Creación

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La gema era un artículo poco común, pero tampoco había una gran demanda. No cada día surgía un guerrero o mago de tan alto nivel, y los demás ya tenían sus armas. No obstante, aquellos que podían necesitarla, solían tener gran poder adquisitivo.

En concreto, en aquella ocasión, el mayor rival era una guerrera que estaba cerca de poder empuñar armas de tan alto nivel, y estaba haciendo acopio de materiales. De hecho, había comprado varios por los que el grupo de Goldmi había pujado. Por ello, cuando los vio pujar, sonrió con cierto desdén y aire de superioridad, segura de superarlos.

–50000 del palco ocho. ¿Alguien da más?– anunció el anfitrión al recibir la puja, que había subido significativamente el precio anterior.

–55000 del pacto presidencial. ¿Alguien da más?– anunció inmediatamente otra puja.

Lo que la guerrera no sabía era que, a diferencia de los anteriores, éste si lo querían. Los otros materiales estaban dispuestos a comprarlos si el precio era bueno, pero no tenían una necesidad urgente. Habría otras oportunidades en el futuro.

La guerrera frunció el ceño. Creía que el precio que había dado era suficientemente alto, pero estaba acostumbrada a hacerse con lo que quería.

–70000 del palco ocho. ¿Alguien da más?

–75000 del palco presidencial. ¿Alguien da más?

La respuesta había llegado en segundos. Era evidente que el comprador no había dudado. De hecho, Goldmi estaba decidida a hacerse con él, y Elendnas no se atrevía a disuadirla. Más bien, estaba conmovido, ni siquiera se sentía culpable porque su mujer pagara un precio tan alto para él.

Quizás hubiera sido así en el pasado, pero sabía que no sólo la elfa tenía un presupuesto inmenso, sino que se enfadaría con él si insinuaba que era demasiado. Ya habían pasado por eso.

La guerrera volvió a pujar, algo indecisa. Aquel era su límite.

–80000 del palco ocho. ¿Alguien da más?

–85000 del palco presidencial. ¿Alguien da más?

Una vez más, la respuesta había sido inmediata. Los niños lo estaban disfrutando. Se estaban turnando en pujar en esta ocasión.

–85000 a la una, 85000 a las dos, 85000 a las tres... ¡Adjudicado al palco presidencial!– anunció el director de la subasta.

–¿No hay más pujas?– se quejó Kroluo, pues le tocaba a él.

–Tendrás que esperar a la siguiente– le sonrió su padre, acariciando la cresta en la cabeza reptiliana de su hijo.

Cabe decir que estaba un tanto impresionado. Aquella elfa ni siquiera se había inmutado a la hora de asignar el precio, que los niños enviaban. Incluso él tendría problemas para justificar un precio tan alto, y no estaba seguro si Krinia hubiera tenido bastante.

Siguieron charlando, comiendo y pujando, hasta que terminó la subasta. Gjaki los envió de vuelta a través de un Portal, para que no se supiera que habían salido de su palco. Aparte claro de sus guardias.

Aunque antes de despedirse, Kroquia empezó a hacer planes para tomarse algún día de vacaciones en la mansión de Gjaki. También la idea de visitar el bosque élfico resultaba tentadora.

Krinia se despidió agradecida de Eldi, por la promesa de hacerle el báculo. También había ofrecido hacerles armas al resto, aunque Gjaki les hizo prometer que irían todos juntos. Sabía que Eldi lo hacía por ella, eran sus amigos, así que al menos quería que no lo molestaran cada dos por tres.

Después, se fueron a la mansión. Eldi quería discutir algunas cosas con Elendnas delante de una plataforma de artesanía,



–Prueba éste– le pasó un arco Eldi.

Elendnas disparó a la diana, dando como siempre en el centro.

–Mejor el anterior. Este es más potente, pero me resulta un poco lento– valoró.

–Perfecto, era la última prueba. Ves con tu mujer y las niñas, ya os lo llevaré cuando acabe– le despidió él.

–De verdad, gracias por todo. No sé qué decir– se quedó el elfo sin palabras.

–¿No ibas a venir a echarme una mano? Necesito que tengas el mejor arco– le quiso quitar importancia el alto humano.

–Estaré allí siempre que me necesites– aseguró el elfo, dando una profunda reverencia antes de marcharse.

Eldi sonrió. Elendnas le caía bien. Era honesto, y tanto su mujer como sus hijas lo adoraban. Incluso se reía de sí mismo diciendo que de joven había sido bastante orgulloso, y que sus desgracias le habían enseñado humildad. Ahora que había recuperado su poder, no había olvidado las lecciones del pasado.

De hecho, su poder estaba a la par con Goldmi, aunque con muchas menos habilidades. Al reconstruirse su cuerpo, no sólo había recuperado su nivel, sino que había subido hasta ese punto.

No sabían si era un efecto lateral de la poción, o si la causa era la acumulación de todos aquellos años enfermo. No había subido de nivel durante ese tiempo, pero eso no significaba que hubiera perdido el tiempo.

Como fuera, Eldi se volvió hacia la plataforma de carpintería. Sacó la gema de ánemos y la soltó, quedándose flotando. Luego, cogió una gruesa rama de una dura madera azulada, de muy alto nivel. Era dura, flexible y gran conductora de maná.

Eldi no tenía en principio dicha madera, así que Elendnas había ido a buscarla días atrás. Había explicado que el milenario árbol se la había ofrecido como agradecimiento por su ayuda en el pasado.

Dejó que la gema se incrustara, dirigiéndola a un nodo imposible de ver a simple vista. Allí, los canales por los que el maná había circulado por la rama convergían.

–Esta rama es bastante especial– se dijo, asombrado por la claridad de los canales.

Luego, le fue dando forma poco a poco. Había otros nodos más pequeños, en los que incrustaba otras gemas más sencillas. De esa forma, se distribuía la carga de maná, y aumentaba las opciones de cómo usarlo.

A medida que avanzaba el trabajo, fueron apareciendo grabados. Eldi no los había predefinido, sino que seguía lo que la madera le susurraba, o así lo sentía. El resultado no sólo era hermoso, sino que daba armonía al conjunto, en aspecto y funcionalidad.

Estuvo horas dedicándose a pulir hasta el más pequeño detalle, durante las cuales algunos aprendices observaban con atención. No muy a menudo se podía ser testigo de una obra de tal envergadura.

Cuando cerró el flujo de maná, el arco cayó lentamente a sus manos, brillando con suavidad, como saludando. Quizás estaba un poco cansado, pero por el momento se sentía demasiado satisfecho como para darse cuenta. Aquel arco era el mejor trabajo que había hecho nunca, al menos desde que había vuelto. Estaba deseando verlo en acción.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora