Jefe de lava (II)

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La mayoría de las serpientes estaban alrededor del 25% de vitalidad cuando una de ellas volvió a pasar sobre los Muros de Hielo. El daño que sufrió fue suficiente para desencadenar la siguiente fase.

Todas las serpientes y larvas se convirtieron en rayos rojos de maná que convergieron en el lago de lava. Éste tembló brevemente, antes de que una fuerza surgiera desde el fondo, empujando la lava hacia fuera.

El lugar donde se enfrentaban al jefe de planta era un pequeño valle, rodeado de una poderosa barrera. Se podía salir, pero no volver a entrar mientras el combate estuviera en curso.

Era mucho más difícil superar esa barrera que derrotar a la enorme serpiente. Los que estaban dentro si podían huir hacia fuera, pero no volver a entrar hasta que el jefe hubiera sido derrotado. O hasta que se recuperara por completo si no era así.

En estos momentos, el lago de lava se estaba desbordando, amenazando con inundar el valle. La lava se había convertido en el jefe de planta.

Goldmi dejó de disparar y empezó a crear Abismos de Luz. En su forma líquida, el jefe de planta no tenía la protección de su piel, por lo que era vulnerable a la magia de luz, y las trampas eran la forma más eficaz de administrarla. Ni siquiera importaba dónde las pusiera, la lava llegaría a ellas.

Eldi volvió a alzar Muros de Hielo, aunque reservó maná para lo que tenía que venir. Gjaki, por su parte, puso Tentáculos mientras retrocedía. No era lo más efectivo, pero sumaba daño.

Se encontraron los tres y la lince en una pequeña loma. La azor, por su parte, sobrevolaba la zona, lanzando Filos de Viento sobre la lava, aunque sin bajar demasiado su reserva de maná. Si la situación lo requería, podía Crecer y llevarlos volando sobre ella, aunque no durante mucho rato.

Pronto, la lava empezó a rodearlos. Gjaki la golpeaba con el látigo y Eldi con el martillo. Parecía ridículo, pero realmente hacían daño. No obstante, no impedía que siguiera acercándose.

Las trampas iban siendo activadas, y engullidas por la lava en cuanto su poder se agotaba. No obstante, habían cumplido su función, reduciendo la vitalidad de su enemigo.

Tres círculos de maná aparecieron cuando la lava se acercó lo suficiente, rodeándolos. Eran un Anillo de Oscuridad, un Anillo de Hielo y un Anillo de Luz. Parecía imposible que pudieran retener la lava, y lo hubiera sido si fuera real.

Allí era diferente. Era el cuerpo del jefe final en forma de lava, pero no dejaba de estar hecho de maná. No podía sobrepasar aquellos anillos a no ser que los destruyera.

La lava continuamente colisionaba con ellos, uno tras otro. Cuando superó el tercero, se encontró otros tres, ligeramente más pequeños.

No podían colocarlos sobre la lava ni sobre los existentes, así que se veían obligados a reducir el tamaño.

Dado que el consumo de maná estaba repartido entre los tres, lo recuperaban más rápido de lo que gastaban con los anillos. Por ello, Goldmi iba disparando Flechas de Luz, Eldi atacaba con Lanzas de Hielo y el martillo, mientras que Gjaki usaba el látigo y lanzaba mastines contra la lava. Resultaba un tanto trágico verlos fundirse, pero no eran seres reales, tan solo construcciones de maná con un poco de sangre.

Cuando por la mañana los grupos de aventureros iban juntos para pasar a la siguiente planta, sólo tenían que atacar. Siendo decenas de ellos, a la lava no le daba tiempo a extenderse antes de ser aniquilada.

Por supuesto, los seres que nadaban en la lava ni siquiera tenían ese problema. Aquella fase era un paseo para ellos.

El resto, tenían que buscar métodos para bloquear la lava mientras la eliminaban. A no ser que pudieran volar sin mucho gasto de maná, algo de lo que eran capaces algunas especies.

Ellos usaron la misma estrategia del juego, a la que llamaban Superposición de Anillos. De hecho, la habían utilizado en otras situaciones, como contra una horda de pequeños insectos terrestres. Aunque en aquel entonces, los Anillos de Hielo y Luz habían sido substituidos por Fuego y Viento.

El tamaño de los anillos se fue reduciendo hasta que empezó a ser peligroso. Cuando el último anillo cayó, la lava no encontró el siguiente, sólo terreno libre para seguir avanzando.

En ese momento, usaron el maná que habían reservado para crear Explosiones de Luz, Hielo y Oscuridad, empujando la lava hacia atrás, a la vez que la dañaban. Tras la última Explosión de Hielo, aprovechando el instante en el que la lava se había detenido, volvieron a invocar anillos. El radio no era tan grande como la primera vez, pero suficiente.

Se sonrieron. La misma táctica seguía funcionando como en el juego. Ahora sólo tenían que regular el consumo de maná, ir poniendo anillos, y crear explosiones cuando la lava se acercara demasiado.

Sólo la lince se encontraba aburrida. Poco podía hacer en esa situación, lo que la frustraba. Por si fuera poco, su hermana alada ponía el dedo en la llaga.

–¡Pero haz algo! ¡No me digas que te da miedo un poco de lava!– la provocaba la azor.

La felina sólo podía gruñir. Ya llegaría el momento en que pudiera devolvérsela.

Una vez comprobado que aquel método era válido, sólo era cuestión de tiempo eliminarla por completo. Poco a poco, la cantidad de lava fue disminuyendo, hasta que ya no era suficiente para rodearlos. La siguieron atacando, haciéndola retroceder, hasta que llegaron al lago de lava.

Lo atacaron sin prisa. Aunque no tenían por qué encontrarse con peligros tras el jefe, siempre era mejor estar prevenido y recuperar maná.



Cuando un rato después la lava desapareció, descubrieron el túnel que comunicaba con la tercera planta. Lo recorrieron hasta llegar a una zona amplia donde había tiendas, aunque no tantas como en la planta anterior.

El ambiente de la tercera planta no era tan hostil, y había lugares donde se podía descansar si se contaban con los medios adecuados. Así que muchos aventureros simplemente se distribuían a lo largo de su extensión, no perdiendo tiempo en ir y venir.

Ellos planeaban hacer lo mismo, pero ya era tarde. Así que primero descansarían allí, y al día siguiente ya irían a la siguiente.

Por supuesto, no había día y noche en la mazmorra, pero tenían relojes para medir el tiempo.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora