Pasado por agua (II)

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El tiempo en la planta oceánica de la mazmorra fue bastante apacible. Difícilmente asesinos o vampiros enemigos podían acercarse al barco pirata, y podían simplemente ignorar las bestias si estaban cansados. De hecho, esquivaban también a otros aventureros, no queriendo dar explicaciones sobre su embarcación.

No obstante, un par de veces estuvieron a punto de ir al rescate de grupos que estaban ahogándose, pero estos simplemente usaron el pase para salir de la mazmorra.

La velocidad a la que eliminaban seres de maná era menor a la habitual, pues tenían que esperar a ser atacados. Por suerte, también el tamaño de los seres era mayor de lo habitual, y también la experiencia que daban.

Había incluso una especie de mezcla entre pez payaso y tiburón de la mitad de tamaño del barco, contra el que tenían que ir los tres juntos si querían que la lucha no se eternizara. O usar los cañones, algo que no hacían muy a menudo. Sólo cuando lograron cargarlos todos se permitieron dispararlos de vez en cuando.

Tardaron una par de semanas en llegar a 95, sintiendo Gjaki y Goldmi nostalgia de su hogar, pues llevaban mucho tiempo en la mazmorra. Quizás Eldi también la hubiera sentido, pero no tenía realmente un hogar, lo cual le deprimía un poco, por lo que prefería no pensar en ello.

En parte, echar tanto de menos a sus seres queridos era debido a que gran parte del tiempo estaban ociosos, sobre la cubierta del barco, esperando a sus presas. Tenían mucho tiempo libre. Para ellos, aquella planta resultaba muy apacible, sin duda debido a la posesión de un barco que en circunstancias normales hubiera sido imposible de encontrar allí.

Quizás, pudiera parecer que era la lince la que más aburrida estaba. Aunque podía nadar y atacar desde el agua, no se había ofrecido a ello, así que no hacía más que dormir en la cubierta, bañada por el sol artificial de la mazmorra, y comer.

Si bien podía echar de menos los combates, la mentalidad de la felina era muy diferente al resto. Si no tenía más remedio que dormir al sol y comer, ¿por qué no simplemente disfrutarlo?

Ahora, sólo les quedaba el jefe final. Para la mayoría de aventureros, era tan sólo un desafío, y muchos preferían ignorarlo, pero ellos necesitaban derrotarlo.



En 95, Goldmi había recuperado Huracán, un poderoso y devastador hechizo de viento. Es imposible de controlar una vez se ha desatado, y consume todo el maná. Lo tenía en 4, ya que no había tenido muchas oportunidades de usarlo.

También estaba la habilidad Protección, en la que se pide a las plantas que protejan a alguien. Estas lo envolverán, y atacarán a cualquiera que se acerque.



Eldi había desbloqueado el letal hechizo Rayo Elemental. Combina los elementos a los que se tiene afinidad para lanzar un poderoso rayo en el que se invierte todo el maná. En el caso de Eldi, eran cuatro los elementos, lo que lo hacía especialmente imponente. Lo tenía en 3, pues las ocasiones en las que era necesario y prudente invertir todo el maná en el hechizo habían sido más bien escasas.

La habilidad Imparable la tenía en 10, pues resultaba extremadamente útil. Hace al lanzador inmune a habilidades y hechizos que inmovilizan o ralentizan, transformando el efecto en daño. Dado que el daño se puede curar, y que estar inmovilizado puede ser letal, resulta un precio pequeño que pagar.



El jefe final era un tanto especial. Consistía en la reunión de un millar de las bestias existentes en la mazmorra, de todas las especies, todas ellas en la superficie, esperando. Sin duda, era un intimidante espectáculo digno de contemplar.

Cuando querían enfrentarse a él, normalmente se reunían muchos grupos de aventureros. Eran demasiados enemigos para un sólo grupo. Por muchos hechizos que tuvieran, los cinco no podían con ellos. Claro que se habían reservado un comodín.

–¡Disparad los cañones!– exclamó Gjaki.

–Mírala, estaba deseando decirlo, parece una niña– la criticó Goldmi.

–Si la vieran los admiradores de la excelsa Reina de Sangre...– añadió Eldi con retintín.

–Envidiosos...– les sacó ella la lengua.

El sonido del retumbar de los cañones imposibilitó decir nada más. Mientras, el barco pirata navegaba en círculo para darse la vuelta, y poner frente a sus enemigos las otras hileras de cañones.

Las bestias reaccionaron a los ataques abalanzándose todas contra ellos, al menos lo hicieron las supervivientes. El barco pirata eran un navío bastante grande, con tres hileras de cañones a cada lado. Así que la potencia de fuego que poseía había diezmado a sus enemigos.

Goldmi empezó a disparar en cuanto se movieron, eligiendo siempre a los más cercanos. La azor se lanzaba en Picado, Crecía en el último momento, y capturaba a uno de los seres con sus poderosas garras, que se clavaban en su presa. Se elevaba sin detenerse, y luego lo dejaba caer sobre otro de sus enemigos.

–¡Deja ya de dormir y haz algo!– acusó a la lince.

–Uaaaaaaah– bostezó ésta.

La felina se estiró con pereza, y caminó tranquilamente hacia el babor. Desde allí, tenían que dispararse los cañones en cuanto estuvieran en posición, y por allí llegarían los enemigos. Su intención no era luchar, sino presenciar el espectáculo.

La segunda ráfaga llegó cuando algunos de los enemigos se habían acercado a menos de veinte metros. De nuevo, cientos estallaron en miles de fragmentos de maná. De los mil, quedaban menos de cien, y no muchos estaban en buenas condiciones. Estuvieran cómo estuvieran, avanzaron hacia el barco.

Su objetivo, no obstante, no era el barco, sino los seres vivos que estaban sobre su cubierta, o subida al mástil. Aunque la elfa no era fácil de alcanzar, y seguía disparando sin cesar. Usaba flechas normales contra los enemigos que sabía eran vulnerables a ellas, y flechas de maná contra los otros. El poder cortante de las de Viento eran bastante efectivo contra el flexible y más bien blando cuerpo de la mayoría.

Eldi esperó en cubierta a que se acercaran, mientras que Gjaki observaba no muy lejos. Aunque habían diezmado a sus enemigos, aún tenían que acabar con el resto, y ya no les quedaban cañones que disparar.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora