Furia de sangre (I)

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Bersérker hacía perder el control, pero también le daba una gran fuerza, y la hacía inmune a efectos como hipnosis o somnolencia. Era similar a una gran inyección de adrenalina, y también causaba un gran estrés en el cuerpo. Tras su uso, se encontraría totalmente agotada, además de probablemente herida y sin reserva de sangre.

No sentía dolor mientras duraba. De hecho, no sentía nada, excepto una insaciable sed de sangre, una irreprimible furia hacia cualquiera que reconociera como un enemigo. Y eso quizás abarcaba a todos.

Los vampiros, que se preparaban para abalanzarse sobre ella, dieron un paso atrás, intimidados. El aura de sangre que desprendía les resultaba por su naturaleza incluso más amenazante.

Gjaki había activado Bersérker justo después de saltar. Cuando aterrizó, ya había perdido el control de sí misma, era todo furia de sangre.

Sus rodillas, flexionadas al aterrizar, se extendieron para lanzarse disparada contra el enemigo más cercano. Asustado, esté alzó una Pantalla de Maná, que fue duramente golpeada por la vampiresa. La fluctuación de la Pantalla indicaba la fuerza con la que había golpeado, incluso más que con Sobrecarga Sanguínea.

Inmediatamente, golpeó con el otro puño, y luego con el primero, con el segundo, no importándole si se dañaban sus nudillos. Incluso atacó la protección de maná salvajemente con sus colmillos.

Aterrado, el vampiro dio un paso atrás, justo cuando el entramado de maná no pudo resistir más y estalló en cientos de fragmentos que se desvanecieron en el todo. Gjaki, movida por el instinto, se lanzó hacia él, ignorando el ataque que llegaba por el costado.

Una Lanza de Sangre impactó en ella, quien ni siquiera se inmutó. A pesar de su armadura y del incremento de resistencia debido a Bersérker, había resultado herida, pero ella simplemente no sentía el dolor.

El vampiro, que esperaba que el ataque de su compañero la detuviera, tuvo que bloquear apresuradamente con sus dagas. Una de ellas se clavó en la mano de la vampiresa de brillantes ojos rojos, mientras que la otra fue repelida por sus uñas extendidas con Arañar. Era una de las pocas habilidades que podía usar instintivamente en ese estado.

Eso no la detuvo. El vampiro observó aterrado cómo, ignorando las heridas, la boca de su enemiga se aproximaba peligrosamente. Quiso pararla con su brazo, para lo cual tuvo que soltar la daga que atravesaba la mano de su enemiga.

Gjaki simplemente mordió el brazo, no importándole que estuviera protegido. De hecho, la potencia actual de su mandíbula logró hacerle sangrar, introducir los colmillos en su carne. Al mismo tiempo, su ahora mano libre, la que estaba atravesada por una daga, avanzó hacia su enemigo. Mientras, la otra golpeaba una otra vez contra la daga que quería bloquearla, no importándole que sus uñas sufrieran con cada impacto.

La mano agujereada hizo crecer sus uñas de repente, alcanzando el hombro de su enemigo, y amenazando con llegar hasta el cuello. Al mismo tiempo, la vampiresa movía de lado a lado su cabeza, con el brazo agarrado con los dientes, y su rodilla impactaba en el estómago del aterrado vampiro.

Quiso apartar el brazo de ella con su codo, pero al hacerlo dejó un hueco en sus defensas. Gjaki abrió la boca, soltando el brazo y, sin un instante de pausa, la movió velozmente hacia el cuello descubierto de su enemigo.

–¡¡AAaaaaarghh!!– gritó éste, agonizante.

Los compañeros del vampiro habían estado contemplando patidifusos el cruel espectáculo de ferocidad y salvajismo. No tenía nada que ver con cómo su enemiga se había comportado hasta ahora, y no sabían cómo reaccionar. Además, todo su ser les gritaba que se alejaran de ella. Era un miedo innato difícil de superar.

Una vampiresa reaccionó e intentó salvar a su compañero. Pateó a la vampiresa de pelo plateado, sin conseguir que apenas se moviera.

–¡Suéltalo!– exclamó, mientras blandía su espada contra ella.

Gjaki le hizo caso, aunque más bien fueron las circunstancias, pues en su estado difícilmente entendía las palabras. Soltó a su víctima y se giró hacia la recién llegada, dejando a la vista sus labios manchados de sangre. Podía verse claramente el hueco en el cuello de su fallecida víctima.

Esquivó con instinto y agilidad el ataque. Quizá no pudiera pensar, pero sus reflejos estaban estimulados en gran medida.

Dejando que la hoja rozara su cuerpo y la cortara superficialmente, avanzó en dirección contraria al movimiento del arma, de improviso, cogiendo totalmente por sorpresa a su atacante. Se tiró sobre ella, inmovilizando su mano con la suya, clavándole las uñas. Con Bersérker, Gjaki tenía mucha más fuerza que su enemiga.

Cogida por sorpresa y abrumada por el poderoso ataque, la atacante se convirtió en presa, cayendo al suelo mientras su enemiga le clavaba los colmillos en el cuello. No la soltó ni cuando impactaron las dos contra el suelo.

Sólo cuando el corazón de su víctima dejó de latir, Gjaki levantó la cabeza, su boca goteando de la sangre de sus enemigos, así como sus uñas. Algunas estaban rotas, pero se iban regenerando.

Miró a sus enemigos, que dieron un paso atrás al sentir su mirada, sus salvajes ojos rojos. Uno de ellos incluso entró en pánico, dio medio vuelta y salió corriendo.

–¡Espera! ¡Podemos con ella!– quiso detenerlo el líder, pero ya era demasiado tarde

El vampiro estaba ya a varios metros, corriendo despavorido sin mirar atrás, sólo queriendo alejarse de aquel demonio lo más rápidamente posible. Ajeno a cualquier otra cosa que no fuera escapar de allí, no percibió una sombra que esperaba tras una roca, y que se abalanzó sobre él.

La lince había estado atenta a la batalla, preocupada. Cuando vio al vampiro huir, corrió velozmente para rodear la roca junto a la que tenía que pasar. En cuanto apareció, Saltó sobre él envuelta en llamas. Sorprendido y en pánico, no pudo reaccionar a la precisa emboscada, siendo su cuello Triturado por los potentes colmillos de la felina.

Lo arrastró tras la roca, escondiéndolo de sus compañeros, que estaban demasiado ocupados para volverse hacia quien los había abandonado.

Seguidamente, volvió sobre sus pasos y se quedó esperando, vigilante, preparada para acudir en la ayuda de quien hiciera falta. Temía que su hermana llamara la atención del grupo al que estaba acosando con sus flechas, y sabía que podía tener otra oportunidad en cualquier momento cerca de Gjaki.

Cabe decir que la ferocidad y temeridad de la vampiresa la había sorprendido, aunque comprendía la naturaleza de la habilidad. No en vano, no era la primera vez que la veía. Para ella, nunca había sido "el juego".

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora