Impulsos asesinos (I)

137 39 1
                                    

El siguiente día transcurrió de modo similar. Los hechizos de Goldmi eran más potentes, lo que hizo las delicias del extraño espectro. Además, lograron subir un nivel más, llegando a 99. Si todo seguía así, llegarían a 100 mucho más rápido de lo esperado, y mucho más fácilmente.

En 97, Goldmi había recuperado Fusión, hechizo compartido con los demás. En el juego nunca había funcionado, pero se suponía que podía combinar los poderes de todos de alguna forma desconocida. Estaba en 1, al ser imposible de entrenar.

El hechizo Cuerda Mágica era el siguiente. Permite añadir los diferentes Toques a la cuerda del arco, pudiendo ésta transferirlos a las flechas. Consume maná por cada transferencia, pero menos que añadirlos uno a uno. Resultaba muy conveniente.

El último hechizo, en 99, era en realidad pasivo, y de una enorme importancia, pues doblaba la reserva de maná.

En cuanto a habilidades, la primera era Sincronización. Le permitía una especie de fusión con sus hermanas, que tenían que estar En la Sombra de la elfa. De esa forma, podía usar sus habilidades, sus sentidos y su poder, hasta cierto límite y con mayor coste.

Las dos últimas eran pasivas de vital importancia, pues doblaban su vitalidad y reserva de energía.



Eldi también había recuperado Fusión.

En 98, estaba Velocidad del Rayo. Se invoca un rayo bastante inofensivo, al través del cual es posible moverse. La velocidad es fulgurante, aunque tiene las desventajas de que la distancia no puede ser muy grande, es difícil calcular el punto exacto, y al aparecer se está unos instantes desconcertado. No obstante, lo tenía en 10. Resultaba muy divertido en el juego.

Finalmente, también había doblado su capacidad de maná.

En cuanto a habilidades, la primera era Cráter, cuyo nombre es bastante ilustrativo del efecto. El golpe del martillo genera un enorme cráter alrededor, por no hablar de las consecuencias si se alcanza a un enemigo. Es bastante lento, pero tiene la capacidad de modificar el terreno en un instante, además de destrozar cualquier trampa alrededor, a veces forzando su activación. Lo tenía en 6.

Al igual que Goldmi, también su vitalidad y reserva de energía se habían doblado.



El tercer día empezó igual. Al aumentar las reservas de maná de Goldmi y de Eldi, podían lanzarse más Pilares de Luz, y también eran más poderosos que el primer día. Eso les hacía ser más eficientes, aunque por contra necesitaban más experiencia para subir de nivel. La diferencia con los nomuertos más poderosos se había reducido, y el propio nivel exigía una mayor cantidad para superarlo.

–Se acerca algo poderoso. Es un esqueleto, sus huesos brillan– avisó de repente la azor.

–Mi hermana dice que se acerca algo– repitió Goldmi el aviso, y siguió también con la explicación.

No tardaron en ver como los nomuertos trataban de apartarse a su paso, aunque éste no les daba tiempo. Había saltado sobre ellos, y avanzaba pisándolos.

–El primero que pierde la paciencia. Je, je. Será interesante. Espero que no los mate– habló solo el espectro.

Era como si ya lo hubiera esperado. Aquel esqueleto era el más débil de todos ellos, aquel con una conciencia más precaria. Por tanto, no había podido controlar más su impulso de atacar a los vivos.

Aparte del espectro, otros entes observaban, con curiosidad, ansias, y reprimiendo sus propios instintos. Por una parte, querían ver a los vivos muertos. Por la otra, querían que fueran suficientemente fuertes para purificarlos.

Goldmi se retrasó unos pasos. Estaba a punto de lanzar otro Pilar de Luz, pero decidió conservar el maná. Siempre se aseguraban de tener una reserva suficiente, para lo que pudiera pasar. No se fiaban del espectro, ni de sus supuestos amigos.

Corriendo a gran velocidad, el esqueleto llegó a la cueva y saltó frente a ellos. No se detuvo, sino que se abalanzó directamente, ignorando el aura que el espectro había dejado.

Se veía a simple vista que no era un esqueleto como los demás. Sus huesos no estaban roídos, ni siquiera tenían un rasguño, además de poseer un brillo metálico que hacía intuir una dureza excepcional.

El brillo del hueco de sus ojos fluctuaba sin parar, parecía mirarlos. De hecho, lo hacía. Además, empuñaba un escudo y un sable.

Otros esqueletos también empuñaban armas, pero normalmente con torpeza. No era el caso ahora, e incluso la azor les había avisado que había ejecutado una habilidad contra un zombi que se había cruzado en su camino.

Las armas, aunque se veían antiguas y algo deterioradas, conservaban el poder de antaño. Sin duda, eran armas de gran calidad si habían podido superar el paso de los años.

–¡Morid! ¡Matadme! ¡Morid! ¡Matadme!– decía una y otra vez.

Atacó con un Golpe de Escudo, mientras mantenía el sable en alto para el siguiente ataque. Eldi lo Bloqueó con el mango del hacha, dentro de un Área de Defensa. Lo hizo justo frente a cinco Abismos de Luz superpuestos, intentando así que se quedara sobre ellos.

La luz purificadora de las trampas atacó al esqueleto, pero no por ello se detuvo. Tras ser bloqueado su escudo, bajó el brazo para dar un Machetazo con el sable.

Sin embargo, fue incapaz de completar la habilidad, al haber sido los huesos del brazo detenidos por el entramado de hilos de adamantino que habían estado cubriendo el suelo hasta ahora. Estaban preparados para cualquier eventualidad, y fueron activados por la vampiresa con Cordel Vivo, inmovilizando a su enemigo.

Si hubiera sido un zombi, aquellos hilos podrían haberlo cortado, pero eran incapaces de hacerlo contra los huesos del esqueleto. Aunque era suficiente con que lo detuvieran.

Decenas de Flechas de Luz fueron liberadas contra el esqueleto, sumándose a las trampas y al látigo de luz de Gjaki. Eldi también atravesó con un par de lanzas de luz al esqueleto, dejándolas entre sus huesos para que lo purificaran. Seguidamente, sacó el martillo y empezó a golpear a su enemigo contra el suelo. No sabía si podía romper los huesos, pero al menos esperaba poder separarlos. Además, tenía Toque Purificador.

Las Flechas de Luz no acaban de ser efectivas, pues rebotaban antes de completar su efecto purificador. Así que la lince las empujaba contra el inmovilizado esqueleto. Mientras estuvieran en contacto con él, algo harían.

Además de ello, la felina trató de Triturar una de las piernas, pero los huesos eran demasiado duros. Se tuvo que conformar con ayudar a inmovilizarlo.

Goldmi decidió añadir varias Trampas de Luz, lanzando flechas de tres en tres para que rodearan a su enemigo y se activaran. No eran tan potentes como los Abismos de Luz, pero podían añadirse en cualquier momento desde la distancia.

Entre el efecto purificador y el martillo, los huesos empezaron a resquebrajarse, potenciando el efecto purificador aún más. Finalmente, tras varios minutos de bombardeo, el esqueleto desapareció.

–Mueeerooo... Por fiinnn...– se le oyó decir.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora