Impulsos asesinos (II)

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A pesar de la dureza de los huesos, desaparecieron como los otros nomuertos, volviéndose polvo, y siendo éste reclamado por el viento.

–¿Qué es esto?– preguntó Eldi, mirando una especie de pequeña piedra.

–¿No lo reconoces?– se extrañó la vampiresa.

Eldi era quien más conocimiento tenía de materiales de los tres, debido a sus profesiones. Si fuera un ingrediente de cocina, Goldmi era a quien preguntar, y Gjaki sobre los de confección de ropa.

–Ni idea– reconoció el alto humano.

Eso significaba que no tenía ninguna receta en la que aquella extraña piedra pudiera usarse. Era completamente redonda y pulida, de color negruzco, quizás marrón oscuro, y de un brillo metálico.

–Guárdala. Quizás lo descubramos en otro momento– sugirió la elfa.

–Supongo que no pasa nada por hacerlo– se encogió él de hombros.

Con cierta desconfianza, puso el hacha bajo la piedra para recogerla. Dado que Toque Purificador no reaccionó, parecía seguro. Tras guardarla en el inventario, incluso le pareció un tanto decepcionante. No tenía nada de especial.

–Vienen dos más. Zombis– les avisó el ave albina.

Goldmi repitió el aviso, poniéndolos en alerta, no sin cierta preocupación. Sus reservas de maná estaban disminuyendo. Si seguían así, igual tendrían que huir.

Mientras, el espectro musitaba entre enojado y feliz.

–Son suficiente fuertes para Huesos Brillantes. Bien, quizás pronto. No es justo. Yo los vi primero. ¿Por qué tiene que ser él el primero en morir? No sé si son suficiente para mí. Esperaré. Si puedo. Oh. Los gemelos se han impacientado también. Veamos. Aunque no es justo. Yo también quiero morir– hablaba consigo mismo.

No era el único con pensamientos similares. Más de uno había estado tentado de atacarlos. De intentar morir. Pero los zombis se habían adelantado. Si otros iban, se acabarían peleando entre ellos.

Aquellos dos zombis eran un caso especial. Iban juntos sin matarse, algo único entre los que habían ganado conciencia. Debido a ello, los llamaban gemelos, aunque no se parecían demasiado.



Eran más lentos que el esqueleto, pero más rápidos que otros zombis. No dudaron en cruzar el Muro de Luz que la elfa había alzado para ellos, en activarse los Abismos de Luz bajo el Muro, en quedar atrapados en los hilos de Gjaki.

–No aguantarán mucho– avisó la vampiresa.

Aunque hechos de adamantino, los hilos necesitaban un lugar donde anclarse. La vampiresa se había servido de rocas y las paredes de la cueva, pero dichos soportes ya habían sufrido el forcejeo del esqueleto. Los zombis eran dos, y siempre son más fuertes que un esqueleto, aunque más lentos y torpes. Por ello, los hilos empezaban a soltarse.

Eldi los agujereó con su lanza y Punzada Desgarradora. Gjaki aprovechó para clavar allí una lanza hecha con Filo de Luz, mientras los Agarraba con los látigos de luz para intentar que se movieran menos.

La lince los Desgarraba, ayudada de Toque Purificador, y deseando poderse poner en la nariz la pinza que las gemelas le habían dado. Odiaba aquel olor. También los quemaba con su aura de fuego, que al menos impedía que se le quedaran restos de carne putrefacta enganchados.

Como en la ocasión anterior, Goldmi iba lanzando flechas para crear Trampas de Luz, sumando poder purificador.

–¡Se sueltan! ¡Eldi!– exclamó Gjaki.

El alto humano sacó un enorme escudo e invocó Gran Guardián, aumentando su afinidad a los escudos y reduciendo el daño recibido. También invocó Infranqueable, haciendo imposible que lo pudieran superar.

Los zombis se abalanzaron hacia el frente, ignorando los hilos que se incrustaban en su carne, pero se encontraron con un escudo que no podían sobrepasar. Ni siquiera la cabeza que uno de ellos lanzó fue capaz de superar la férrea defensa.

–Carneeee... Moriiiir... Descaaaansaaarrr... Caaaarrneee...– repetían los zombis.

Su aspecto resultaba lastimoso incluso para zombis. El poder purificador había hecho mella en ellos, provocando que parte de su piel y carne cayera y desapareciera. En uno de ellos, podían verse sus entrañas, y era una suerte que el poder purificador también se ocupara de la pestilencia de sus cuerpos putrefactos. Si no, hubiera sido totalmente insoportable. Bueno, para la felina ya lo era.

Gjaki estaba atacando desde un lado con un látigo de luz cuando uno de los zombis Estalló, lanzando su carne y sangre putrefacta contra ella.

No tenía lugar donde huir del impacto, pues las entrañas del zombi iban en todas direcciones. Estaba segura de que podía resistir aquella sustancia sin duda tóxica, pero realmente no tenía ninguna intención de comprobarlo. Así que soltó el látigo de luz rápidamente y empuñó uno real.

Los proyectiles no eran muy poderosos. Su peligro estaba en lo tóxico de su contacto. Por ello, Látigo Danzante era la habilidad ideal para contrarrestarlos.

Unos segundos después, la única zona cerca de la vampiresa libre de la sustancia tóxica era un pequeño círculo a su alrededor.

–Es asqueroso– se quejó.

Guardó el látigo para limpiarlo, mientras veía como la sustancia intentaba poco a poco juntarse de nuevo. Un zombi capaz de utilizar Estallar era capaz de recomponerse desde los restos, aunque pudiera parecer imposible.

–¡Goldmi! ¡Purificación en torno a mí!– gritó la vampiresa.

La elfa se cercó para lanzar unas Explosiones de Luz, que acabaron con el zombi. En aquel estado era prácticamente inmune a los ataques físicos, pero muy vulnerable a la purificación.

–Estallar, morir– murmuró el otro zombi, antes de también Estallar.

Esta vez, la vampiresa se dio cuenta a tiempo, y se escondió tras el escudo. Los signos de la habilidad eran claros, si al menos la habías visto una vez antes.

Los restos del zombi se expandieron, quedando el escudo cubierto de ellos. Eldi simplemente lo hizo desaparecer, como había hecho antes Gjaki. Goldmi se ocupó de los restos.

–Realmente querían morir. Se ha hecho explotar cuando ha visto que el otro había muerto– se asombró Gjaki.

–Puede que el espectro nos dijera la verdad. Aun así, son peligrosos– valoró Eldi, recogiendo las piedras pulidas que también habían dejado atrás.

–Vienen más. Varios zombis se aproximan– avisó Goldmi a instancias de su hermana alada.

–¿Cómo estás de maná?– preguntó Eldi.

–Una tercera parte– informó la elfa.

–Estad preparados para huir por el Portal– avisó Gjaki.

Ella era la que tenía más maná. Goldmi era la que más gastaba, y Eldi le Prestaba a la elfa. Además, la vampiresa tenía que asegurarse de poder abrir el Portal en caso de emergencia.

Así que Eldi creo un agujero con Poder del Topo dentro de la cueva y se quedaron esperando, preparados para salir de allí. Si podían retenerlos y matarlos, mejor. Si no, volverían cuando hubieran recobrado el maná.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora