Competición

167 41 2
                                    

Aplastacráneos y Triturahuesos se miraron desafiantes, enseñándose los dientes.

–3, 2, 1, ¡ya!– dio la señal de salida una niña bárbara pelirroja.

Ésta se quedó mirando entusiasmada como su bisabuelo y su tía-bisabuela abrían cada uno un Portal y desaparecían. Por desgracia, no pudo ver lo que sucedía después, pero sí los combates entre varios de sus abuelos, tíos abuelos, tíos e incluso sus padres y algunos primos.

Aprovechando que tenían que esperar, ¿qué mejor que entretenerse a golpes? Siempre que se reunían, aprovechaban para medir sus fuerzas, en una rivalidad que nunca llegaba a mayores. Aunque agresivos y amantes de golpearse los unos a los otros, ninguno quería enfrentarse a la ira de los dos visitantes.

–Esta vez la victoria será mía– desafío un robusto bárbaro que empuñaba un enorme mazo.

–Eso lo veremos– aceptó el desafío una musculosa bárbara que blandía un garrote de no menor tamaño.

Todos miraron con interés a los dos contendientes, a pesar de que los habían visto luchar decenas de veces. Tanto niños como adultos empezaron a gritar enfervorizados, animando a una u otro.



Apli cruzó el Portal y apareció en la habitación de una posada. Sin pensárselo dos veces, saltó por la ventana, aterrizó dos pisos más abajo, y salió disparada hacia la mazmorra. Ninguno de los vigilantes intentó detenerla, ya estaban avisados.

Una especie de avispa negruzca intentó atacarla, pero ella la apartó de un manotazo, sin frenarse. Ni siquiera se preocupó de que pudiera picarla. No podía detenerse.

El jefe de planta, una avispa gigante, apenas tuvo tiempo de intentar clavarle el aguijón. La bárbara ni siquiera se preocupó en esquivarlo, sino que lo partió en dos con su enorme hacha, junto al resto del cuerpo.

Luego lo cortó en horizontal, y lo fue cortando en trocitos pequeños, hasta que desapareció del todo, sin importarle si se dividía en dos al pasar de fase. Apenas había tardado veinte segundos, pero aun así chasqueó la lengua. Le parecía demasiado tiempo.

Sin entretenerse, cruzó el paso a la siguiente planta.



Tritu salió en su propia habitación de su respectiva posada. Como su hermana, saltó por la ventana y se lanzó hacia la mazmorra. En su caso, la primera planta eran unos gusanos a los que simplemente pisaba y dejaba atrás, a veces eliminándolos.

Un grupo de aventureros novatos se estaba enfrentando a un par de aquellos gusanos de maná cuando una figura se cruzó por en medio, empujándolos y llevándose por delante a sus enemigos.

–¡Lo siento!– exclamó Tritu.

Los aventureros no tuvieron tiempo de enfadarse, al recibir cada uno una poción de su nivel, aunque de gran calidad, que cogieron al vuelo. Si les daba otra poción, estaban dispuestos a dejarse empujar de nuevo.

El gusano jefe fue aplastado una y otra vez, hasta desaparecer. No tuvo opción de disparar la sustancia pegajosa a través su boca. Sin duda, hubiera sido incluso más rápido usando alguna de sus poderosas habilidades, pero estaban prohibidas en aquella carrera.

Sin perder tiempo, se abalanzó hacia la siguiente planta.



Planta a planta, pasaron como una exhalación, dejando estupefactos a los aventureros con los que se cruzaban. No había peligro para ellos en aquellas mazmorras, como mucho tropezarse y golpearse contra alguna pared. Aunque sus cabezas eran bastante duras.

Casi al mismo tiempo, tras acabar con el jefe final y encontrar el túnel, se embadurnaron con una sustancia aceitosa y se metieron por él. Eran muy robustos, por lo que el túnel les resultaba bastante estrecho. Era el desafío más grande de aquella mazmorra.

Gracias a que su cuerpo resultaba ahora bastante resbaladizo, pudieron impulsarse por los túneles con cierta facilidad. Los salientes afilados que pudieran cortar su piel eran simplemente ignorados. Siempre podían curarse después.

Llegaron cada uno a un charco, recogieron el líquido y se teletransportaron fuera de la mazmorra. Inmediatamente, invocaron un Portal y lo cruzaron. Salieron corriendo, hacia una tarima, lanzándose hasta ella para agarrar una de las asas de una bolsa de piel rellena del material de su apuesta. Quien llegara primero, se lo quedaba todo.

–¡Soy la primera!– exclamó Apli al agarrar el asa y estirar de ella.

–¡Soy el primero!– exclamó Tritu al agarrar el asa y estirar de ella.

Se miraron un tanto sorprendidos.

––Ja, ja, ja–– estallaron en carcajadas.

–Otra vez lo han vuelto a hacer... Parece imposible, pero han vuelto a llegar a la vez...– se negaba a creer Machacacráneos, uno de los hijos de Apli.

–Habrá que pensar cómo desempatar otra vez– se desesperó Despedazahuesos, una de las hijas de Tritu.

No obstante, todos estallaron en carcajadas. Era tan hilarante como inconcebible.



Kan Golge observaba la muestra de sangre con temor, codicia y excitación. Había hecho el encargo muchos años atrás, pero sin darle excesiva prioridad, de lo que ahora se arrepentía. Hubiera querido saberlo mucho antes.

–Es una vampiresa ancestral...– murmuró para sí con clara excitación en sus ojos.

Eran apenas unas gotas de sangre de la Reina de Sangre, de un corte en una pelea. Las quería para ver si podía controlarla, o al menos tener una ventaja sobre ella si lo necesitaba. Lo que no había esperado era aquel resultado. Era la única otra vampiresa ancestral, aparte de él mismo. Al menos, que no estuviera oculta y protegida.

–Si absorbo su sangre, podría recuperarme. Tengo que capturarla– se dijo, incapaz de contener el deseo en su voz.

Inmediatamente, llamó a los encargados de vigilarla, los cuales se apresuraron a regresar. En cuanto fueron convocados, se arrodillaron con respeto y temor ante su bisabuelo. Sus padres, los que los habían convertido en vampiros, habían sido convertidos a su vez por los hijos de Kan Golge.

Este no mostró su decepción por los resultados, pues ya los esperaba. Ni siquiera los hijos que se habían enfrentado a ella en las Guerras de Sangre sabían demasiado. Aunque ahora entendía cómo habían fracasado tan estrepitosamente.

Nunca había entendido como uno de ellos había muerto, cómo había sido tan imprudente, pero ahora tenía una teoría bastante plausible. Probablemente, creyéndose superior en linaje, habría querido subyugarla haciendo uso de dicho linaje. Dado que era justo lo contrario, el resultado no podía ser menos obvio.

Descartó atacar la mansión, pues no podía permitirse llamar mucho la atención. Además de que no tenía claro que pudiera conquistarla, y que sabía que su presa tenía medios de teletransportarse.

Aunque no le era fácil contenerse, decidió no tomar medidas drásticas como secuestros, por ahora. No sabía mucho de ella, pero sí que tenía ciertos contactos que él no podía permitirse alertar.

Por el momento, mandó muchos más efectivos y más expertos a investigarla, a seguirla. Necesitaba una oportunidad para hacerse con aquella sangre. Por fin tenía una alternativa viable, aunque también una amenaza.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora