Refuerzos (I)

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Sin apenas tiempo para pensar, hizo lo primero que se le ocurrió. Usó casi todo su maná para invocar un Pilar de Oscuridad. Aprovechó que el hechizo la ocultaba para envolverse en Oscuridad, e intentar arrastrarse lejos de allí.

Mientras lo hacía, pudo comprobar que lo que fuera que la había afectado había sido purgado al consumirse toda la sangre. No hubo rastro ni cuando consumió un frasco de sangre, permitiendo que Autorregenerar se activara. Tomó también una poción de curación para ayudar.

Se sentía terriblemente débil y le dolía todo el cuerpo. No sólo eran las heridas sufridas, sino que Bersérker había sobrexplotado su cuerpo, llevándolo más allá del límite, extenuándola, por no hablar de la pérdida de sangre.

Por su parte, los otros dos vampiros se habían apartado del Pilar de Oscuridad, mientras que el que había estado luchando contra Gjaki había sido engullido por el hechizo. Al cabo de unos instantes, cuando desapareció el Pilar, pudo verse que había sobrevivido.

A pesar de ser la vampiresa de un nivel superior, los vampiros son bastante afines a la magia de oscuridad, razón por la cual no había sido suficiente. Aunque eso no significaba que hubiera salido indemne. Estaba malherido, todo su cuerpo parecía estar quemado, apenas podía moverse.

Sus compañeros lo dejaron recobrarse por sí mismo, su misión era mucho más importante. Era evidente que su enemiga estaba muy débil, así que tenían que localizarla y acabar con ella cuanto antes.

–¡Allí está! ¡Esa sombra!– señaló la vampiresa de pelo grisáceo.

Los dos se abalanzaron hacia ella, pero se vieron obligados a detenerse. Un hacha lanzada con Boomerang les cortó el paso, así como un Muro de Tierra apareció frente a ellos un momento después.

Lo rodearon con rapidez, pero para entonces la lince ya había llegado hasta ellos. Se envolvió en fuego y los interceptó, sin atacar, protegiendo a Gjaki.

Eso dio tiempo a Eldi y Nilgha a llegar, protegiendo también a Gjaki tras de sí, justo cuando ésta deshacía Oscuridad. Su aspecto era miserable, cubierta de su sangre y de la de sus enemigos, y se sentía terriblemente débil. No le fue fácil levantarse.

Empuñó las dos dagas que su asistente había recuperado, queriendo luchar también, aunque apenas podía tenerse en pie. Respiraba pesadamente, y su rostro se contorsionaba por el dolor. Al estrés y las heridas de Bersérker, había que añadir que había perdido bastante sangre. Dado que había Sacrificado su propia sangre previamente, la pérdida se hacía más relevante. Tardaría en recuperarse.

–Apartad, esto no va con vosotros– exigió el vampiro.

Ninguno de los tres se movió, protegiendo a la vampiresa que estaba detrás, aunque tampoco atacaron. Todos estaban muy justos de fuerzas, y temían dejarla desprotegida si lo hacían.

–No importa, ya es demasiado tarde para vosotros– sonrió triunfante la vampiresa enemiga.

Los refuerzos estaban llegando, aunque no todos. Dos de ellos se habían desviado para atacar a la elfa, claramente irritados por su intervención.

–¡Aaaaaargh!– se oyó un débil y desesperado grito de dolor tras los vampiros.

Estos se giraron un momento para descubrir a una enorme azor rematando a su compañero malherido. Había aprovechado que lo habían dejado solo para acabar con él.

No pudieron hacer más que contemplar como el ave albina se encogía y, envuelta en viento, se alzaba de nuevo. Era la situación más peligrosa para el azor, cerca del suelo y sin haber alcanzado un mínimo de velocidad, pero sus enemigos no tuvieron tiempo para lidiar con ella.

Aprovechando la distracción y presionados por los refuerzos que se acercaban, la lince se abalanzó sobre la vampiresa enemiga, envuelta en fuego gracias al poco maná que le quedaba.

Eldi lanzó una Jabalina y Embistió contra el vampiro, hacha en mano. Nilgha lo seguía de cerca, dispuesta a aprovechar cualquier oportunidad.

Gjaki fue la única que no se movió, pues prácticamente no podía hacerlo. Secretamente, usó Energía Roja y Maná Rojo para recuperar mana y energía, al mismo tiempo que bebía más sangre sacada de su inventario. No podría usar esas habilidades de nuevo en una hora, pero era evidente que no tenía sentido esperar.

Aunque se sentía terriblemente débil, ya no estaba del todo indefensa. Invocó un par de Murciélagos para observar en todas las direcciones, y se quedó a la espera. Su plan era invocar varios Mastines de Sangre cuando fuera necesario, o incluso un Clon de sangre. O quizás tenía una opción mejor.

También estaba usando Reabastecer para regenerar su propia sangre a partir de la reserva, pero era un proceso que llevaba tiempo. Y tiempo era algo que no tenían. Los refuerzos del enemigo se estaban acercando.



Goldmi había logrado retener a los refuerzos un buen rato, a costa de un gran gasto de maná y energía. Finalmente, se había visto obligada a disminuir la intensidad de sus ataques, pues corría el riesgo de quedarse sin maná. Ello había permitido a los vampiros tener menos problemas, aunque seguían sin poder avanzar sin preocupaciones.

La elfa disparaba ahora mayoritariamente flechas normales, que eran relativamente fáciles de bloquear para aquel grupo veterano. Sin embargo, a menudo añadía una flecha más peligrosa entre las demás, obligándolos a mantener sus defensas, a no descuidarse. Iban avanzando, pero tenían que hacerlo con sumo cuidado, mucho más lento de lo que podrían haberlo hecho.

Fue cuando descubrieron finalmente el origen de sus ataques que dos vampiros se ofrecieron para lidiar con aquella molestia. Se separaron del grupo principal y se dirigieron hacia ella, resguardándose tras los árboles.

Confiaban en que sería presa fácil cuando llegaran a ella. Sus ataques eran de un nivel ligeramente menor al de ellos, y además era una especialista en ataques a rango. No creían que fueran a tener ningún problema a corta distancia.

–Sólo vienen dos, me encargaré de ellos. Os necesitan allí– le aseguró Goldmi a sus hermanas, que se habían mostrado inquietas.

Aunque preocupada, la lince obedeció. La azor, por otra parte, vigilaba en el cielo, dispuesta a intervenir donde hiciera falta.



–Qué estúpida... Con tanta vegetación es fácil acercarse sin que nos vea– la criticó un vampiro.

–Igual creía que así no la veríamos– se burló una vampiresa.

Estaban a apenas unos metros del árbol desde el que había estado disparando la elfa. Sólo tenían que atacar rápidamente, sin darle tiempo a reaccionar. Estaban casi seguros de que no los había visto llegar, pues su enemiga seguía disparando, no pareciendo temer ser atacada.

–Ya están aquí– se dijo Goldmi para sí. Las plantas se lo habían revelado.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora