Segunda planta (I)

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La siguiente planta era la menos concurrida de la mazmorra. Los aventureros preferían pasar más tiempo en la anterior y avanzar cuanto antes a la siguiente. Era un lugar muy poco acogedor.

Recorrieron el largo túnel, ignorando los sonidos que se escuchaban detrás. Aparentemente, el jefe de planta había reaparecido y estaban luchando contra él.

Quizás, si no hubieran entrado ya en el túnel, se hubieran interesado en el espectáculo. Pero no podían salir por donde habían venido mientras dicho jefe estuviera activo.

El lugar era amplio, por lo que los aventureros descansando a los lados no se interponían en su paso. En aquella mazmorra, no había más zonas de descanso que los propios pasajes a las siguientes plantas. La fortaleza de la entrada era una excepción que se había construido posteriormente.

Poco a poco, sintieron como la temperatura del túnel subía, haciéndolos sudar. De hecho, la segunda planta era un lugar insoportable si no se contaba con los medios adecuados para contrarrestar las altas temperaturas.

–¡Qué calor!– se quejó Goldmi.

–¿Quieres decir? Yo encuentro la temperatura agradable– aseguró Eldi, con tono burlón.

Las cuatro se giraron de golpe, mirando a su compañero con hostilidad tras darse cuenta de la situación.

–¿Te atreves a empezar sin avisarnos? Parece que alguien necesita una lección– amenazó Gjaki, enseñado los colmillos.

–Sin duda. Se cree muy gracioso...– la acompañó Goldmi, arremangándose.

La lince también se acercaba amenazante, mientras que la azor lo miraba fijamente. Eldi tragó saliva.

–Vale, vale. Sólo era una broma. Ya voy– se rindió, sin oponer resistencia, no atreviéndose a afrontar la ira de las cuatro.

No tardaron todas ellas en recibir un Aura de Hielo. Existían armaduras especiales y artefactos para luchar contra el calor, pero un hechizo adecuado era lo mejor. Se podía aplicar a todo el grupo, y no tenía ningún inconveniente aparte de cierto gasto de maná.

–¡Ah! ¡Esto está mucho mejor!– respiró hondo la vampiresa.

–Sin duda. Supongo que lo podemos perdonar por esta vez. ¡Qué fresquito!– añadió Goldmi.

Sus hermanas no dijeron nada, pero estaban sin duda satisfechas.

Eldi sonrió. Sabía que no iban en serio antes. Bueno, al menos eso quería creer. Se dijo que sólo había sido una broma inocente. Que si tanto calor tenían, sólo tenían que haberlo pedido. Aunque no volvería a gastar nunca más esa broma.



Tardaron unos diez minutos en atravesar el largo túnel. La temperatura había subido por encima de lo soportable, pero el Aura de Hielo los mantenía confortables. Se tenía que ir renovando, pero tenía suficiente maná para hacerlo. En caso de extrema necesidad, todos ellos tenían medios para combatir dicho calor, y siempre podían usar el ticket para salir de la mazmorra.

La azor alzó el vuelo en cuando salieron, no le gustaba estar en sitios cerrados. Si bien la mazmorra lo era, su amplitud y altura eran suficientes para que se sintiera cómoda. Le transmitió además a su hermana lo que veía desde el cielo. A la elfa, le pareció impresionante.

Lagos de lava se encontraban cada pocos pasos. Incluso había algunos ríos rojos. Los caminos los rodeaban, pero no protegían del calor que emitía la piedra derretida.

Sin el Aura de Hielo que Eldi iba renovando, u otros medios equivalentes, era imposible sobrevivir allí. Tanto es así, que la mayoría de aventureros preferían pasar por esa planta lo más rápido posible, aunque había algunas excepciones. Como un grupo de seres rojizos que estaban tomando un relajante baño caliente en un lago de lava.

Eran reptilianos, unos reptilianos naturales de zonas volcánicas. Aquella planta de la mazmorra era un paraíso para ellos, al igual que no les gustaba la anterior, y encontraban espantosa la siguiente.

Eldi los miró con curiosidad. Era la primera vez que los veía fuera del juego, y no veía grandes diferencias a entonces. Algunos de estos también observaron con curiosidad al grupo, pues no había tantos que pasaran por allí tan distendidos. Aunque sólo fue un momento. Pronto se hundieron relajadamente en la lava, disfrutando del breve descanso antes de volver al trabajo.

Además del extremo calor, aquella planta era una especie de laberinto. Muchas veces los caminos no tenían salida, al ser bloqueados por la lava, y se tenía que volver atrás. Ojo de Halcón ayudaba, aunque no tanto como la exploradora alada.

La azor podía ver con claridad los caminos, y avisarlos cuando iban hacia uno sin salida, aunque no era tan fácil distinguir un camino hasta el final. No obstante, para ser un laberinto, no era muy complicado. No había un camino único, y era relativamente fácil acabar encontrando cómo llegar a la siguiente planta. Eso sí, pocos se libraban de dar más rodeos de los necesarios.

La variedad de enemigos era mucho menor que en la planta anterior. De hecho, sólo había tres especies, y una de ellas era imposible para ellos. Se trataba de un tipo de anguila que se encontraba dentro de los lagos de lava. Es una presa fácil, siempre y cuando se sea capaz de bucear en la lava. Aura de Hielo no era ni mucho menos suficiente.

Otro de los habitantes era bastante molesto. Las Larvas de Lava son una especie de gusanos de alrededor de un metro de longitud, sin ojos. Flotan en la superficie de la lava, que pueden escupir, y rara vez se alejan del ardiente líquido.

A Goldmi la irritaban, ya que sus flechas eran destrozadas por el extremo calor de sus cuerpos. Eran efectivas, pero no podía recuperarlas. Por ello, se limitaba al uso de Flecha Etérea, Flecha de Viento y Flecha de Luz.

Esta última era bastante eficiente, puesto que sus cuerpos eran muy blandos, además de ser criaturas de la mazmorra. Existían unas criaturas similares en la realidad, a los que la Flecha de Luz no les hubiera hecho ni cosquillas.

Eldi, por su parte, podía usar Lanzas de Hielo. Las armas físicas corrían peligro de ser quemada o derretida, a no ser que fueran muy especiales.

En cuanto a Gjaki, prefería dejar que sus compañeros obtuvieran toda la experiencia. De no ser así, probablemente habría confiado en sus Mastines de Sangre, o algunos hechizos de oscuridad.

La lince, por su parte, no se acercaba a ellos. Tenía cierta resistencia al fuego por Linaje de la Llama, pero la lava era un poco excesivo. La azor ni siquiera bajaba más que para renovar de vez en cuando Aura de Hielo, o para algún aperitivo. Le gustaba volar, y hacía menos calor allá arriba. La lava le daba escalofríos.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora