1. SANTA MARTA (Colombia)

75 12 0
                                    

SANTA MARTA (En la Costa Atlántica colombiana)

La Casona Álvarez de Arauca se encuentra mirando al mar sobre la bahía de Taganga. El abuelo Sebastián gusta de pasar sus horas de ocio observando si van o si vienen las barquitas de los pescadores, como para no olvidar sus raíces; de dónde proviene su familia, sus antepasados y por ende, todos los alocados muchachos que ahora se mueven por la casa. Y los que no están también.

Ana, su fallecida esposa, únicamente pudo darle un hijo del que se siente supremamente orgulloso, por lo cual, tuvo que esperar mucho tiempo antes de ver llenarse todas las habitaciones que mandó construir con la esperanza de formar una gran familia. Pero su hijo cumplió por él, sobradamente, sus expectativas familiares. Como dijo alguna vez su amigo Enrique Brieva: Ramirito encontró en Eugenia Montalbán la mujer hecha a su medida y ellos se iban a encargar de que él viera cumplidos sus propios sueños.

Ahora están en el comedor pequeño, junto a la cocina, esperando a que les sirvan el desayuno que será el punto de partida a la jornada laboral de la familia. No están todos, por supuesto, pero si los que se reúnen cada día a esa misma hora. Juana, la sirvienta, entra y sale terminando de ordenar la mesa, quejándose entre dientes del trabajo que le dan todos ellos. A media voz pero haciéndose oír. Porque sabe que a los pelados le divierten sus lamentos, como se entretienen con sus chismes y las retahílas que forma cuando nadie la manda callar.

Junto a la puerta de entrada se encuentra, como cada mañana, la Nana Dolores. Ella espera al primer visitante del día, su niño David. Lo hace así desde que él abandonó La Casona familiar para ir a vivir con su esposa en su propio hogar y formar su propia familia. Como siempre, abre un segundo antes de que él toque la aldaba con forma de ancla que cuelga de la puerta, que finalmente sí es un adorno y no sirve para más. Hoy lo recibe con una media sonrisa. La Nana es el registro que tiene David para saber cómo se levantaron los habitantes de La Casona aquel día.

–Buen día, Nana –dice al tiempo que se agacha para darle un beso.

–¿Qué más, mijo? ¿Cómo te fue?

–Bien Nana, muy bien. Demasiado bien diría. ¿Vamos a desayunar?

–Pasa adelante. Están todos en el comedor esperando tu llegada.

Los demás ocupan sus lugares en torno a la mesa. El abuelo en una cabecera, frente a su hijo que ocupa la otra. A su derecha se sienta Eugenia, su muy querida nuera, y a la izquierda Rosalía, su única nieta. David se sienta a la derecha de su madre y junto a él su sobrino mayor, Sergio. Frente a este queda el lugar que ha de ocupar su hermano Javier, quien, como siempre, llega tarde a tomar desayuno, almuerzo o comida. Entra al cabo de un rato y va derecho a besar al abuelo Sebastián, mirando de reojo a su madre y a la abuela. Las dos mujeres se han mirado a su vez con gesto hosco en referencia a su falta de respeto con los demás. Eugenia reprocha a su hija que no pueda hacer entender al muchacho que en la casa hay normas que se deben cumplir y él debe hacerlo como lo hacen los demás miembros de la familia. Rosalía mira seria a su madre, pero en el brillo de sus ojos deja ver que no le importa demasiado lo que ella piense y va a proteger al muchacho de los ataques de cualquiera.

–Ajá, ¿y entonces? ¿Qué hay de bueno, family? –pregunta Javier jovial, dirigiéndose a su lugar en la mesa–. ¿Durmieron bien?

–Claro, mijo –responde el abuelo siguiéndole la broma–. Este viejo todo lo bien que cabe esperar a sus años.

–Javier, deja la recocha y te sientas de una vez. Por si no te diste cuenta, vamos a desayunar y esperábamos por ti –le riñe su madre, sin ocultar el orgullo que siente por verlo crecer cada día con semejante vitalidad–. Fíjate que acá hay personas que trabajan por fuera de la casa. ¿Verdad? Pero ya los cogió la tarde.

La Peor de Mis LocurasWhere stories live. Discover now