151. Despedida de solteros

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Cuando a media mañana regresan a La Casona, tras dar un paseo por la playa y hacer unas compras en el centro comercial, todavía los muchachos están cumpliendo las órdenes de Marcela que, cuanto antes, quiere dejar ultimados los detalles para la fiesta del día siguiente. En verdad están tan alborotados con su charla, que no ven llegar a Diego y Marina de regreso con Carolina. Sergio se tuvo que quedar en la ciudad por un llamado de don Ramiro que lo necesita en la Naviera, de modo que volverá a la casa con su abuelo para el almuerzo.

–¡Javier! –grita Diego tratando de hacerse oír en medio del bullicio–. Te espero en la biblioteca, mijitico.

–¿A mí?

–No conozco otro Javier por acá. Camina a ver.

–Pero ¿qué hice ahora?

–Eso te lo cuento en privado. –Al ver que el joven se inquietó, procura dar un tono más duro a sus palabras, conteniendo la risa–. ¿Qué hubo? ¡Para antier es tarde!

–Está bien. Ya voy.

Javier va tras él, pero dos pasos más allá su tío se para de golpe.

–Tú también, Sofía –ordena mirando a la muchacha, que se acercó a Marina preocupada–. Vamos.

–¿Yo, para qué? ¿Qué pasó? –consulta a la mujer–. ¿Qué hicimos?

–Nada. Ve con ellos –Marina la calma con una sonrisa–. Nomás quiere hacerles algunas preguntas. Ya sabés lo chusma que es.

–Me habían asustado.

–Amor –lo llama Marina–, vayan sin mí. Yo busco al nene y los alcanzo en un rato.

–Pero no te demores.

Javier, todavía ansioso, espera para dar la mano a Sofía y seguir detrás de su tío. Este, divertido, los hace pasar a la biblioteca y va a tomar asiento en uno de los divanes dobles, junto a la chimenea, al tiempo que les ofrece el asiento de enfrente.

–Bueno pues. ¿Cómo están? ¿Cómo va todo por la Argentina?

–¿Para eso es que nos hiciste venir?

–Ajá. Entre otras cosas –afirma, riendo ante su extrañeza–. Quiero saber si estáis cómodos allá. Cómo va vuestra relación. Si puedo confiar en que te estás portando juicioso y no la vas a embarrar con alguna de tus locuras.

–¿Cómo crees, tío? Que poco confías en mí.

–¿La verdad? Tan poco como debí confiar en mí mismo a tu edad.

–Está todo bien. Deja de preocuparte.

–No puedes pedirme que deje de preocuparme, cuando es que los tengo tan lejos de mí.

–De veras, tío. Con Sofía llevamos una relación maravillosa –mira a la muchacha, que confirma sus palabras con una sonrisa–. Estamos felices en Mar del Plata. Es una ciudad preciosa y allá nos recibieron con los brazos abiertos. Pero no entiendo, ¿por qué quieres saber ahora, cuando llevamos dos años por fuera de la casa?

–Porque es ahora cuando creo que me van a necesitar.

–...

–Ahora que tu hermano se va para allá y el tío Daniel regresa a Colombia. Van a estar solos y no sé muy bien si eso es bueno.

–Fíjate que allá tenemos a Marcela, y ella nos controla más si cabe que la propia familia.

–No lo pongo en duda –sonríe malicioso–. Es lo que yo le pedí que hiciera.

Marina entra en ese momento llevando al niño de la mano. La sigue Daniel cargando a Clara en los brazos y, tras ellos la Nana y una de las muchachas de servicio que le trae unos pasabocas y unos refrescos. Sebastián, el ver a su padre, se suelta y corre a saludarlo.

La Peor de Mis LocurasWhere stories live. Discover now