Destrucción y purificación

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El espectro observaba atentamente como los esqueletos iban siendo pulverizados uno a uno. Habían sido sus compañeros de infierno durante milenios, sus odiados compañeros de prisión. Aunque sin ellos también se habría encontrado más solo. Las ocasionales escaramuzas eran una de las pocas diversiones que tenían.

En algún momento, había sabido quiénes habían sido cuando estaban vivos, pero era algo que ya había olvidado. Los recuerdos de entonces resultaban demasiado dolorosos como para no quererse deshacer de ellos.

A veces, alguno asomaba, lo que le ponía de extremo mal humor. Eran las memorias de algo que había perdido y que nunca podría recuperar.

Esperó a que se recuperaran y volvieran a montar su trampa tras la aparición del último esqueleto, tratando de reprimir sus instintos de atacarlos.

–¿No vienen más?– se extrañó Gjaki.

–Mi hermana no ha visto ninguno más. Quizás era el último– informó Goldmi.

–¿Y el espectro?– se preguntó Eldi en voz alta –Oh... ¡Atentos! ¡Viene, y muy rápido!

El espectro ejecutó Camino Espectral para abalanzarse hacia ellos. Bueno, no exactamente hacia ellos. Temía no poder controlarse, así que había ejecutado aquel hechizo que le proporcionaba una gran velocidad a cambio de no alterar su trayectoria.

Para sorpresa de todos, se estrelló contra el fondo del agujero. No levantó polvo, pues al fin y al cabo era incorpóreo, pero si se activaron las trampas, mientras que los Carámbanos simplemente lo atravesaban.

–¡¡Aaaaahhh!! ¡Morid!– intentó atacarlos desde el agujero.

Sin embargo, no pudo salir de él. Una red que no era sino una de las paredes de una Prisión de Luz lo retuvo. Lanzó entonces un Rayo de Ultratumba, un ataque de maná en forma de rayo con el poder de la muerte.

Eldi, a quien iba dirigido, simplemente lo esquivó, aunque antes el ataque había agujereado la Prisión de Luz. El espectro intentó salir por allí para atacarlos, pero se encontró de cara con una Bola de Luz, que lo empujó hacia el fondo de nuevo. A diferencia de las flechas, que lo atravesaban, la esencia del espectro y el hechizo colisionaban.

Recobró el equilibrio en el aire mientras bloqueaba el hechizo e intentaba rechazarlo, pero otra Bola de Luz se sumó. Al mismo tiempo, se sintió Entumecido por la maldición de la vampiresa. Ésta había descubierto que esa en concreto funcionaba con los espectros, y era útil para debilitarlos.

Asimismo, mandaba continuamente Clones para que explotaran sobre él, y le golpeaba con un látigo de luz hecho por Goldmi.

Eldi invocó entonces Ignición. Había estado acumulando todo el día el poder del sol, para cuando lo necesitara. Si no, lo hubiera lanzado contra la pila de nomuertos.

Una potente magia de fuego inundó el agujero, derritiendo incluso sus paredes.

–Qué calor...– se quejó Gjaki.

Goldmi, por su parte, volvió a crear la Prisión de Luz para evitar que escapara. Habían comprobado que la magia de luz y la de fuego no interactuaban, así que podían lanzarse una sobre la otra.

–¿Está vivo?– se preguntó la elfa en voz alta, mientras su hermana se había colocado frente a ella para protegerla de lo que pudiera pasar.

Una fluctuación en las rejas de la Prisión respondió a su pregunta. Y otra. Y otra. El espectro golpeaba con su cuerpo de maná contra la pared de luz que lo atrapaba, no importándole el daño que le producía. O quizás, precisamente por ello.

Goldmi invocó otra Prisión justo antes de que la primera cediera. Al mismo tiempo, la magia de fuego empezaba a disiparse, y la figura de su enemigo aparecía. Se le veía un poco más transparente, pero seguía siendo poderoso.

La elfa creó un Gólem de Luz para que se enfrentara a él, lo que resultó más efectivo de lo que esperaba. El espectro estaba fuera de sí, y atacaba a cualquier cosa que se moviera. No paró hasta que lo consumió por completo, debilitándose un poco más mientras lo hacía.

Así que pronto el agujero se llenó de Gólems de Luz y de Fuego. El poder de destrucción y purificación generado era mucho mayor al que habían desatado contra cualquier otro de los nomuertos, pero aun así resultó insuficiente.

El alto humano y la elfa se retiraron a descansar, momento en el que la vampiresa tomó el relevo. Probó con Gólems de Oscuridad y Mastines de Sangre. Ninguno de ellos era tan efectivo como los hechizos de sus compañeros, pues la magia de oscuridad no es una gran amenaza para los nomuertos. Sin embargo, de la misma forma, la magia de los nomuertos no era capaz de dañar a aquellas creaciones con facilidad.

Logró mantenerlo ocupado, aunque se regeneraba poco a poco. Fue cuando se le ocurrió probar con Marabunta que mejoró la situación. Los cientos de pequeños seres de maná atacaban sin cesar al espectro, sin hacerle demasiado daño individualmente, pero la suma era suficiente para contrarrestar su regeneración.

A la velocidad que éste acababa con aquellos pequeños seres y Gjaki recuperaba el maná, podían haber estado enfrentándose durante horas, estancados en una batalla sin fin.

No obstante, a Gjaki no le preocupaba, tan sólo estaba ganando tiempo. Cuando sus compañeros hubieron recuperado el maná, la avalancha de Gólems de Fuego y Luz volvieron a llenar el agujero, avasallando a su enemigo.

El espectro estaba debilitado por la batalla anterior, así que opuso menos resistencia mientras iba siendo destruido y purificado. Cuando notaron que estaba ya muy débil, Eldi desinvocó sus Gólems de Fuego, dejando que Goldmi acabara de purificar al espectro.

Demasiado débil para luchar, había recuperado de nuevo el control de sí mismo. Sonrió, aunque en sus labios etéreos resultaba más bien espeluznante.

–Gracias... Por fin puedo descansar...– le oyeron decir, antes de desaparecer para siempre.

Con él, se desvaneció también su aura, y los nomuertos agolpados en la entrada empezaron a avanzar.

Los tres se miraron y asintieron. Podían irse, pero decidieron quedarse y acabar con cuantos pudieran.

Goldmi volvió a lanzar Pilares de Luz uno tras otro, mientras que Eldi se limitó a Prestarle Maná, al igual que las hermanas de la elfa. Gjaki los mantenía a raya con una Prisión Tenebrosa en la entrada de la cueva cuando la elfa descansaba. Resultaba muy efectiva para contenerlos.

Cuando se fueron al caer la noche, aún quedaban nomuertos en el valle, pero estaban mucho más dispersos. Ya no había seres superiores que los reunieran, y un gran número habían sido purificados.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora