De vuelta a la zona de iniciación

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Goldmi miró la araña de peluche que estaba en el suelo. Suspiró al recogerla. Gjaki se la había regalado a sus hijas, pero también como una broma contra ella. A la elfa no le gustaban las arañas, en especial si medían varios metros.

–No te tengo miedo– amenazó al peluche, dándole un suave puñetazo en el rostro.

Sonrió ante su propia actitud infantil. Luego lo dejó con cuidado sobre la cama de Eldmi y salió de la habitación, escuchando el extraño silencio que invadía su hogar.

Las niñas y Elendnas habían salido, y ella se había quedado esperando. Cuando la alarma del Portal se activó, supo que su espera había terminado.

–Ya están aquí– llamó a sus hermanas.

La lince se desperezó sobre el sofá, mientras que la azor albina abrió sus alas, y dejó su mullida cama sobre el estómago de su hermana de cuatro patas.

–¿Preparada?– la saludó Gjaki.

–Hola Goldmi, ¿estás sola?– la saludó Eldi.

–Las gemelas tenían una excursión con otros niños. A Elendnas he tenido que echarlo. Nos vamos cuando queráis– respondió ella.

–Pues vamos ya– creó la vampiresa otro Portal.



–Oh, es igual que la mía– observó Eldi.

Estaban en la aldea de iniciación de los vampiros. Todas las aldeas se veían exactamente igual en el juego, y parecía que era lo mismo allí. De hecho, nadie más que Gjaki podía entrar, a menos que fueran invitados por ella.

Eldi se acercó a unas mesas donde se encontraba sentado el Oráculo. Le había sorprendido un tanto encontrarlo allí, como si nunca se hubiera movido, aunque esa no era la aldea del alto humano.

–¿Eres el mismo que estaba en mi aldea?– preguntó él.

–No hay más que un yo, aun cuando pueda haber más de uno– respondió éste.

–Igual de críptico que siempre. No sé por qué te molestas. Hola otra vez– lo saludó la vampiresa a pesar de todo.

–Bienvenida Reina de Sangre a tu aldea– le devolvió el saludo.

Le irritaba hablar con él, pero también le estaba agradecida. Aunque no siempre claros, sus consejos habían sido valiosos.

–Hola de nuevo. Hacía tiempo– lo saludó también Goldmi.

–Bienvenida seas, amiga de las hadas. Hacía el tiempo justo. Las ruedas del destino siempre giran a la velocidad adecuada– respondió éste.

–¿Qué sabes del Valle de los Muertos?– preguntó Eldi.

–Allí permanecen los que quieren morir y no pueden. Merecían su castigo, pero quizás ya es hora de darles descanso, algo que sólo está al alcance de la magia de luz. Id con cuidado, la esencia de los vivos es para ellos como la miel para las moscas– los avisó.

La vampiresa alzó las cejas. Le daba la impresión de que era más claro que en otras ocasiones. Decidió probar suerte.

–¿Qué sabes de Kan Golge?– preguntó.

–Un antiguo mal que debió ser extirpado hace tiempo del mundo, pero cuya sombra aún lo acecha y corrompe. Su vida o muerte es un misterio que algún día deberá ser resuelto– respondió éste, sin pensárselo, como si supiera la respuesta de antemano.

–¿Y Melia?– preguntó Eldi, aunque sin muchas esperanzas.

–La respuesta sigue siendo la misma que la última vez. Aún tienes asuntos sin terminar– expuso el Oráculo.

No había mucho más que hablar, así que pronto se despidieron del Oráculo y se pusieron en marcha. El lugar no estaba cerca, así que Gjaki confiaba en poder recuperar suficiente maná por el camino. Debía también encontrar algún lugar adecuado para colocar portales, pues no quería tener que recorrer siempre el mismo trayecto.



Llegaron al Manantial Sagrado unas horas después. A menudo, los nomuertos los atacaban, aunque no eran más que una ligera molestia. Con nivel 95 y 100, unos seres por debajo de nivel 20 no suponían ninguno problema.

De hecho, incluso si eran mordidos, apenas notarían nada. En el supuesto que la infección de los zombis traspasara su piel, podían resistirla con facilidad incluso sin la ayuda de Goldmi. Con ella y su magia purificadora, resultaba un juego de niños.

Gjaki tomó un sorbo del agua, pero su maná no se recuperó del todo. Al parecer, no era tan efectiva cuando el nivel era demasiado alto. Así que tendría que esperar para recuperarlo, pues aquella zona de bajo nivel no era capaz de rellenar lo que había invertido en abrir los portales.

Mientras, la azor se posó sobre las ramas del árbol que crecía sobre el manantial. Con el pico, hizo caer un par de frutos maduros, algo un tanto excepcional. Aquel árbol sólo florecía una vez cada muchos años.

Se habían desviado porque Gjaki sabía que había florecido. Lo había comprobado semanas atrás, cuando Eldi les había dado las listas de ingredientes. Todos los visitantes con Portal habían visitado sus respectivos manantiales, y solo el de ella estaba cerca de dar fruto. Ahora, tenían un ingrediente más.

Se quedaron a comer en aquel lugar de ensueño, a no ser que se mirara al otro lado de la barrera. Varios nomuertos se iban acercando, atraídos por el aroma de los vivos.

Así que, cuando salieron, dieron bueno cuenta de ellos. Como los anteriores, fueron purificados por la magia de la elfa. Siguiendo la sugerencia del Oráculo, les otorgaron por fin el descanso eterno.



A medida que iban hacia el norte, el nivel de los nomuertos iba subiendo, así como la densidad del maná. Si bien no estaba corrompido, eso no quitaba que el lugar fuera tétrico, incluso para la vampiresa. El hedor de la muerte estaba por todos lados.

Aunque no tanto como cuando llegaron a la cima de la colina. Ante ellos, se abría un extenso valle, que había sido testigo de una cruel y multitudinaria batalla en un pasado lejano. Los cadáveres se habían amontonado por todo el valle, así como la esencia de la muerte.

Lo que habían dejado atrás eran las zonas de escaramuzas previas y posteriores, pero allí había sido el grueso de la batalla. Estaba habitado por una gran número de nomuertos de alto nivel, que habían ido consumiendo a sus congéneres a lo largo del tiempo, haciéndose así más fuertes.

Pocos se atrevían a visitar el lugar, pues la esencia de los vivos atraía a los muertos. Era fácil acabar encontrándose rodeado de cada vez más enemigos. Se rumoreaba incluso que algunos de ellos habían ganado conciencia, o quizás recobrado, si es que recordaban quiénes habían sido.

–Mi hermana dice que por allí hay unas cuevas– informó la elfa.

–Vamos.

Necesitaban una base de operaciones, un lugar donde colocar un portal. La vampiresa había puesto algunos por el camino, pero era mejor si tenían uno más cerca. Así podrían ir y venir con comodidad. A ellos, no les preocupaba verse rodeados.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora