Trampa mortal

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–¡Malditos inútiles!– exclamó la sombra cuando vio aparecer de nuevo al ave albina.

Había mandado cuatro simplemente para asegurarse, pues con una debía de ser suficiente dada la diferencia de nivel. Para él, sólo eran bestias que volaban, y las más fuertes debían devorar a las más débiles.

Conceptos como velocidad, maniobrabilidad o inteligencia ni siquiera los consideraba. No podía imaginarse dónde estaba el ave corrompida que faltaba, ni como aquel vivo con alas estaba aún volando sobre su cabeza, como burlándose.

En su furia, por un instante activó el miasma para ejecutar la habilidad que consumía todo el miasma acumulado durante años. Sin embargo, aquella sombra no había perdido aún todo atisbo de inteligencia, y no fue más allá.

Aquella era una arma secreta para lidiar con un gran número de vivos, que necesitaba cierto tiempo para lanzarse. Desperdiciarla con un sólo vivo era un derroche, además de que no tenía garantías de acertar. Así que buscó alrededor para mandar a catorce perdidos alados contra la atrevida ave que los observaba.



Mientras esquivaba con facilidad a las tres aves corrompidas que la perseguían, la azor aumentaba la zona de búsqueda. No habían logrado encontrar al general, y empezaban a perder la esperanza.

Tenía que ir con cuidado, pues tanto el colibrí como los cuervos podían lanzar unos rayos de miasma. Eran fácil de esquivar, pero tenía que estar atenta.

De repente, sintió una fuerte fluctuación de maná, de maná corrompido, de miasma. Sus agudos ojos se centraron en ese punto, al igual que los de la elfa, que veía a través de ellos.

La fluctuación se detuvo unos instantes después, pero no la atención del ave. Allí, oculto entre los perdidos, había algo.

–¡Allí está! ¡Lo hemos encontrado!– exclamó la elfa.

Aunque su alegría se convirtió pronto en preocupación. Una multitud de seres alados se alzaban hacia su hermana.

–Esperemos que no se mueva. Voy hacia vosotros– cambió bruscamente de plan la azor.

Se lanzó hacia abajo, se dio la vuelta mientras caía en Picado, y recuperó la trayectoria horizontal en dirección a su hermana. Detrás, una gran número de seres corrompidos la seguían, intentando igualar su velocidad. No obstante, les costaría, les llevaba ventaja.

Sus perseguidores podían alcanzar distintas velocidades, por lo que al cabo de un rato, se habían separado, distanciado entre ellos. Por ello, tras una larga persecución, se lanzó de nuevo en Picado, para volver a sobrepasarlos por debajo en dirección contraria. Sobrevoló el bosque a baja altitud y vertiginosa velocidad.

Sólo cuando estuvo cerca de sus últimos enemigos, volvió a alzarse, alcanzando una gran altura a costa de su velocidad. No obstante, la recuperó poco después, cuando se dejó caer de nuevo. Tras acelerar, cambió de nuevo de dirección, habiendo logrado que el pelotón que la seguía fuera más compacto.

Poco después, llegó a los límites del bosque, y volvió a descender, aunque sin acelerar demasiado. Sus perseguidores también descendieron, ávidos por atraparla, por devorar su vida.

Con los más cercanos a apenas unos metros, pasó entre medio de dos paredes cuya existencia estaba totalmente fuera de lugar. Las aves corrompidas la siguieron sin dudar, sin darse cuenta de que estaban cayendo en una trampa.

Les fue imposible descubrir los resistentes hilos que se alzaron tras la azor. Chocaron con ellos, a lo que siguió un infierno de fuego y luz purificadora.

Sólo tres que estaban algo retrasadas consiguieron esquivar el mortal pasadizo. Uno de aquellos seres corrompidos, un poderoso grifo, fue atacado por la lince. Estaba sobre los Muros de Roca, esperando la oportunidad.

Saltó sobre el grifo corrompido, envuelta en llamas, Desgarrándolo con sus uñas bendecidas con Toque Purificador.

Su enemigo era poderoso, de mayor nivel, pero sus alas vulnerables. Además, el peso extra de su atacante impedía al perdido controlar el vuelo. La felina centró sus ataques en una de esas alas, no sólo Desgarrándola, sino también Triturándola con sus poderosas mandíbulas.

Saltó unos segundos después sobre la Escalera de Viento creada por su hermana. Volvió a tierra con agilidad, mientras el grifo daba vueltas sobre sí mismo y se estrellaba contra el suelo.

Sin dudarlo, la lince fue a rematarlo. No temía a un ser alado que ya no podía volar, y que estaba gravemente herido. Ni siquiera había sido realmente necesario el Proteger de Eldi, compartiendo el daño con ella si era necesario.



Mientras, Eldi lidiaba con las aves atrapadas. Varias Explosiones de Fuego se unían a los Abismos de Luz colocados previamente. Cinco lanzas volaron con Jabalina hacia las aves que más parecían resistir, en incluso lanzó el hacha con Boomerang una par de veces. A ello, había que sumar el Área de No Defensa que mermaba a sus enemigos.

No todas las aves corrompidas murieron, pero ninguna podía volver a volar. Fueron fácilmente rematadas cuando la vampiresa quitó los hilos y el alto humano se acercó, recuperando algunas lanzas. Con varios Impactos Perforantes, acabó con los moribundos perdidos.



Goldmi se encargó de los dos restantes que habían logrado esquivar la trampa. Volaban bajo, y se habían visto forzados a una brusca maniobra, reduciendo así su velocidad, y dejándolos a merced de las flechas.

Usó las flechas nivel 86 que Eldi había hecho para ella. Puede que fueran varios niveles menos que sus enemigos, pero también la calidad era muy superior a las flechas comunes.

Les añadió Toque Purificador, Flecha Penetrante, Acelerar, Afilar, Endurecer y Sobrecarga de Luz. Era una lástima romper las flechas, pero la diferencia de nivel era importante, así que quería asegurarse.

Las flechas se clavaron en un ala de cada ave corrompida, logrando atravesarlas, y explotando con una potente fuerza purificadora un instante después. Con tres flechas clavadas, ambas alas explotaron.

–Creo que te has pasado– observó Maldoa, impresionada.

–Con una flecha habría sido suficiente. O menos habilidades– valoró la vampiresa.

Goldmi las ignoró. Estaba mirando fijamente a su hermana pelear en el aire con el grifo. Seguramente, sobreviviría a la caída, pero no ilesa.

–Listo– la avisó la felina.

Saltó del grifo, confiando plenamente en su hermana, quien creo los escalones de viento bajo sus pies.

Suspirando aliviada, la elfa se giró hacia donde estaba la trampa de Muros de Roca e hilos de oricalco. De allí, salía Eldi, su cuerpo ennegrecido por la ceniza.

Habían logrado acabar con una quincena de aquellos seres y avanzar hacia el siguiente nivel. Es cierto que habían invertido mucho maná y energía, pero no había un peligro inminente, así que podían centrarse en recuperarse. En el peor de los casos, estaban Gjaki y Maldoa.

–Voy a vigilarlo– anunció la azor.

Mientras engullía un pequeño bizcocho relleno de crema, volvió hacia dónde habían avistado al general. Si enviaba más fuerzas contra ella, volvería a llevarlas a una trampa mortal.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora