Asalto a las ruinas (II)

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Viendo la caída de sus dos compañeros, y que el tercero no había sobrevivido a las Trampas de Luz, los dos vampiros supervivientes se alejaron rápidamente del lugar, a donde seguían llegando flechas. Gracias a ello, pudieron descubrir de dónde venían. Para su sorpresa, salían todas de un único punto, aunque no podían distinguir a quien se ocultaba allí.

Aunque mortíferos para ellos, lo ataques no eran de nivel más alto que el de los vampiros. De hecho, uno estaba dos niveles por encima, y otro uno por debajo.

Durante un rato, habían estado aterrados, pero al darse cuenta de la situación, recuperaron la confianza. Eran dos contra uno, y su oponente era un arquero. Si podían acercarse, su enemigo no tendría oportunidad. Si bien no les gustaba luchar de día, tampoco era la primera vez. Así que, tras mirarse y asentir con la cabeza, los dos usaron sus habilidades de velocidad y se abalanzaron hacia la arquera.

No tuvieron ningún problema hasta salir del escudo. Hasta entonces, las flechas sólo podían entrar por un agujero, así que ya no eran un problema para ellos. Si bien Goldmi podía haber usado Disparo Curvo en toda su potencia, ahora que estaban atentos, no les sería muy difícil esquivarlas. Y prefería dejar que se confiaran.

Les disparó algunas flechas mientras se acercaban, pero sin Acelerar ni habilidades extras. De esa forma, fueron capaces de esquivarlas o repelerlas. Incluso sonrieron al pensar que su enemigo andaba escaso de maná.

Claro que eso fue antes de que una de ellos cayera en un Abismo de Luz, superpuesto con uno de Viento. Son más poderosos que las Trampas de Luz y Viento, aunque tienen el inconveniente de que hay que colocarlos de antemano.

El otro se detuvo en seco, temeroso de caer en una trampa. Incluso se giró dispuesto a huir de allí, abandonando a su compañera. Sin embargo, una enorme felina Saltó sobre él, impidiéndole la huida.

Gracias a Arañar, consiguió bloquear las garras de la felina, pero los colmillos de ésta se acercaban peligrosamente. Apenas podía contenerla. Fue entonces cuando el Choque de un ave albina que había caído en Picado hacia él lo aturdió por unos preciados momentos. Antes de que pudiera reaccionar, una poderosa mandíbula se cerraba en su cuello.



Fangorm llegó a tiempo para ser testigo de como una vampiresa se arrastraba malherida fuera de los Abismos. El de Viento había cortado sus ropas, exponiéndola al de Luz, cuyo brillo purificador era uno de sus puntos débiles. Apenas era reconocible, estaba cegada, y tenía varias flechas clavadas. Fue incapaz de esquivar el bombardeo de flechas que la recibió, y el acoso del sol.

Un poco más allá, había una lince sobre el cuerpo sin vida de otro vampiro, al que el sol estaba incinerando. No se fijó en la azor, que había vuelto al cielo y vigilaba atentamente.

Furioso, salió disparado hacia Goldmi. Aquellos cinco vampiros eran algunos de sus hijos más poderosos, y no le quedaban muchos. Además, su nivel era muy superior a la lince o a aquellos ataques, además de que sus ropas no eran tan frágiles como las de sus subordinados.

Tenía total confianza en poder superar las trampas y ataques, y en acabar con sus enemigos con facilidad. Sin duda, su confianza no era infundada, pues la diferencia de poder era importante, de más de diez niveles.

A pesar de ello, era experimentado y no quería correr riesgos innecesarios, por lo que avanzó por donde había muerto la vampiresa. Allí había habido una trampa, por lo que no podía haber otra.

Goldmi se dio media vuelta y salió corriendo, mientras que la lince se reunía con ella.

–Ja, ja. ¿Crees que puedes escapar? Ha sido el peor error de tu vida venir aquí. Pero no te preocupes, no te mataré. Te chuparé la sangre día tras día, con un dolor que te hará desear la muerte– amenazó mientras se acercaba.

Apenas estaba a unos metros de distancia cuando su carrera se paró en seco. Estaba alerta por si caía en una trampa, para reaccionar rápido y superarla. Sin embargo, se dio cuenta de que no podía romper aquellos hilos que se habían pegado a él a causa de Sangre Pegajosa. Aquella era una trampa más poderosa que él.

–¡Cuánto tiempo sin verte! Sabes, nunca deberíais haber atacado mi mansión– dijo una voz desde atrás.

Se giró como pudo, aterrado. El aura que había surgido de repente lo intimidaba. Entender lo que significaban esas palabras le costó unos segundo más.

–¿Gja... ki?– preguntó aterrado.

Su madre le había hablado de aquella amenaza, que había estado presente en sus pesadillas los últimos diez años. Por ello, conocer la identidad de su enemiga lo paralizó por completo. Todo él temblaba.

Fue incapaz de resistirse cuando ésta cerró sus colmillos en su cuello, absorbiendo su sangre, Trastornándolo, aunque era imposible Adoptarlo. Después de cientos de años de vida, su final apenas duró unos instantes, mientras estaba atrapado en una Telaraña de hilos de adamantino, y temblaba.

–¡Puagh! ¡Qué sangre tan agria!– se quejó Gjaki, escupiendo.

Goldmi la miró atónita por unos instantes. Luego se puso a reír, liberando así parte de la tensión del momento.



Elendnas abrió los ojos. Se sentía agotado y débil. Todo el cuerpo le dolía por dentro. Era como si su propia sangre quemara. Sentía que se estaba muriendo, y quizás fuera así.

Miró con odio a la vampiresa que estaba a unos metros de distancia. Estaba concentrada en algún tipo de brebaje, calentándolo, añadiendo poco a poco una sustancia viscosa. Supuso le iba a hacer beber de nuevo algo nauseabundo.

–¿Fangorm?– murmuró ella, sorprendida.

Se quedó unos segundos anonadada, mirando a lo lejos. Sin darse cuenta, dejo caer más de lo que debía en la poción, que tomó un color púrpura y empezó a burbujear.

–¡Mierda!– exclamó cuando se dio cuenta de lo que había pasado.

Envolvió rápidamente la poción en una esfera de maná, conteniendo así la explosión.

–Tendré que volver a empezar...– se lamentó, mirando los restos rotos de cristal, para luego su tono tornarse furioso –¿Cómo ha podido morir Fangorm?

Era su hijo más poderoso. El último que le quedaba de su nivel, y era costoso crear nuevos. Por ello, era una gran pérdida. No obstante, eso no le hizo salir de su escondite, sino coger con una mano el collar que llevaba en su cuello. Confirmó que estaba activo, que podía huir.

Si alguien había matado a su hijo, significaba que ese alguien era poderoso. ¿Quizás uno de sus hermanos? ¿Gjaki? Sólo pensar en ella la hizo estremecerse. Su cuerpo aún recordaba el dolor de ser seccionado.

Miró al elfo. No podía huir aún, estaba demasiado cerca, sólo lo haría como último recurso. Necesitaba saber qué estaba pasando primero, si podía solventarlo. O quizás podía simplemente esconderse. No era fácil encontrar el subterráneo en el que se encontraba.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora