Fiesta improvisada

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Maldoa estaba dispuesta a usar sus contactos para facilitarles el trabajo. Necesitaban una habitación para poner un Portal, y así poder ir y venir. No esperaba que, en cuanto mencionó a Goldmi, Gjaki y Eldi, simplemente se la dieron sin preguntar más.

Así, sólo hacía falta que Gjaki tomara el Portal más cercano y fuera hasta dicha habitación. Precisamente, tenía una en la aldea natal de Lotno, donde vivía con su esposa, la aracne Spid.

Sabiendo que no podía simplemente pasar por allí sin visitarla, decidió ir con Chornakish y Coinín, además del marido de ésta, Diknsa, y otros tres que se apuntaron a visitar a la aracne. Eso forzó a la vampiresa a usar Maná Rojo, pues no podía llevar a más de seis en un solo viaje con sólo su reserva de maná.

La aracne y los aldeanos aprovecharon la oportunidad para celebrar una pequeña fiesta, usando a Gjaki como excusa. Les encantaba hacerlo, además de que tenían varias aracnes para ayudar a crear lo que hiciera falta con sus telas de aracne.

Aparte de la propia Spid, vivían allí una de sus hijas y varias nietas. Aunque en aquella ocasión, estaba de visita otra de sus hijas, con su marido reptiliano.

–¡Spid IV! ¡Pensaba que sólo me encontraría a Spid II!– las saludó Gjaki.

–Sabes que me llamo Lotpid– protestó Spid IV.

–¡Tendrías que venir más a menudo, Vampi Reina!– la saludó Spid II, que en realidad se llamaba Gjapid, y tenía una pequeña aracne sobre su espalda.

–¡Gjaki! ¡Tendrías que avisar con más tiempo!– la saludó Spid, abrazándola.

–Ni que os hiciera falta... ¿Cómo estáis?– saludó Diknsa, mirando alrededor.

Era evidente que las preparaciones para la fiesta improvisada avanzaban rápidamente. Las aracnes más jóvenes, después de saludar, se habían ofrecido voluntarias para ayudar. Junto a ellas, varios aldeanos elfos, la mayoría también jóvenes.

Hacía mucho tiempo que las aracnes no eran extrañas en aquella aldea. Charlaban animadamente con los elfos, muchos de los cuales llevaban ropas hechas con sus sedas.

Estuvieron de fiesta hasta altas horas de la madrugada, ya que habían llegado avanzada la tarde. Aunque podían protegerse, y muchos tenían cierto nivel de Protección Solar, los vampiros preferían evitar los rayos del sol.

Tras ello, Gjaki abrió un Portal para devolver a los suyos a la mansión, aunque más de la mitad tuvieron que ser arrastrados, incluida Diknsa. Rara vez se emborrachaba, pero se llevaba muy bien con la madre de Lotno y una de sus tías. Demasiado bien. Al final, ninguna de las tres podía tenerse en pie.

Por suerte, Chornakish estaba acostumbrado a ello. Sólo se emborrachaba si Gjaki lo provocaba, y ella sólo lo hacía si estaban solos.

Gjaki se quedó un rato descansando, recuperando el maná. Aunque el viaje no tenía que ser peligroso, nunca estaba de más ser precavida.

–Gracias. Nunca se contienen...– se quejó Spid II.

Con la ayuda de la vampiresa, había llevado a la hermana de la aracne y a su madre a sus habitaciones. Después, estuvieron un rato charlando, sentadas en la cama de ésta.

Para la aracne, Gjaki era como una tía muy querida. De niña, se había maravillado cada vez que iba a la mansión, sobre todo cuando la vampiresa hacía trucos de magia.

–Muéstrame la jefa araña– le pidió.

–Je, je. Sigues siendo una niña consentida– se burló la vampiresa.

–Sólo con tía Gjaki.

La aracne se recostó sobre la vampiresa, mientras ésta usaba Mundo Dinámico para crear la ilusión de uno de los jefes de una mazmorra, una enorme araña. De niña, lejos de asustarla, a Gjapid le encantaba, se la quedaba mirando fijamente con sus ocho ojos. Y aún ahora se lo pedía de vez en cuando.

Cómo entonces, se durmió viendo la ilusión del enorme ser. Gjaki le apartó un poco el cabello del rostro y la tapó tiernamente con las sábanas de tela de aracne. No había podido tener hijos, pero tenía multitud de sobrinos, aunque no fueran de su propia sangre.



La vampiresa cruzó rápidamente el bosque, sin dudar en usar Sobrecarga Sanguínea. Se había retrasado más de lo que esperaba, aunque no se arrepentía en lo más mínimo.

Demasiado tarde se dio cuenta una avispa basáltica, de un metro de longitud, de que la veloz presa que corría en su dirección era demasiado poderosa para ella. Gjaki usó Arañar para hacer crecer sus uñas, y la partió en dos tras esquivar por apenas unos centímetros el aguijón. Dejó que su asistenta recogiera los restos y siguió su camino.

–Es la tercera. ¿No se dan cuenta? No estoy Disimulando– suspiró.

Mientras se quejaba, se agachó para esquivar el ataque furtivo de una mantis fantasma, que se había mimetizado con su entorno. Sin embargo, sin preocuparse demasiado por el consumo de sangre, Gjaki tenía también activa Afilar Sentidos. Gracias a su agilidad natural y Sobrecarga Sanguínea, reaccionó con extremada rapidez, tras descubrir al insecto en cuanto empezó a moverse.

El nivel de su enemigo era bajo, así que apenas le habría hecho daño. Si a eso se le suma la poderosa armadura que vestía, la mantis no hubiera tenido ninguna posibilidad aunque la hubiera pillado por sorpresa.

Irritada por la emboscada, Gjaki le cortó los dos afilados brazos, antes de darle un rodillazo en la cabeza, matándola al instante.

Se giró entonces hacia un árbol, mirando amenazadoramente a una serpiente que la vigilaba. El reptil, intimidado, se escondió entre las ramas del árbol en el que se encontraba.

–Más te vale...– la amenazó.

Ordenó al Murciélago que la había descubierto que siguiera adelante. Aún tenía mucho camino por recorrer.

No fue hasta media mañana que llegó a su destino. Era un puesto avanzado que se veía un tanto solitario, pues la mayoría de sus inquilinos habían salido horas atrás.

Entró y le entregó su placa de aventurera al recepcionista, que la cogió con desgana. Al fin y al cabo, lo acababan de despertar de su siesta matutina.

–Es usted Goldki... ¡Goldki! ¡Ah! ¡Estimada huésped, sígame a su habitación, por favor!– se despertó de golpe.

Le habían informado de que acudiría alguien importante identificada como Goldki, aunque no cuándo.

Gjaki lo siguió, disfrazada de elfa rubia, de hermana pequeña de Goldmi. Le encantaba ese Disfraz.

No prestó mucha atención al recepcionista, que suspiró aliviado al ver que no estaba enfadada. Algunos VIP se irritaban si no se los trataba como tales desde el primer momento.

Entró en la habitación y se aseguró de que estuviera totalmente cerrada. Tras ello, sacó una enorme caja fuerte del inventario, la abrió, y creó un Portal de Salida en ella. Seguidamente la cerró.

Podía abrirse por dentro, pero no era tan fácil desde fuera. Lo que era más importante, destruiría el Portal si eso sucedía. Era muy conveniente para añadir un poco de seguridad.

Nadie entraría a la habitación, pues se suponía que ella que estaba dentro. Como VIP, no deberían molestarla. Aunque más valía prevenir con una buena caja fuerte.

Tras ello, volvió a la mansión. Necesitaba descansar.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora