpe en la Colina de la Espada Sagrada ha sido tan inesperado como duro. Para empeorarlo, el primer príncipe está de un humor de perros– explicó él.

–Oh. ¿No había ido a una subasta a relajarse?– se extrañó ella.

–Sí, pero no fue tan bien como esperaba. Se ve que le reprendieron por usar su nombre para conseguir un artículo más barato, y hasta le prohibieron pujar por él. Estaba tan enfadado que quería que detuviéramos a todos los de la Cámara de Comercio en el reino– suspiró él.

–Será idiota. ¿Y ese es el futuro rey? Espero que aprenda que hay otros poderes que hay que tratar con cautela. Sobre todo, que uno no puede dejarse llevar por la rabia– habló con decepción la duquesa.

–Bueno, la reina, con todo lo que tiene, no es estúpida. Le pegó una buena bronca. Con lo irritada que ya estaba, esta vez espero que reflexione en su encierro. Le ha prohibido salir de su habitación en una semana. Y que después tendrá que demostrar que ha aprendido. Espero que no se ablande. Le hace falta un poco de mano dura– deseó el asesor de la reina.

–Más nos vale. Es nuestro futuro rey– terminó ella, con tono de preocupación.

Si sus hermanos fueran más competentes, igual hubiera planeado deshacerse del heredero al trono. Pero los demás no eran mucho mejores. Quizás la hermana pequeña, pero a la duquesa le resultaba demasiado idealista. Era realmente sorprendente que hubiera salido tan diferente a sus hermanos.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora