Zona corrompida

190 39 0
                                    

–Oh, un zorro puercoespín de dos colas– observó Eldi.

–Ja, ja. Tu sentido del humor tan malo como siempre– se burló Goldmi.

–Yo creo que ha empeorado– valoró Gjaki.

–Mira quiénes fueron a hablar– protestó Eldi.

Lo cierto es que era un zorro normal, aparte de las dos colas y de estar corrompido. No obstante, tenía multitud de flechas clavadas, dándole un aspecto un tanto extraño.

Éstas hacían cierto daño, en especial por el efecto de Toque Purificador, pero no lo suficiente para ser crítico. La diferencia de nivel entre el perdido y Goldmi había evitado que hubiera sucumbido a medio camino.

Maldoa los observaba divertida. No había tenido la oportunidad de verlos luchar juntos, pero sí había oído historias. Sin duda, confiaban los unos en los otros. Aunque quizás estaban un poco demasiado relajados.

–El Abismo de Viento no le hace mucho daño– apreció Goldmi.

–Es mejor que las trampas de oscuridad. No son nada efectivas– se quejó Gjaki.

–Es más listo que los de nivel bajo. Los otros no hubieran esquivado el Muro– comentó Eldi.

–Ehhh. ¡Las trampas de luz son demasiado efectivas! ¡No es justo!–protestó la vampiresa.

–Para algo tenían que valer. Normalmente, no sirven de nada– se defendió la elfa.

–Lo peor de todo es que al final, un agujero es lo mejor– miró Gjaki con envidia a Eldi.

A pesar de la diferencia de nivel, las sucesivas trampas habían ido mermando la vitalidad del perdido. El Abismo de Luz había sido especialmente destructivo. Sin embargo, había sido Poder del Topo la más decisiva. Con ellos como cebo, el perdido había corrido directamente hacia el agujero.

Gjaki lo recubrió rápidamente de una Telaraña de sangre, restringiendo sus movimientos, dificultándole salir. A ello había que sumar los Carámbanos en el fondo contra los que había impactado, además de la rápida reacción de las dos hermanas de Goldmi.

La azor había bajado en Picado y Chocado contra el ser corrompido. Había sido un impacto tremendo a pesar del pequeño tamaño del ave, empujándolo de nuevo hacia el fondo. Por suerte para ella, el poder de la habilidad precisamente la protegía.

La lince había empezado a desgarrar al zorro corrompido justo después. Iba con cuidado de no romper la Telaraña que lo aprisionaba, y también lo empujaba hacia dentro.

Éste apenas podía defenderse. Había quedado en una posición incómoda en la que no veía a sus enemigos, algo lo aprisionaba, estaba en un agujero, y unos Carámbanos lo atravesaban. Por si fuera poco, estaba herido de antes.

La felina no lo remató. Esperó a que llegara Eldi con unas lanzas, y atravesara a su enemigo con cada una de ellas, con la ayuda de Impacto Perforante.

–El resultado es el esperado. Hielo y electricidad tienen efecto, pero reducido por la diferencia de nivel. Sirve de poco corroerlo con oscuridad, fuego hace algo más daño que viento, y el poder purificador es lo mejor contra ellos. La diferencia de nivel no cambia el resultado– resumió Eldi.

–Pues recuperamos maná y vamos a por los siguientes. ¿Cuántos crees que harán falta?– preguntó Gjaki.

–La barra de experiencia ha subido poco. ¿Unos cien?– valoró Goldmi.

–Algo así. Supongo que dependerá de lo poderosos que sean, y de como se distribuya la experiencia– estuvo de acuerdo Eldi.

–Pues nada, llevará su tiempo– suspiró Gjaki.

Después del powerleveling con hormigas y caracoles, le resultaba lento.

–¿Sólo cien? ¿Y te quejas?– casi la maldice Maldoa.

