Leveando (II)

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Eldi esquivó el Ensartar de la hormiga por poco. Si bien su armadura lo hubiera protegido, podría haber sufrido daños.

–¡Eso te pasa por reírte!– le acusó Gjaki, sacándole la lengua.

Goldmi respiró hondo. También ella se había dejado llevar, aunque podía permitírselo por estar en la retaguardia. No obstante, si ella dejaba de disparar, la presión sobre sus enemigos era menor, y eso podía poner en peligro a sus compañeros. Eso era incluso peor que ser atacada.

Lo cierto era que estaban un poco relajados, y emocionados por luchar juntos. El combate, o más bien la aniquilación de hormigas, resultaba fácil si mantenían un mínimo de concentración. Los insectos tenían que enfrentarse a un adversario directo, a las flechas de la elfa y a varios hechizos, además de muchas haber sido heridas previamente por cierta ave albina. Eso sin contar que sus enemigos se ayudaban entre sí, atacándolas por los flancos.

De hecho, estaban aprovechando para probar algunas de lo que en el juego habían sido ideas locas, pero que ahora podían hacerse realidad.

Después de ralentizar brevemente a su hormiga con una Explosión de Hielo, Eldi se agachó, puso sus manos juntas y las alzó de golpe para impulsar a la vampiresa.

–Un poco menos la próxima vez. Casi me doy con el techo– se quejó –. Bueno, quizás tampoco está tan mal así.

A punto de chocar por el impulso, había dado medía vuelta sobre sí misma, aterrizado en el techo, e impulsado contra la hormiga desde arriba. Sobre su lomo, había abierto dos largas heridas tras clavar las dagas y moverse sobre ella.

–Vale, vale, lo que tú digas– se encogió él de hombros.

Estaba sobre la hormiga que era de Gjaki, que había sido tumbada previamente por ésta. Había saltado con el martillo y Terremoto, y luego la había Aplastado. Aprovechó para Embestir contra la malherida hormiga de la lince. La felina no dejó pasar la oportunidad para rematarla.

Fue cuando creían que estaba siendo demasiado fácil cuando a la vampiresa se le ocurrió incrementar la dificultad.

–¿Por qué no os pongo algunas maldiciones? Quizás así podríais desarrollar resistencia contra ellas– propuso.

Al principio, la miraron incrédulos, pero ésta acabó convenciéndolos. Las maldiciones podían ser muy molestas, y ser resistentes muy conveniente. De hecho, la lince se ofreció voluntaria, mientras que la azor prefirió hacer como si no supiera nada. Siendo su lugar el cielo y su mayor arma la velocidad, estaba mucho menos expuesta que su hermana "de cuatro patas", que luchaba en el frente y las había sufrido alguna vez.

Así que a las bendiciones, se añadió Debilidad y Entumecimiento alternativamente. Además, a Goldmi, como estaba quieta en la retaguardia, le añadió ¡Quieto! Y Desangrar. Dado que no necesitaba moverse y no corría el riesgo de recibir heridas, añadirlas no era contraproducente. Lo que no tenían claro era si generaban resistencia cuando no actuaban.

Debilidad hacía que los ataques fueran menos poderosos, mientras Entumecimiento retardaba la acción de habilidades y hechizos. Podían ser peligrosas, pero tenían la confianza de que estaban venciendo holgadamente, además de su as en la manga. En caso de problemas, Gjaki era nivel 100 y podía resolverlos. Claro que, de suceder, lo interpretarían como que habían perdido, y a ninguno le gustaba perder.

Sin duda, las maldiciones dificultaron un poco el desarrollo de los combates, sobre todo al principio, hasta que se acostumbraron a sus efectos.

–Una maldición puede ser realmente peligrosa si te coge por sorpresa en un combate ajustado. Te cambia la dinámica, desconcierta un poco– elogió Eldi.

–¿Sí? Quizás tendré que usarlas más– reflexionó Gjaki.

Si bien las había usado, no las había sufrido, así que no tenía claro como afectaban. Era bueno tener el punto de vista de una víctima.

–Quizás tendré que incorporarlo en el entrenamiento de la mansión– pensó, con una sonrisa traviesa.

Lo cierto es que no tardaron mucho en acostumbrarse y avasallar a las hormigas. Si bien el nivel de los insectos era superior, la diferencia en experiencia, equipo y recursos les hacía imposible enfrentarse a sus enemigos. A eso había que añadir un terreno desfavorable para los insectos.

Así que, al final, acabaron usando las dos maldiciones a la vez, sin estar seguros si realmente serviría para algo. Eso bajó ligeramente la velocidad con la que acababan con sus enemigos, aunque tampoco demasiado.

Aunque más lentos, los hechizos y habilidades seguían siendo igual de efectivos. Quizás se sentían algo más débiles, pero las maldiciones no afectaban a sus armas, sus armaduras, o sus joyas, así que el efecto quedaba diluido. Sobre todo, no afectaban a su trabajo en equipo.



Eldi fue el primero en subir de nivel, pues era el de menor hasta entonces, así que la experiencia que recibía era comparativamente mayor.

El hechizo era Bola Eléctrica. Resultaba muy efectiva para aturdir a distancia y acercarse a melé, así que lo tenía en 10.

La habilidad era de lanza, Pértiga, cuyo uso es exactamente el que su nombre indica. Le facilitaba superar desniveles o subirse rápidamente a un árbol, además de que era divertida. Así que la tenía en 10.



Aunque algo cansada, cuando Goldmi regresó a su hogar, no pudo tumbarse en la cama. Sus hijas la echaban de menos, y se sintió culpable por dejarlas todo el día solas.

–¡He conseguido dar al tronco!– exclamó Eldmi.

–¡Yo también!– se vanaglorió su hermana.

–Una vez de veinte intentos. Y lejos de la diana– aclaró Elendnas.

–¡Ah! ¡Papa! ¡No le cuentes eso!

Las dos hicieron pucheros, mientras Goldmi y su marido reían. Aseguraron que lo harían mejor en unos días. Al día siguiente, no podría ser. Tenían colegio, y se quedarían en la escuela para jugar con sus amigos.

La aldea era pequeña, y no había apenas niños de su edad. Sin embargo, eso no era un problema, ya que había un sistema de portales estáticos para llevar a los niños al colegio. Requerían una cantidad importante de maná, que lo proporcionaba todo el pueblo. Dar un poco cuando no lo vas a usar era fácil, y dotar a los portales de poder era una de las tareas comunales.

De hecho, Gjaki había logrado con los años copiar el sistema con algo de ayuda, así que la energía necesaria para su mansión ahora la podían proporcionar todos. Si bien no le molestaba hacerlo ella, no quería que volviera a pasar como cuando ella no estuvo. No quería que si, por lo que fuera ella no podía cargar la gema, su familia quedara indefensa.

Goldmi estuvo el resto de la tarde con sus hijas, y las arropó hasta que se durmieron. Tras ello, acabó en los brazos de su amado.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora