Un día de descanso

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–Siente como el maná circula por la sangre. Como cierra poco a poco la herida. Muy bien, así. Poco a poco– la animó Goldmi.

–Je, je, pronto lo conseguiré– se enorgulleció Eldmi.

Su hermana observaba desde el lado, recuperando su pequeña reserva de maná. Lo había estado intentando poco antes.

–Ya está bien por hoy. No te puedes quedar sin maná. Ya sabes lo que pasa– apartó el dedo Goldmi.

Se había pinchado en un dedo, y las gemelas habían tratado de curarla. No era fácil de aprender, pero las dos niñas notaban como iban avanzando, y eso las animaba. Aún no podían lograr cerrar aquella minúscula herida, pero el control del maná para ejecutar Curación Básica iba mejorando.

–¿Vamos a disparar ahora?– pidió Gjami, cuyos ojos parecían brillar.

–¿Elendnas?– llamó Goldmi.

–Un momento, casi acabo– pidió éste.

Salió al cabo de unos minutos, habiendo reparado las dos dianas. Se encontró a las niñas observando a la Minigoldmi peluquera, o así llamaban las gemelas a la asistente. Ésta estaba entretejiendo el pelo de su madre en una especie de complicada y recargada trenza que ellas intentaban imitar.

Por suerte para ellas, Gjaki había confeccionado algunas pelucas para que pudieran practicar sin riesgo para el pelo rubio de las elfas.

–¿Vamos?– propuso éste.

––¡Vamos!–– exclamaron ambas niñas.

Cogieron los pequeños arcos de las manos de su padre y salieron corriendo. Al verlas aparecer, la lince se desperezó, bostezando y estirando todo su cuerpo. La azor, por su parte, volvió de su paseo matutino y empezó a sobrevolarlas.

Cierta hada también llegó, volando entusiasmada entre las niñas y su madre. Si Goldmi era su tía Omi, a ellas las llamaba prima Emi y prima Ami. Desde recién nacidas, habían podido ver a Pikshbxgra, aunque eso no se aplicaba a otras hadas o espíritus.

Goldmi sonrió a Elendnas y se levantó. Se cogieron de la mano y salieron tras las niñas, mientras cierta asistente deshacía el trabajo hecho, y creaba una larga trenza mucho más normal. Al mismo tiempo que Gjaki se iba de fiesta, y viajaba hasta el puesto avanzado, ellos tenían un día en familia.

Las niñas estuvieron un rato practicando con el arco, siendo Ojo de Halcón la única habilidad que les dejaban aprender. Hasta que no perfeccionaran su puntería un poco más, no era recomendable aprender habilidades relacionadas con el arco.

Luego, acabaron todos bañándose en un estanque, incluyendo la lince y la azor. Aquel lugar era seguro, pues estaba protegido por la magia de los elfos. Elendnas había reservado aquella mañana para ellos, y Goldmi había elegido varios bañadores creados por Gjaki, los más normales. Tras ello, se sentaron a comer alrededor del estanque.

Después de un delicioso almuerzo, agotadas de la intensa mañana, las gemelas se quedaron dormidas sobre la alfombra verde de vegetación que parecía querer abrazarlas. Hijas de Goldmi, primas de un hada y sobrinas adoptivas de una drelfa, poseían una sutil conexión con la naturaleza.

Goldmi no sabía muy bien como enseñarles a desarrollarla, pero por suerte Maldoa sí. Cuando estaba en la aldea, a menudo se las llevaba de paseo por el bosque, e incluso se las había presentado a otras dríadas. Gracias a ella, la conexión de las niñas se iba poco a poco reforzando.

Era un poco lento para ellas, pues apenas podían conseguir que una rama se moviera unos milímetros. No obstante, significaba que la conexión existía, que podía mejorar con el tiempo, que eran amadas por las fuerzas de la naturaleza. No muchos tenían ese don.

Goldmi pasó el resto de la tarde con su familia, consintiendo a las niñas más de normal. Sabía que, de ahora en adelante, no tendría muchos días libres como éste, al menos hasta que lograran su objetivo de curar del todo a Elendnas.

Aunque le resultara duro, estaba más que dispuesta a seguir adelante. Era demasiado importante para todos ellos.



Eldi hubiera querido ir a ver a sus hijos, pero su nivel aún no era lo suficientemente alto, por no hablar de la carencia de Portales directos. Gjaki no había ido mucho por Engenak, y Eldi no podía usar los suyos todavía.

Por tanto, ir en un día y encontrar a sus hijos era inviable por ahora. Además, podía ser peligroso.

Así que pasó casi todo el día en la sala de artesanía. Había hecho todas las peticiones más urgentes, pero aún tenía cientos pendientes. Varios condados del Reino de Sangre había hecho encargos por si había tiempo.

Además, quería investigar las recetas que había recopilado Gjaki a lo largo de los años, así como las que había intercambiado con otros visitantes. Merlín tenía bastantes de joyería y pociones, mientras que Apli y Tritu tenían para armas y armaduras ligeras.

También reservó tiempo para enseñar a algunos de los aprendices de la mansión. No eran muchos, pero había encontrado al menos uno de cada artesanía que conocía. Cabe decir que también había un par de sastres enseñados por Gjaki, y una cocinera llamada Diknsa.

Como era de esperar, antes de atender los encargos, se pasó algunas horas estudiando y probando algunas de esas recetas, lo que encontraba de lo más entretenido. Aunque el resultado no siempre era el esperado.

El hacha de goma, el martillo hueco y una lanza demasiado pesada para ser usada eran claros ejemplos de eso. Aunque como pesada, nada como una armadura triplemente reforzada. Era realmente resistente, pero imposible de moverse con ella.

Por suerte, podía reciclar los objetos obtenidos y recuperar los materiales. Y nadie se tenía por qué enterar de algunos resultados. En especial, de ciertos artículos eróticos que estaban entre las recetas recopiladas por Gjaki, sin conocer su contenido. Nada hacía sospechar de cuál iba a ser el resultado hasta que estaban casi listos.

Eldi añadió una nota en su lenguaje natal en esas recetas. Había vivido muchos años en su mundo original como para sentirse escandalizado, pero no estaba demasiado seguro de si eran apropiados en aquel mundo.

Gran sería la sorpresa para Gjaki cuando, tiempo más tarde, revisara las recetas y leyera las notas. Con el tiempo, lo acabaría contando a sus amigas, y al final, el conocimiento de aquellas recetas iría extendiéndose por la mansión. Con cierto secretismo, algunos de aquellos objetos acabarían siendo elaborados y distribuidos.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora