Subasta (V)

152 36 2
                                    

Finalmente, llegó el momento del artículo final, la razón principal por la que habían acudido a la subasta. Era uno de los ingredientes para la poción de Renacimiento, uno que no era fácil de encontrar.

Los niños y adultos habían vuelto a la mansión. Allí, Goldmi recogería a las gemelas más tarde. Después de fastidiar durante toda la subasta al hijo del gobernador, no querían que se vieran envueltos en problemas, si estos surgían. Por tanto, era mejor enviarlos de vuelta cuanto antes, e ir recuperando el maná. Gracias a Préstamo de Maná, Eldi y Gjaki se repartieron esa función.

Es cierto que tanto Coinín como Chornakish tenían un nivel relativamente alto, e incluso experiencia en combate, pero estaban por debajo de Goldmi y Eldi. Coinín se quejó un poco de no poder ver la diversión, pero entendía que podía ser peligroso, y no podía dejar a los niños. Además, Gjaki había prometido grabarlo.

–Finalmente, para cerrar nuestra subasta anual, ¡déjenme que les muestre nuestro producto estrella!– introdujo la anfitriona de la subasta.

La luz desapareció del escenario por unos momentos, dando lugar a un foco que iluminaba el vacío. No tardó en aparecer uno de los asistentes, que fue seguido por el foco. Empujaba un carro cubierto por una fina pero opaca tela, que aparcó en el escenario. Tras ello, dio una profunda reverencia al público y se marchó con elegancia.

–El nacimiento de un fénix es un acontecimiento excepcional que puede no ocurrir durante milenios. Aún es más difícil encontrar los restos, un solo fragmento de la cáscara que no haya quedado totalmente incinerada. Por ello, nuestro artículo de hoy apenas tiene precedentes. ¡Véanlo por ustedes mismos!– exclamó la anfitriona.

Estiró la tela para dejar al descubierto un huevo casi completo. Tenía un agujero algo chamuscado, y las grietas se extendían por su superficie como si se tratara de una telaraña, pero prácticamente conservaba la forma original.

Hubo silencio de asombro al principio, y luego estallaron las exclamaciones de entusiasmo. Sin duda, pocos esperaban que estuviera tan bien conservado, además de que el aura de fuego que emanaba era más que evidente.

–Es un poco exagerado lo de milenios, pero es cierto que está en buen estado, el mejor que he visto. Será caro– reconoció la vampiresa.

En el pasado, se había encontrado con restos similares en un par de ocasiones, pero nunca en ese estado. Habían sido en otras subastas, y no había pujado al no tener ningún motivo para ello.

–Ya podría haber estado un poco peor. No nos hace falta tanto– lamentó Eldi –. Aunque... Hay otras recetas que podría probar...

–¿Tendremos suficiente?– se preocupó Goldmi.

–¡Claro! Je, je, realmente no tienes idea de lo rica que eres– lo encontró gracioso la vampiresa.

–Bueno... Nunca me ha hecho falta demasiado...– se defendió la elfa.

Vivía una vida relativamente sencilla en la aldea elfa, e incluso recibía dinero de los enanos. Lo que había empezado con unos pocos barriles de cerveza se había convertido en uno negocio de varios centenares al año.

No es que necesitara el dinero, pero no era capaz de decirles que no, y tampoco le costaba mucho esfuerzo. Los enanos se encargaban de enviarle los ingredientes, y ella sólo necesitaba que sus asistentas se llevaran a cabo el proceso en la plataforma de cocina. Era sin duda la elfa más venerada por varias poblaciones enanas, casi una diosa.

–El precio de salida son 500.000 oros, lo que sería una ganga. Con un solo fragmento pueden crearse las más valiosas pociones, o usarse como adornos exquisitos y únicos. Se pueden obtener miles de esos fragmentos de esta cáscara, así que incluso diez veces más sería barato. La puja mínima es de 10000 oros. ¡Pueden empezar!

