Pociones prohibidas

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Gjaki llevó a Eldi a la aldea de Iniciación de la vampiresa, como había hecho el día anterior. Ella había podido hablar con el Oráculo tras hacerlo, así que lo habían intentado de nuevo. Sin duda, había funcionado. Allí estaba, esperando en el mismo lugar de siempre.

–Te deseo suerte. Es realmente desesperante hablar con él– se despidió Gjaki.

–Ja, ja. A mí me cae bien– rio Eldi –. Tiene algo especial...

La vampiresa se encogió de hombros y se alejó para dar una vuelta. No quería saber nada del Oráculo si no era imprescindible.

Eldi se acercó al Oráculo y se sentó frente a él.

–Gracias por venir, me alegra verte de nuevo– lo saludó.

–Es mi deber el guiar a los visitantes– respondió éste con su voz neutra, tras unos breves instantes de silencio.

–Hace tiempo, en el juego, un ser extraño me dio tres recetas. Me dijo que dos de ellas no podían ser usadas a la ligera, o podrían alterar el balance del mundo. Una es la de Renacimiento, que la queremos usar en Elendnas, el marido de Goldmi, para revertir el daño que le hizo Krovledi. La otra es la de Rejuvenecimiento. No les he hablado de ella, pero me preguntaba si podía usarla en las parejas de Gjaki y Merlín– preguntó Eldi.

Durante unos largos segundos, el Oráculo no respondió, haciendo poner un poco nervioso al alto humano.

–El poder del Oráculo no es absoluto. Hay lugares y seres que están fuera del alcance de mi conocimiento. Si requieres de mi guía, dime más sobre ese ser y sus palabras.

Aquello sin duda sorprendió al guerrero. Ni en el juego ni en la realidad el Oráculo había dicho antes algo así, expresado que tuviera límites.

–No vi su rostro, incluso no estoy seguro de que lo tuviera. Su voz era como la de un niño, aunque su forma de hablar parecía la de un anciano. Llevaba un bastón hecho de una madera verde oscura, o lo parecía al menos. En toda la madera había grabadas inscripciones extrañas pero hermosas, que a veces brillaban en diferentes colores. Vestía una túnica que le llegaba a los pies, aunque nunca parecía tocar el suelo, y que acababa en una capucha que lo cubría. Tenía mangas anchas, que escondían sus manos. Era lisa, sin botones, cinturón o aperturas, y totalmente negra. Era imposible ver su rostro, aunque un suave brillo blanco salía de la capucha– explicó él.

–El Profeta... ¿Cuáles fueron sus palabras exactas?– preguntó el Oráculo.

Eldi lo miró atónito. Por primera vez, había logrado percibir un atisbo de sentimientos en el Oráculo. Sorpresa. Incluso lo que parecía ansiedad.

–Me dio las recetas sin mediar palabra. Luego dijo: "Esta última puedes usarla libremente. Las otras dos pueden alterar el balance del mundo. Sólo aquellos que respondieron a la llamada contra la calamidad y volvieron están libres de ese balance, así como los que acepten compartir su vida con ellos"– recordó él, sorprendiéndose de la claridad con lo que lo hacía.

Una vez más, el Oráculo tardó unos segundos en responder.

–"Aquellos que respondieron a la llamada contra la calamidad y volvieron" sois vosotros, los visitantes. Lina y Elendnas han aceptado compartir su vida con visitantes– habló finalmente.

Eldi respiró aliviado. Aquello aclaraba sus dudas y resolvía sus problemas. No sabía qué hubiera hecho si le decía que no debía usarlas.

–Gracias– se despidió del Oráculo.

–Es mi deber servir de guía– se despidió éste.

A Eldi le pareció sentir una ligera reticencia de aquel misterioso personaje al despedirse, pero lo descartó.

–Lo he imaginado– se dijo.

Se fue corriendo a buscar a Gjaki. Tenía buenas noticias para ella.

–¡Eldi, eres el mejor!– le abrazó ella poco después, entusiasmada.



La vampiresa dejó a Eldi en casa de Goldmi. Planeaban empezar a levear en un par de días, y hoy llegaba Maldoa. El alto humano estaba deseando hablar con ella.

Luego, abrió otro Portal y apareció en un palacio, la residencia del monarca del reino de los demihumanos felinos. En el pasado, el último rey del linaje de los Kronl había sido un tirano despiadado. Por su deseo de vivir eternamente, había estado cerca de sacrificar a millones de sus súbditos usando unos enormes círculos mágicos distribuidos en varias ciudades, y que se suponía que eran para defenderlos.

Un único individuo había reconocido la naturaleza real de aquellos círculos mágicos, y había acabado logrando revertir el suministro de maná, provocando así que quien debía absorber la vitalidad perdiera la suya. Se había convertido en un héroe, y había acabado siendo nombrado el nuevo rey. Ella iba ahora a ver a dicho rey.

Se lo encontró sentado en el jardín, junto a una demihumana cuyo pelaje había perdido el brillo de su juventud. Cinco años atrás, aún parecía joven, pero su cuerpo se había deteriorado rápidamente. A diferencia de otras razas, no envejecían lentamente, sino que el proceso era mucho más rápido e inesperado, aunque gracias a ello se mantenían jóvenes hasta entonces. Sin duda, no le quedaba mucho tiempo.

La anciana la vio llegar y la saludó amistosamente.

–¡Gjaki! ¿Qué te trae por aquí?

–¡Contaros los últimos chismes! ¡Eldi ha vuelto!– exclamó la vampiresa con entusiasmo.

–¿¡De verdad!?– se sorprendió el rey.

Estuvieron hablando un rato de los últimos acontecimientos. A la pareja real se la veía realmente feliz por la buena noticia, y se alegraban también por su amiga, aunque seguía habiendo una profunda traza de tristeza en él. Su mujer se estaba muriendo, y eso pesaba mucho en su corazón.

–¿Me dejas que te tome un momento prestado a su alteza?– pidió al cabo de un rato Gjaki a la reina.

–Claro. Todo tuyo– rio ésta.

Él miró extrañado a la vampiresa, pero la siguió unos metros. Ella le entregó un papel, donde había una breve explicación y una larga lista de ingredientes. La mayoría de ellos estaban marcados.

–No es una broma, ¿verdad?– preguntó él, incrédulo y esperanzado.

–Nunca haría una broma así. Eldi puede hacerla. ¿Puedes ocuparte de estos por ahora? Los que tenemos son de mazmorras que visitamos Eldi y yo, así que suponemos que el resto estarán en otras similares, como las gemas. Los encontramos así...

Gjaki le explicó exactamente cómo los habían encontrado, lo que él escuchó sin perderse un solo detalle, no podía permitírselo. También le mostró otra lista, lo que les faltaba para la poción de Renacimiento

–Me encargaré de las mazmorras. Si tengo información de los demás ingredientes, te lo haré saber. Les preguntaré a los bárbaros. Seguro que estarán encantados de un "poco de acción"– aseguró Merlín.

–Perfecto. Mira también si puedes reunir algunos de los ingredientes marcados. Los tenemos para la primera, pero nos harán falta más. La poción dura un año, y no estamos seguros de cuántas puede hacer– le pidió Gjaki.

–Déjamelo a mí. Ser rey tiene que servir de algo.

Regreso a Jorgaldur Tomo IV: ReencuentroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora