Pradera (III)

159 34 3
                                    

En lugar de intentar matarlos, Gjaki decidió inmovilizarlos o distraerlos. Quería hacer el mínimo posible de daño, evitando así llevarse experiencia. Aprovechando que aquellos seres eran diferentes a los de otras mazmorras, y vulnerables a las ilusiones, decidió usar éstas contra los que se levantaban.

Los enemigos naturales de aquellos ñus eran los leones escarlata, aunque tenían más parecido físico a un puma que a un león. No obstante, vivían en manadas como los leones, una de las razones por las que se habían ganado el nombre entre los jugadores.

Es cierto que esas manadas eran diferentes a las de los leones, pues estaban compuestas por machos y hembras por igual. Su estructura social piramidal era similar a los lobos, con una macho y hembra alfa. Aunque no era algo por lo que la mayoría de los jugadores se preocupara, ni era importante en aquel momento.

Lo único importante era que Gjaki recordaba su forma, y podía crear ilusiones con Mundo Imaginario. Al encontrarse con sus depredadores naturales, los ñus los encararon, sin atacar, sin salir corriendo, pues eso hubiera supuesto darles la espalda. De esa forma, había logrado controlar a tres de ellos.

Otro que aún estaba en el suelo había quedado inmovilizado con Atadura Sanguínea, al unirle las dos patas. La lince lo había eliminado con facilidad, antes de atacar por la espalda a uno de los que encaraban una ilusión.

Los otros dos fueron aniquilados por Goldmi, que incluso usó Enredar con las hierbas para estorbar a sus presas. Sus flechas nivel 90, creadas por Eldi, eran como siempre de una gran calidad, al igual que su arco, lo que ayudaba a reducir los efectos de la diferencia de nivel.

Además, al estar quietos, resultaba más fácil disparar con precisión. Algunas flechas entraron por sus ojos u oídos, aprovechando así para llegar donde debería haber estado el cerebro. Aunque los seres de maná no tenían realmente cerebro, por alguna razón, tenían las debilidades de un ser real. Sin duda, si la mazmorra se había creado manualmente, alguien había cuidado los detalles.

Quizás, la única desventaja para Goldmi era que la magia de luz no era tan efectiva como contra los habituales seres de las mazmorras. Aunque, en aquella planta al menos, tenía la ayuda de una naturaleza falsa. Le producía una extraña sensación, pero funcionaba. A las dríadas o medio dríadas, les daba escalofríos.



Eldi, por su parte, se encargaba de los seis que habían caído en los agujeros. Debido a los Carámbanos en el fondo, uno estaba moribundo y otros dos malheridos, pero los otros tres apenas había sufrido daño. A pesar de ello, no les era fácil salir de allí, al no poseer las habilidades adecuadas.

No obstante, tenían el poder suficiente para clavar sus poderosas pezuñas en la pared de tierra e intentar escalar poco a poco, algo que el alto humano trataba de impedir.

Si hubiera sido uno solo, podría haber acabado con él, pero los tres estaban bastante separados. Si se centraba en uno de ellos, los otros dos podrían escapar. Así que creó tres Gólems de Hielo para unirse a los mastines y entretenerlos. Trataba de restringir sus movimientos, mientras esperaba a que sus compañeros volvieran.

Los Gólems cayeron sobre ellos, propagando su gelidez y atacándolos con cierta torpeza. Aparte de eso, usó unas cuantas Jabalinas con lanzas de algo menor nivel, intentando atacar sus patas. No obstante, la diferencia de nivel hizo que bajara la eficacia, y sólo logró algunos rasguños.

Lo que más dañó a esos seres fue la bendición Tu Magia es Mía. Normalmente, es útil para recuperar algo de maná a la vez que se lo quitas a un enemigo, pero contra manifestaciones de maná resulta extremadamente efectivo. Incluso uno de ellos perdió parte de la fuerza en una de sus patas y cayó al fondo del agujero.

Eso no lo mató, pero sí provocó que el otro ñu malherido sobre el que había caído volviera a chocar contra los Carámbanos. Muchos estaban rotos, pero aquel ser también estaba malherido, así que el impacto solo desestabilizó más su cuerpo de maná, casi provocando que colapsara.

Viendo aquello, una Lanza de Fuego se clavó gracias a Jabalina en su costado abierto. No acabó con él inmediatamente, pero siguió quemando hasta que su forma no pudo seguir manteniéndose.

–Se acumula más rápido, como en el juego– Eldi murmuró, mirando de reojo una piedra de maná.

Apenas era apreciable el aumento de brillo, lo que era más de lo que había sido testigo hasta ahora. De hecho, los tres llevaban dichas piedras para absorber parte del maná que se desprendía de aquellas criaturas, al igual que todos los aventureros. Era la principal fuente de ingresos de los que se aventuraban allí.

Sólo la miró un momento, mientras empuñaba el martillo y usaba Propulsar sobre un ñu que había logrado alcanzar el borde de la trampa. Gracias a la diferencia de nivel, lo fuertemente que estaban sus patas ancladas en la pared, y la dureza reforzada de su cuerpo, logró mantenerse firme. Incluso tras el segundo, aunque no tras el tercero.

El ñu infernal no podía defenderse mientras trataba de escalar la pared vertical, así que sólo era cuestión de tiempo que cayera. Eldi lo vio precipitarse mientras caminaba en dirección al siguiente, que aún tenía que llegar al borde.

Su plan era tan sencillo como efectivo. Esperar a que llegaran para volverlos a enviar al fondo. Si la caída, gólems, mastines y los golpes no los mataban, repetiría la operación hasta que llegara Goldmi.



Cuando la elfa apareció, sólo quedaba uno tratando de escalar, y varios incapaces de intentarlos. No necesitó más que disparar un gran número de flechas para eliminarlos sin gastar maná o energía. Después, envió a su asistenta a recogerlas, mientras se volvía preocupada hacia sus compañeros.

–Hay algo detrás, pero mi hermana no lo localiza– murmuró –. Los otros ocho aún nos vigilan por la dirección de la que venimos.

–No recuerdo que hubiera ningún enemigo invisible en esta planta– frunció el ceño Eldi.

–No lo hay. Debe ser un aventurero. Dudo que tenga buenas intenciones si se acerca así. El otro grupo menos– aseguró Gjaki, cuya voz parecía emitir un aura asesina.

Ninguno dudaba de las palabras de la elfa. Sus Alarmas eran tan efectivas como discretas, por lo que fuese quien fuera, era casi imposible que se hubiera dado cuenta. Quizás, sólo alguien al nivel de una dríada podría haber percibido el sutil aviso de las plantas que habían sido pisadas tras ser imbuidas con Alarma.

Que la vampiresa no dudara en pensar que era un enemigo acechándolos no era extraño. Tenía amplia experiencia en ese ámbito, ya fuera ella la acechadora o la acechada.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora