63. BUENOS AIRES/MAR DEL PLATA

44 8 0
                                    

El vuelo llegó a Ezeiza recién entrada la noche. Aunque a Marina igual le hubiera dado que fuera de madrugada o a pleno día; ni siquiera le importó saber si realmente iba a llegar a destino.

Desde que se despidiera de la familia Álvarez de Arauca para subir a aquel avión que la llevaba lejos de Diego, su mundo estuvo invadido por las tinieblas. Un mundo gris lleno de sinsentidos que se negó a analizar. Marina no sabe; no siente; no piensa; no reacciona. Marina simplemente respira, y esto porque no tiene voluntad ni sabe como dejar de hacerlo. Durante el desdichado viaje; en las incontables horas que tuvo que permanecer encerrada, en aquel terrible aparato que la trae de vuelta a casa; agazapada en el asiento, medio escondida del mundo, ha podido sentir todos los tormentos que es capaz de sentir el alma. Cada cierto tiempo, alguna azafata se le acerca solícita para ver si necesita alguna cosa. Están preocupadas por su estado de abandono. Se miran unas a otras tratando de estar prevenidas, por si se presentara algún contratiempo con aquella pasajera a la que alguien, desde tierra, ha encomendado cuidar encarecidamente. No solo a los auxiliares de vuelo, sino al mismísimo comandante y a toda la tripulación. Pero ella no pide nada. Únicamente necesita estar sola, dormir si fuera posible y no pensar. La vida que gira a su alrededor le da igual; no existe para ella y ella quisiera no existir tampoco. Ni siquiera le preocupa la herida que le causó Valentina que ha comenzado a sangrar de nuevo por efecto de la presión. Lo único que desea es morir y le da lo mismos de la forma que sea.

Pero el momento más terrible llegó al bajar del avión; pisar suelo argentino y no saber qué camino tomar para salir de aquella pesadilla, que la está llevando a sufrir alucinaciones. Dentro del miedo que siente, una cosa tiene clara y fija en su mente: no va a volver a Mar del Plata. No regresará hasta que esté completamente segura de que su herida –la del alma, no la del cuerpo– va a sanar sin más consecuencias. En el probable caso de que a Diego se le ocurra buscarla, La Feliz será el primer lugar que voltee de punta a punta, y ella no necesita ser encontrada. No quiere que eso suceda. Todavía no; cuando es incapaz de verle sentido a lo que sucedió en Santa Marta. Todo lo que hizo por él. Todo lo que le dio. Su amor; su entrega; sus humillaciones ante Valentina; la aceptación sin reservas de su familia. Todo fue al divino botón. De nada le ha servido aferrarse a la vida del hombre dejando de lado la suya propia, porque él no ha entendido nada. Diego no supo ver el enorme sacrificio que ella estaba haciendo por su amor. Tal vez no merece la pena tanto como creyó. ¿Para qué lo necesita a su lado? ¿De qué le va a servir, sino para causarle mayor sufrimiento? No quiere que la lastime más. Ya no.

Ahora lo mejor que puede hacer; lo único que puede hacer, es quedarse en Buenos Aires por un tiempo. En una ciudad con más de trece millones de habitantes va a ser prácticamente imposible que la encuentre, máxime cuando ella no quiere ser encontrada. Lo malo es que ya no le queda ningún afecto en aquel lugar que la pueda acoger por unos días. De manera que tiene que buscar alojamiento en un hotel, hasta que decida qué hacer con su vida.

¿Y luego, qué?

Luego no sabe y tampoco quiere saber. No hasta que se sienta lo suficientemente recuperada para pensar. Pero en su soledad no deseada, dentro de este abatimiento que no logra ahuyentar con nada, lo primero que hace, tras darse un baño que alivia su cuerpo aunque no logra limpiar el dolor, es llamar a su hermano y decirle donde se encuentra. Ariel es la única persona en quien confía; la única que necesita a su lado. En otras circunstancias habría hecho lo mismo con Marcela, su amiga del alma, si bien, en este momento, su instinto de supervivencia le dice que no debe comunicarse con ella; que si la llama no podrá evitar que Diego le saque información en cuanto regrese a la Argentina. No. La mejor opción es su hermano, porque ni siquiera a sus padres les puede confiar lo que pasó en Santa Marta. No puede lastimarlos haciéndoles saber que se equivocó de nuevo.

La Peor de Mis LocurasWhere stories live. Discover now