Sola ante el peligro (II)

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La zona era despejada y no había árboles donde esconderse. Por ello, la habían elegido para tender la emboscada, y ahora jugaba en su contra. Así que Gjaki sacó una enorme roca del inventario para esconderse tras ella.

Los vampiros tardaron unos segundos en reaccionar, estupefactos ante la poco convencional e inverosímil táctica. Al principio, creyeron que era otra ilusión, pero la roca bloqueaba sus ataques. Por mucho que esquirlas saltaran continuamente, tardarían una eternidad en destruirla, así que decidieron rodearla.

La vampiresa sacó varias rocas más. No bloqueó todos sus alrededores, pues eso la encerraría, sino que simplemente creó obstáculos donde esconderse, donde protegerse, entre donde poner algunas trampas.

La magia de oscuridad en general no es muy efectiva contra los vampiros, así que no usó Tentáculos. Calculaba que apenas podría retenerlos unos momentos.

La primera que cayó en una Trampa de Espejos ni siquiera se dio cuenta hasta que vio su imagen reflejada. Quiso atacar, pero el ataque simplemente atravesó el reflejo.

Se sentía perdida, pues la trampa tiene la particularidad de desorientar a quienes caen, de hacerlos caminar en círculos. Además, el interior queda oculto al activarse, como si estuviera tras un enorme espejo en forma de cúpula. Tardaría un rato en liberarse, aunque tuvo suerte de no ser atacada.

Gjaki estaba más cerca de otra trampa, en la que cayó un no tan afortunado vampiro. Se sentía desorientado, pero lo mismo no le pasaba a la vampiresa. Le era fácil atacarlo desde cualquier ángulo sin que la viera, e incluso no tuvo problemas cuando cayó un segundo.

Por supuesto, las trampas no eran perfectas. Un ataque podía accidentalmente alcanzarla, y no podía evitar las omnidireccionales habilidades en área. Tan sólo tres habían perecido cuando sus enemigos empezaron a adaptarse a la situación.

–¡Lanzad ataques en área si caéis en una trampa! ¡Son ilusiones! ¡Con Niebla de Sangre las podéis corroer más rápido!– los avisó una vampiresa.

–¡Reagruparos! ¡Usaremos el localizador para encontrarla!– ordenó el líder.



Gjaki se escondió tras una roca, esperando a que se reagruparan, recuperando maná, planeando su siguiente acción. Había acabado con cinco, pero no había sido gratis, sus reservas estaban bastante por debajo de una cuarta parte.

Es cierto que recuperaba maná más rápido que otros, y que había tomado una poción, pero no era suficiente. Por suerte, en su día, había averiguado que las pociones de cura sí funcionaban allí, a diferencia del juego. En su momento, había maldecido a los desarrolladores, pero ahora no podía sino alabar a Eldi, quien las había hecho especialmente para ella, un poco más dulces.

Normalmente, no las necesitaba, pero en aquellos momentos no podía confiar en Autorregenerar. También echaba de menos a sus Murciélagos, pues ahora no podía espiar a sus enemigos.

Mientras esperaba, intentó analizar esa opresión, esa "supresión" como la llamaban sus enemigos. Afectaba a la sangre de la reserva, pero no parecía hacerlo sobre la suya propia.

–¿Quizás...? Es arriesgado– pensó.

Así que decidió probar apenas un instante Sacrificio, para usar su propia sangre en lugar de la reserva.

–¡Funciona! Pero no puedo usarlo mucho– se dijo.

Su sangre era la de una vampiresa ancestral, mucho más poderosa que la que consumía. El problema residía en que utilizarla la dejaba sin. Su uso tenía que ser limitado, o su vida estaría amenazada.

Mientras planeaba qué podía hacer, se envolvió en Oscuridad. Si bien no tenía mucho maná, esperaba que bloqueara la detección del dispositivo durante un rato, como así fue.

–¡Ha desaparecido!– exclamó el encargado del detector.

–Debe de estar haciendo algo para bloquearlo... ¡Atacad toda la zona! ¡No le puede quedar mucho maná!– ordenó el líder.

En cuanto empezaron los ataques indiscriminados, Gjaki suprimió Oscuridad y corrió hacia la barrera. Dado que no podía acercarse al artefacto por la vigilancia, había decido ir hacia ese punto concreto.

–¿Estás bien?– preguntó Eldi preocupado, atravesando por fin la barrera.

–¡Bloquea eso primero!– lo apremió la vampiresa

Vio éste entonces que llegaban varios ataques. No eran muy fuertes, pues en lugar de ir dirigidos contra un objetivo, querían abarcar la mayor área posible. A pesar de ello, no carecían de peligro, aunque por suerte un Muro de Roca era suficiente para interceptarlos. Nilgha pudo entrar con seguridad bajo la protección del Muro.

Quizás, la miembro de la resistencia no tenía nada que ver con aquello, y apenas conocía a Gjaki, pero Eldi había reconocido su identidad. Era la esperanza, la leyenda, el padre adoptivo de Lidia y Líodon. No duraría en arriesgar su vida si necesitaba su ayuda.

–¿Quiénes son?– preguntó la recién llegada.

–No lo sé, pero vienen a por mí. No sé qué quieren, pero ese artefacto suprime mis habilidades de sangre. Y ese otro me localiza. Eldi, ¿Podrías prestarme un poco de maná? Estoy en las últimas– pidió Gjaki.

–Claro– accedió éste.

Le traspasó casi la mitad de su maná, y hubiera sido más si su compañera no lo hubiera detenido. Hay también que recordar que la transferencia tiene una pérdida de un 25%, que el nivel de Eldi era menor, y que ya había gastado maná en la lucha previa.

–No hacía falta– protestó la vampiresa, aunque también se sintió conmovida.

Aparte de Prestarle Maná, Eldi la había Protegido, compartiendo así la mitad de su daño.

–Claro que la hace. Seguro que vas a hacer algo temerario– la acusó éste con una sonrisa.

–Vamos, han parado– le devolvió ésta la sonrisa, sin negarlo –. Yo salto en medio y vosotros los atacáis por detrás.

–No me equivocaba...– suspiró éste.

Nilgha lo miró, queriendo confirmar que Gjaki bromeaba, y sorprendiéndose cuando éste negó con la cabeza y una sonrisa agridulce. Se volvió hacia ella y se la quedó mirando, no sabiendo si estaba loca, era una temeraria o muy valiente. Quizás un poco de cada.

Por su parte, la lince simplemente avanzó en silencio, preparada para atacar en cuanto Gjaki empezara.

A su vez, la elfa estaba Reteniendo de nuevo sus flechas, preparada para atacar en cuando el ave albina lograra atravesar la barrera por su lado. Su hermana alada le había tomado el relevo en abrir el hueco, usando su aura de Hija del Viento.

En cuanto lo lograra, la elfa tenía prevista liberarlas todas a la vez. Sólo esperaba no llegar demasiado tarde, y ni siquiera prestó demasiada atención a una serpiente que había sido Enredada mientras trataba de acercarse sigilosamente, y activado las Alarmas sin darse cuenta.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora