58. Marzo 6 de 2006

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La mañana se presenta ajetreada en La Casona. Los que salieron a celebrar la noche pasada regresaron tarde, pero, en cualquier caso, todos están levantados y dispuestos a comenzar el día antes de las nueve.

Marina se despide de Diego en el dormitorio. Cuando él salga piensa bajar y ayudar a las mujeres en la cocina, preparando las viandas que se servirán en la celebración del aniversario de don Sebastián. Él tiene asuntos que resolver en la Naviera, por lo que no regresará hasta la hora del almuerzo, y ella no va a estar de brazos cruzados mientras lo espera.

–¿Me prometes que vas a estar bien? –pregunta Diego pegado a su oído, meciéndola suave entre sus brazos.

–Lo voy a intentar. –Se deja consentir abrazándolo con fuerza, como si presintiera que no lo va a volver a hacer en mucho tiempo–. Lo que sí te puedo prometer es que no voy a crear complicaciones. Me voy a portar como una señorita de buena familia.

–Te amo.

–¡Mirá vos, que guardadito te lo tenías! –sonríe halagada–. Tenés que decirlo más seguido, para que no se me olvide.

–Te amo con locura.

–Gracias por todo lo que me diste anoche.

–¿La comida? ¿El baile?

–Por eso y por todo el amor que me diste. Por lo que me hacés sentir. Por hacerme la mujer más feliz del universo.

–¡Uy sí! Lo de anoche estuvo bueno, ¿oíste? –bromea abrazándola a su vez–. Si me das un tiempito, a mi regreso lo repetimos. ¿Te parece?

–Vos y tus tiempitos –ríe empujándolo fuera del cuarto–. Andáte antes de que tu hermano te deje.

Al quedar sola, Marina sonríe recordando la noche. Esos momentos que pasa a su lado siempre son inolvidables, cada uno de ellos, pero piensa que le va a venir bien deshacerse por un rato de sus mimos. Necesita no extrañarlo tanto y lo conseguirá si se distrae con el vaivén de la casa. Además, confía en no tener más problemas con Valentina después de que su padre hablara con ella el día de ayer. Espera que la joven no se le vuelva a enfrentar, y si Diego cree en la promesa que le hizo su hija, ella le va a ofrecer también el beneficio de la duda. Por eso, cuando Andrea la llama por el teléfono interno pidiéndole que pase un ratito a hacerle compañía mientras se arregla, para luego bajar juntas a la cocina ya que Daniel sale con su hermano para la Naviera, en ningún momento se imagina lo que está a punto de suceder en el corredor. Al descolgar el teléfono ve que Diego se ha dejado olvidado su celular en la mesita de luz y piensa que en algún momento lo echará en falta y volverá a buscarlo. Pero, puesto que no va a poder comunicarse con él y temiendo que el hombre vaya a necesitarlo en algún momento de la mañana, se le ocurre que Andrea puede hablar con Daniel y avisarle de su descuido. Pensando en esto va cuando sale al pasillo.

No ve a nadie en el rellano de las habitaciones principales; tampoco en el corredor que da acceso a las demás, que desemboca en la escalera de servicio. Cierra la puerta de su dormitorio y camina segura hasta la habitación de Andrea. No es que se sienta una intrusa ni que crea que está haciendo algo incorrecto al pasearse por la casa, pero sabiendo cómo están las cosas con Valentina, es mejor andarse con cuidado. De ahí su sobresalto cuando, cerca del dormitorio de la amiga, nota a su espalda la presencia de la muchacha que parece haber salido de la nada (Valentina apenas ha dormido en toda la noche. Desde primera hora está al acecho en el pasillo, esperando a que su padre abandone la casa para poner en marcha su plan de encontrarse con ella, en su propio terreno y con sus armas. Eso es lo que quería y eso es lo que logró). Como deseaba y ha provocado, este sí va a ser un enfrentamiento a su medida. Ellas dos; a solas; sin testigos... Y Andrea, escuchando nerviosa, al otro lado de la puerta.

La Peor de Mis LocurasWhere stories live. Discover now