Aunque lo cierto es que no era ella quién para quejarse. Podía subir de nivel rápidamente con sólo absorber la esencia que habían reservado para ella. Es cierto que tenía experiencia en combate, pero no la había necesitado para aumentar su poder.

Había llegado con ello a nivel 93, aunque su límite había sido bastante menor hasta su experiencia patinando. Creía que podía seguir subiendo de nivel si tuviera más esencia, pero ese era el límite que le podían proveer. El resto tenía que ganárselo por sí misma. A niveles tan altos, la cantidad de esencia que había que reunir era demasiado grande como para regalarse, por mucho que su madre fuera una dríada.

Lo que no sabía era que ésta, su madre, estaba aprovechando que ella estaba en la zona corrompida para observar más de cerca a uno de los amantes de la drelfa. Maldoa había perdido la conexión con la naturaleza, por lo que no podía descubrir lo que la hermana de Melia estaba tramando.

La dríada conocía a los otros dos, pero su hija aún no le había presentado a su última adquisición, por lo que sentía curiosidad. Y es bastante difícil apaciguar la curiosidad de una dríada. El padre de Maldoa sólo podía suspirar.



–Entonces, ¿vamos a por el grupo de tres?– propuso Gjaki.

La azor había localizado varios pequeños grupos relativamente aislados. Querían ir poco a poco, ir acostumbrándose a pelear con aquellos corrompidos de mayor nivel. Aunque también es cierto que, en caso de problemas, Maldoa y Gjaki podían revelar su verdadero nivel. Podía decirse que saltaban con red.

Así que, ir a por sólo uno o dos, como había sido la intención de Eldi y Goldmi, había logrado ser descartado por la vampiresa. Ésta estaba impaciente, quería que sus compañeros recuperaran todo su poder cuanto antes, por mucho que se divirtiera leveando.

Es cierto que no era la única impaciente. Tanto Goldmi como Eldi tenían poderosas razones para llegar al máximo nivel, como curar a Elendnas o buscar a Melia. No obstante, estos eran un poco más cautelosos.

–Vale, vamos a por los tres– suspiró Goldmi.

–Supongo que no debería haber problema con tres– también se resignó Eldi.

Así que empezaron a caminar, con Goldmi lanzando Detección de Vida continuamente. No querían encontrarse con una emboscada, con seres corrompidos escondidos bajo tierra. Era altamente improbable que los hubiera en aquella zona, pero más valía prevenir. Si se adentraban en el bosque corrompido, el peligro sería mayor.

–Un malo. Está bastante lejos, hacia allí. No creo que me haya sentido aún– avisó de repente Pikshbxgra, que se había asomado un momento.

–¿Sucede algo?– preguntó Eldi cuando Goldmi se detuvo de repente, mirando a lo lejos.

–Pikgra ha detectado un general. Está en el bosque, parece que bastante lejos. ¿Qué hacemos?– dudó ella.

Era peligroso adentrarse demasiado, pero también una oportunidad de deshacerse de uno de esos seres.

–Es peligroso– se mostró reticente la drelfa.

–Vamos. En caso de problemas, puedo poner un Portal para volver– propuso Gjaki, un tanto emocionada.

–¿No huirá? Dijiste que ellos detectaban al hada como ella a ellos– preguntó Eldi.

–Está muy lejos. Seguramente no la ha detectado aún, pero lo hará si nos acercamos– explicó la elfa.

–Dentro de mochila no podemos detectarnos– aclaró el hada, y Goldmi lo transmitió al resto.

–¿Y cómo sabremos dónde está?– apuntó Maldoa.

Sin duda, era un problema. Tenían sólo una dirección aproximada, y ni siquiera sabían la distancia con seguridad. Si el hada se asomaba cuando estuvieran más cerca, el general la descubriría. Podría huir o atacarlos.

–Voy a echar un vistazo– informó la azor.

Goldmi quiso decirle que era peligroso, pero sabía que no la convencería.

–Ves con cuidado. Vuelve si hay peligro– le pidió.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora