Ardid de sangre

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Gjaki podía sentir algo en la sangre, algo que la había invadido, quizás corrompido. No en la suya propia, pero sí en la de la reserva de sangre, la que usaba para sus hechizos de sangre. Cada vez que los invocaba, la afectaba, entumeciéndola, haciéndola caer en un extraño sopor.

Había intentado contrarrestarlo con ¿Maldiciones a mí?, con la esperanza de que fuera una maldición, sin ningún éxito.

–Oh, te has dado cuenta. Por desgracia, ya es demasiado tarde– se burló de ella el líder de los vampiros.

Se le veía un tanto desaliñado, y se esforzaba por no mostrar su furia. Las acciones de la vampiresa habían superado sus expectativas, al igual que la irrupción de los aliados de ésta. Los habían diezmado, y quizás estaban en una gran desventaja. Dependía de cuántas reservas les quedaran a sus enemigos.

Sin embargo, ahora la situación había cambiado de nuevo. No sólo una enemiga ya no era una amenaza, sino que un grupo de refuerzos se acercaba. Estaban a la vista, a lo lejos, y apenas tardarían unos minutos en llegar.

Eldi miró a su compañera, sin saber qué estaba pasando, sin saber cómo ayudarla. Quiso acercarse a ella, pero la vampiresa negó con la cabeza.

–Más te vale deshacer esto si no quieres arrepentirte– amenazó Gjaki.

–Ja, ja. ¿Aún puedes lanzar amenazas? Estás en las últimas. Puedes notarlo, ¿verdad? Te afecta más si usas la sangre, pero te va afectando poco a poco igual. Más te valdría rendirte– sugirió él, menos seguro de lo que quería aparentar.

La vampiresa de pelo plateado frunció el ceño. Empuñó ambas dagas y dio un paso hacia ellos.

–¿Estás seguro?– preguntó ella, amenazante.

–No creas que nos vas a intimidar. No durarás mucho– aseguró el vampiro.

–No os acerquéis a mí hasta que acabe. Apoyadme desde lejos– ordenó Gjaki tajante, mirando a sus aliados por un instante.

Había estado revisando todos sus hechizos y habilidades, buscando una solución. Incluso había mirado su inventario. Estaba segura de que podría haber evitado la invasión de lo que fuera que fuese aquello, de no haber sus habilidades de sangre sido suprimidas. Había estado enmascarado hasta que había sido demasiado tarde.

La única solución parecía deshacerse de toda su contaminada reserva de sangre, algo que podía lograr con cierta facilidad sin enemigos cerca. Sólo tenía que ir expulsándola poco a poco. Por desgracia, ahora mismo no era una opción.

La otra posibilidad era gastarla, pero eso estimulaba el efecto que la adormecía, y no sabía ni siquiera si podía ser mortal. Necesitaba algo que pudiera gastarla rápidamente, y tener alguna forma contrarrestar los efectos. Sólo se le ocurría una peligrosa opción.

Había pensado en Traspasar Veneno, pero sentía que no funcionaría. Si era un veneno, algo de lo que no estaba segura, no la afectaba a ella sino a su reserva. Además, podía sentir que sería inútil, aunque no sabía muy bien cómo podía estar tan segura.

Así que renovó su Aura Tenebrosa y se lanzó directamente contra sus enemigos, exprimiendo su maná para lanzar varias Bolas de Oscuridad. Quizás no eran lo más efectivo, pero no iba a necesitar su maná en un rato, y todo daño y caos que pudiera crear era bienvenido.

Aquello los cogió a todos por sorpresa. Dada su situación, no esperaban que actuara tan agresiva, ni sus enemigos ni sus compañeros. Aunque esa agresividad no era nada comparado con lo que tenía que venir, lo que parecía augurar unos ojos cuyo rojo era más brillante de la habitual.

–¡Bersérker!– exclamó Eldi al darse cuenta.

Era una habilidad que la vampiresa rara vez había usado en el juego, al menos no seriamente. Sólo cuando sus compañeros la habían irritado tanto que había decidido darles una sorpresa.

Por ejemplo, en una ocasión que estaba fanfarroneando y se cayó en una zona de estiércol. Eldi y Goldmi no podían parar de reír, así que ella activó la habilidad y se fue irritada y avergonzada de delante del ordenador, dejando que su personaje fuera de control los persiguiera.

–¿Qué control tiene con la habilidad?– preguntó Nilgha, un tanto intimidada.

Conocía ese tipo de habilidades, pero no todas eran exactamente igual. A unos los hacía más poderosos que a otros, y no todos podían mantener el control de sus actos. Además, el aura de la vampiresa estaba cambiando, cada vez más amenazadora y terrible.

–Ninguno– respondió Eldi, preocupado y dando un paso atrás –. Ayúdame a poner unas trampas antes de que lleguen los refuerzos.

La miembro de la resistencia y la lince también retrocedieron, todos atentos a la situación. Si podían ayudar, lo harían, pero no podían acercarse. Si lo hacían, Gjaki podía verlos como enemigos y volverse contra ellos.



Desde la distancia, la elfa se había enterado de todo a través de su hermana. Con Ojo de Halcón, podía ver con claridad los refuerzos del enemigo que se acercaban, unos quince vampiros. Eran demasiados para ellos en su situación, casi agotados. Así que empezó a dispararles flechas, algunas con Sobrecarga de Luz. Les eran muy molestas a los vampiros.

Aquello frenó la carrera de los enemigos, que no sabían de dónde venían los ataques. Se resguardaron rápidamente tras unos árboles, pero los ataques habían parado. En cuanto empezaron a avanzar, la arquera volvió a disparar.

El nivel de los vampiros era demasiado alto como para que aquellos ataques hicieran demasiado daño, pero sí eran molestos. Alternaban explosiones de luz, Trampas de Viento, Trampas de Luz, Flechas Penetrantes, de Viento, Etéreas o incluso Toscas. Además, con Disparo Curvo se aseguraba de que no les fuera fácil esquivar.

La variedad no les daba un respiro, y no podían desdeñar la letalidad de algunos ataques. Muchos acabaron con quemaduras, ropas rasgadas y algunas heridas. De haberlos ignorado, las heridas hubieran sido más serías.

Aquello provocaba que no pudieran avanzar con rapidez, aunque pronto Goldmi tendría que bajar la intensidad. A pesar de Vínculo de Maná por parte de sus hermanas, se quedaría sin si no lo hacía.

Por lo menos, tenía que ganar tiempo, no dejar que llegaran demasiado pronto. Tendrían un problema cuando lo hicieran, pues estaban justos de maná y energía. No obstante, el problema sería mayor si les dejaban unirse a sus compañeros. Eso debía evitarse a toda costa.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora