Batalla en el salón del trono (V)

140 41 0
                                    

Gjaki, tras absorber algo de maná, ejecutó Fusión con las Sombras. Había estado invocando el hechizo mientras mordía a su enemiga, protegida por el cuerpo de ésta de ataques enemigos.

Cuando la oficial realista cayó al suelo, quienes estaban preparándose para enfrentarse a una enemiga desconocida descubrieron desconcertados que no había nadie.

Ella se había movido entre las sombras, apareciendo tras otro oficial, al que tapó la boca, mordió el cuello, Trastornó, y remató con sus dagas. Fijos los ojos en donde había desaparecido, no se dieron cuenta de que otro compañero había sido asesinado. Además, gracias a Nigromancia, no cayó al suelo, sino que se mantuvo en pie, y se acercó a otra de los oficiales.

Al mismo tiempo, ella se escondió en Oscuridad y se aproximó a otra víctima. Fusión con las Sombras sin duda era efectiva, pero también cara. Si no era necesario, Oscuridad era más eficiente.

–¿Qué quieres...? ¡¡AAargh!!– gritó de dolor una oficial, al ser atacada por un supuesto compañero.

No la mató, pero la herida tampoco fue leve. Ella contratacó a pesar de la sorpresa, reduciéndolo en poco tiempo a pesar de estar herida. Al fin y al cabo, los muertos controlados por Gjaki eran más débiles que los originales.

Miró alrededor, alerta, mientras sacaba una poción para curarse. Fue entonces cuando vio a otro compañero caer al suelo, sin más.

Había sido atacado por la espalda por Gjaki, quien se había escondido de nuevo en Oscuridad.

–¡Atentos! ¡Hay un asesino sigiloso! ¡Activad hechizos de presencia!– advirtió.

Las ilusiones, mastines y Murciélagos habían sido prácticamente eliminados. A pesar de ello, un par de oficiales habían muerto por un enemigo invisible, y su flanco derecho había sido aniquilado por los mellizos y la felina.

Había tres más que estaban maldecidos, aunque aún no se habían dado cuenta. Gjaki había preferido atacar al del final, junto a la pared. Había aprovechado el camino para imbuirlas.

Una maga tenía Entumecimiento, que ralentizaría el lanzamiento de hechizos. Otros dos llevaban Debilidad.

–Tsk– chasqueó la vampiresa la lengua.

El aviso le haría difícil volver a pillarlos por sorpresa. Aunque eso no significaba que tuviera que pelear de frente en un campo de batalla caótico donde los ataques podían llegar de cualquier lado.

–Está aquí, lo he pillado por sorpresa mientras se escondía detrás de la estatua. Ayudadme a rematarlo– pidió a los oficiales, saliendo de detrás de dicha estatua de un salto hacia atrás.

Estaba Disfrazada de oficial realista, y se cogía el brazo con la mano contraria. Un poco de sangre en la supuesta herida completaba el disfraz.

Tres se abalanzaron hacia allí, cegados por la furia y la frustración. Querían matar a ese temible enemigo invisible, y se encontraron en una Trampa de Espejos que los aprisionaba, aunque tardarían un rato en darse cuenta.

La vampiresa atacó inesperadamente a otro enemigo al que se había acercado, a la vez que empujaba a una segunda con Explosión Mental. Se deshizo rápidamente del primero, al estar éste confiado de que era un aliado.

Activó entonces Sed de Sangre y cuatro Clones espejo, que rodearon a la enemiga empujada, a la vez que la intimidaba a ella y a dos más. Estos dos fueron atacados por un pequeño grupo de tres nobles de la facción de Eldi que justo llegaban a apoyarlos, y aprovecharon la oportunidad. Los nobles enemigos habían muerto, huido o escondido, así que se habían unido a otros combates.

Gjaki atacó a la oficial, que a pesar de todo logró bloquear las dagas. Aunque no la mano que la atravesó con Punta de Lanza. La vampiresa había soltado una de sus armas tras el choque, y usado la habilidad para atravesar a su enemiga. Desequilibrada y afectada por Sed de Sangre, ya había sido mucho que bloqueara el primer ataque.

Saludó con un gesto afirmativo a los sorprendidos nobles, y miró alrededor. No quedaban más enemigos cerca, aparte de los de la trampa. La lince y los mellizos se habían encargado de los que quedaban al otro lado, así que aquellos tres eran los únicos supervivientes.

–Atacad desde fuera, están en una trampa de ilusiones– explicó a los nobles, que parecían dispuestos a acabar el trabajo.

Ellos asintieron, aún asombrados de lo que acababan de presenciar, agradeciendo que fuera aliada y no enemiga. Gjaki había atravesado a una oficial de nivel 81 con la mano, que había salido ensangrentada por el otro lado. No era algo que se viera todos los días. Por suerte, había contenido el impulso de lamer la sangre.



Aunque aún quedaban oficiales, el gran peligro residía en los soldados, debido a su número.

La escolta de Eldi, Merlín y algunos rebeldes habían hecho un buen trabajo en contenerlos. Los habían mantenido dentro del largo pasillo, y acabado con algunos.

De poder elegir, el mago gatuno hubiera invocado Lluvia de Meteoritos, pero aquel era un lugar cerrado con demasiados aliados cerca. Así que se conformó con Infierno, que era en cierta forma similar a un Muro de Fuego, pero más grueso y destructivo. Los había obligado a retroceder diez metros dentro del pasillo.

No obstante, los soldados tampoco se quedaron quietos. Dejaron pasar a los que eran diestros con magia de agua para contrarrestar el hechizo ofensivo de fuego. Puede que fueran de nivel menor, pero con suficientes trabajando a la vez, podían neutralizarlo.

Atacaban el hechizo de fuego con diferentes de agua, así que Merlín decidió no oponer resistencia, evitando así gastar demasiado maná. En su lugar, invocó Canto Rodado.

Era un hechizo especialmente divertido en superficies inclinadas, o así había opinado Gjaki cierto día en el que habían acompañado al mago en el juego. La enorme roca invocada, de tres metros de diámetro, había rodado en aquel entonces ladera abajo. Había aplastado todo a su paso, ante las risas de la vampiresa, que había pretendido aparentar ser una villana malvada. El joven niño enfermo que había sido Merlín se había reído bastante por su actuación, al igual que Goldmi y Eldi.

Ahora, había invertido un poco más de maná para crear una de cinco metros, que se incrustó en el pasillo, taponándolo. Les costaría un poco más deshacerse de ella, ganando tiempo. Y el tiempo estaba a su favor. Si caían sus jefes, tanto oficiales como nobles o reina, los soldados quizás se rendirían. Al menos, sería un duro golpe a su moral.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora