6. MAR DEL PLATA (Argentina)

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A última hora de la tarde llegó el vuelo, procedente de Buenos Aires, que Diego tomó en el último tramo de su viaje desde México. Como casi siempre ocurría, el avión salió con retraso y además no había encontrado pasaje para ningún vuelo directo a la capital, por lo que tuvo que viajar con Aeroméxico hasta Bogotá. Desde allá, con Aerolíneas Argentinas, hasta el aeropuerto de Ezeiza, y finalmente tomar un vuelo nacional que lo llevara a Mar del Plata. El viaje había durado casi catorce horas, durante las cuales ni siquiera pudo descansar. Para cuando llegó a su apartamento no le quedaba un resto de voluntad, ni para comunicarse con su despacho en La Naviera ni para ninguna otra cosa. Lo que tuviera que resolver lo resolvería mañana.

Mientras se da un baño de inmersión para sacarse del cuerpo el cansancio de tantas horas de vuelo, advierte, medio extrañado, que ni por un instante le pasó por la cabeza alterar el itinerario de su viaje, al llegar a Bogotá, y acercarse a Santa Marta en un vuelo rápido, para estar unas horas con sus hijas. ¿Será cierto que con los años se está volviendo más ingrato con la familia? Pero no. No es eso –piensa–. Él no se muestra indiferente con los suyos. Adora a sus hijas y daría lo que fuera por ellas. Lo que sucede es que, no sabe cómo ni por qué, en las últimas horas se ha visto asaltado por la imperiosa necesidad de regresar a la Argentina. No conoce el motivo ni se le alcanza siquiera. Tan sólo cree en su intuición masculina y esta le dice que su lugar, en este momento, está precisamente allá. Lo que sea que quiere decirle aquel sexto sentido suyo, lo tendrá que averiguar en el sitio y con el paso del tiempo. Aunque sabe que de este último no le queda mucho antes de su viaje navideño a casa.

La muchacha que está a su servicio en el apartamento, le pidió a Nadia unos días de licencia durante sus vacaciones, así que no encuentra nada preparado para comer y él no tiene ni fuerzas ni ganas de ponerse a cocinar. Pensó en pedir al restaurante de siempre, pero antes de llegar a descolgar el teléfono de la mesita de luz, estaba tendido en la cama y completamente dormido. Ya no despertó hasta el amanecer. Se dio una ducha rápida. Buscó en el armario cualquier vestido y salió a tomar un buen desayuno en la primera confitería que encontrara abierta de camino a La Naviera.

Cuando llega a su despacho, a un cuarto para las ocho, advierte que todo continúa igual a como lo dejó el día que emprendió sus vacaciones. La empresa funciona igualmente sin su presencia, no siendo que aparezcan complicaciones de alto grado, como la que tuvo que resolver con el buque varado en La Plata. ¿E entonces? ¿Por qué ha regresado con tanto afán, si no existe ningún problema que requiera de su gobierno? Pero, en algún momento tenía que volver al trabajo –se dice para confortarse–. Y de todas formas, aunque no sean de suma importancia, si tiene algunos asuntos pendientes, de modo que mejor hacerlo antes que después.

Nadia, su secretaria, lo espera en la recepción para darle la bienvenida.

Es una mujer amable con todo el mundo, pero a él lo trata con la misma condescendencia que una madre. Cuando la conoció, hace ya algunos años, había pasado la línea de los cincuenta. Pero lo que le causó gracia fue que su papá la hubiera elegido como secretaria de dirección, no sólo porque era vieja conocida de su familia y completamente eficiente en su trabajo, sino por ser una mujer grande, con la que él no se iba a complicar la vida. ¡Pobre su papá! ¿Pensaba que necesitaba tener mujeres hermosas trabajando a su lado para iniciar su ronda de conquistas en aquel país? Como si Mar del Plata, por si sola, no ofreciera los suficientes atractivos, en cualquiera de sus encantadores rincones, para que él pueda encontrar solaz fuera de su despacho. No por nada la conocen en aquellos pagos como La Ciudad Feliz. Allá, nada más mirando vidrieras en cualquiera de sus calles comerciales, Diego puede encontrar lo que busca, si realmente busca algo. Pero ahora es tiempo de trabajar y tiene cosas por hacer. No sabe muy bien por dónde empezar, pero sin duda Nadia se va a encargar de orientarlo.

La Peor de Mis LocurasWhere stories live. Discover now