–Sin duda, es nuestro Gremio de Alquimistas quien le sacará el mejor partido. 550.000.

La primera puja no tardó en llegar. Usando el nombre de su entidad, intentaba intimidar a sus contrincantes, aunque de forma mucho más sutil que el hijo del gobernador. Pocos podían permitirse ofenderlos, pues sus servicios serían requeridos tarde o temprano.

–No tanto como la Asociación de la Nueva Alquimia. Somos mucho más innovadores que vuestro obsoleto gremio, así que lo aprovecharemos mejor. 600.000.

–El Gremio de Joyería también está interesado. Aunque no nos cerraríamos a compartirlo. 650.000.

–El Gobernador está muy interesado en estas cáscaras de fénix. Por supuesto, no queremos acapararla, y estamos dispuestos a colaborar. 700.000– pujó Johil.

En esta ocasión, pujaba por su padre, pero no se atrevía a ser arrogante. No podía permitirse ofender a los otros contendientes.

–Nuestro Gremio de Alquimia ofrece 800.000. Haremos las mejores pociones, en lugar de quemar los ingredientes en productos fallidos.

–Las mismas pociones que hemos visto mil veces y nadie quiere. Nosotros les daremos nuevos usos. 900.000.

–El gobernador está dispuesto a compartir y facilitar su distribución. Sólo queremos asegurarnos de que la ciudad se beneficie lo máximo posible. 1.000.000.

–¿Por qué no dices que la queréis simplemente acaparar y controlar? Nuestra Ciudad de la Sombra también está interesada. ¡1.500.000!– intervino una nueva voz.

–¡Gulna! ¿Por qué no te metes en tus asuntos y te quedas en tu ciudad? ¡2.000.000!– pujó el hijo del gobernador, cuya relación con la anterior era visiblemente hostil.

–¡Qué poco hospitalario! La subasta está abierto para todos. 2.500.000.

Pocos más se atrevieron a intervenir en aquella guerra entre gigantes. Las dos asociaciones de alquimia se insultaban y denigraban mutuamente, lo que no era una sorpresa para nadie. Su mala relación y rivalidad era conocida por todos.

Johil y Gulna no se llevaban mejor. Por si fuera poco, cada uno de ellos iba acompañado por un séquito cuyos componentes parecían odiarse mutuamente.

El Gremio de Joyeros quería mediar, encontrar un compromiso, y que el precio no subiera demasiado, pero sus esfuerzos fueron en vano. Fueron los primeros en retirarse de la puja.

Los alquimistas también dejaron de pujar. Aunque deseaban trabajar con esos ingredientes tan escasos, era un lujo demasiado caro. Lo importante era que fuera rentable, y el precio había subido demasiado. Además, habían llegado a acuerdos secretos con los representantes de las dos ciudades.

Estos querían acaparar la producción, para lo cual necesitaban la colaboración de los alquimistas. No sólo se beneficiaban de la venta, sino de todo lo que traería alrededor. Sabiendo que el comercio se haría en la ciudad, podían atraer alquimistas, joyeros, mercaderes y compradores con alto poder adquisitivo.

Además, querían evitar que la otra ciudad se hiciera con ellos. Por ello, cuando la representante de la Ciudad de la Sombra dejó de pujar, Johil no pudo resistir la tentación de burlarse de ellos.

–¿Ya está? ¿No puedes superar ni 11.000.000?

–Ja, ja. Por ese precio que os hemos hecho pagar, ha valido la pena venir– contratacó ella.

–Eso lo dices porque no sabes perder– la desdeñó él.

Estuvieron un rato discutiendo, aunque los dos tenía parte de razón. El precio era muy alto, y Johil sólo esperaba que también lo fueran los beneficios.

Cuando finalmente se cansaron de pelearse, quedaba claro que la subasta había acabado.

–11.000.000 a la una, 11.000.000 a las...– empezó a contar la anfitriona, que casi se atraganta con sus palabras al descubrir una nueva puja –¡15.000.000! 

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora