38. CAMPECHE

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Tres semanas después

El comportamiento de Daniel en las últimas semanas, dejaría que desear para muchas personas; sobre todo las más cercanas a su entorno o el de su familia. Sin embargo, él no tiene nada que objetar a su conducta y tampoco a su comportamiento. Simplemente está haciendo lo que cree más correcto dentro de los cauces que ha tomado el río de su matrimonio. Con Andrea no tiene ni quiere tener nada. Incluso siente aversión a regresar a su casa porque no soporta tenerla cerca. Por eso unos días se retrasa todo lo posible en el despacho y otros va directamente en busca de Lidia, que es la única que le prodiga cuidados cuando más abatido se siente.

Definitivamente, por más que se pregunta, no sabe cuándo ni en qué punto fue que su matrimonio tomó estos rumbos. Le gustaría poder retornar atrás para, si no más, saber qué fue lo que hizo mal; que fue lo que le hizo a Andrea para que ella haya llegado al punto de maltratarlo física y psicológicamente cada vez que lo tiene cerca. Él la ama; de eso no le cabe duda. Luego entonces, ¿qué es lo que hace que le huya, cuando debería buscar su compañía y su comprensión, en lugar de las atenciones de Lidia? ¿En qué ha fallado? Aunque tal vez, si quiere llegar a algún punto preciso, debería preguntarse en qué ha fallado ella, Andrea, porque en él mismo no encuentra culpa alguna.

Hace tiempo que dejó sus salidas nocturnas porque Andrea así se lo reclamó, y él comprendió que no merecía la pena hacerla sufrir, simplemente por salir a tomar unas copas a solas o con los amigos. Obviamente, alguna vez se le cruzó una mujer en esas fiestas a las que asistía en solitario, aunque todo el mundo supiera que era casado y él no lo hubiera negado nunca. Incluso, al principio de su matrimonio había tenido alguna aventura sin importancia, pero tampoco por eso se sentía culpable. En todo caso, la culpa final también era de Andrea, pues ella sabía con quien se casó, y estaba en el deber se saber que, si le permitía asistir solo a aquellas reuniones sociales a las que a veces iba obligado por su trabajo, en alguna momento podía caer en la tentación de lo prohibido. Si de seis reuniones en cinco se presentaba sin ella y, a ojos vista sin echarla a faltar, era de esperar que en poco tiempo la gente comenzara a especular sobre la firmeza de su matrimonio. Esto por sí solo, siendo él el hombre que era y teniendo en cuenta el lugar que ocupaba dentro del entorno empresarial de la ciudad, tendría que haber bastado para que su esposa tuviera buen cuidado en acallar las voces de sus conocidos. Por el contrario, Andrea se formó su propio grupo de amistades con las que parecía pasarlo bien, de manera que, sin darse cuenta, había ido perdiendo poco a poco su estatus al lado de Daniel Álvarez de Arauca. Luego, de pronto, tras muchos años manteniendo la misma rutina, vino exigiendo el cambio porque la vida que ambos llevaban estaba dañando su matrimonio. Pues bien. Daniel la había complacido amoldándose a sus deseos. Dejó de salir solo y se consagró única y exclusivamente a ella.

Y después de eso, ¿qué? Andrea no creyó que hubiera cambiado y, en lugar de dedicarse a reafirmar su amor, hizo exactamente lo contrario. Cuanto más tiempo pasaba a su lado, más lo acosaba con celos e inventos que nada tenían que ver con la realidad. Ni siquiera al quedar embarazada terminó de creer que su esposo estuviera a su lado por y para ella.

Obviamente, la gota que colmó el vaso fue la pérdida del bebé. Todavía Daniel no acaba de entender qué es lo que ella pretendía arriesgándose de ese modo. ¿Cómo no se dio cuenta de que él no iba a dejarse convencer nunca? Por poco que lo conociera, tenía que saber que no quería quedarse definitivamente en Colombia y tampoco su familia se lo iba a permitir. Podían haber pasado la Navidad en Campeche, nadie les obligaba a viajar. Pero en la cabeza de Andrea existía esa idea fija y ella siempre estuvo acostumbrada a llevar adelante sus planes, segura de que todo le iba a salir bien. Por desgracia esta vez había fallado; le había causado un gran dolor y él, obviamente, se lo está haciendo pagar; no sabe si de la manera correcta, pero no conoce otro modo de hacerlo. No encuentra la forma de liberarse del asedio de la mujer y estar a su lado supone una tortura. Por eso busca la compañía de quien, en su fuero interno, considerara su amante.

La Peor de Mis LocurasWhere stories live. Discover now