42. MAR DEL PLATA/PINAMAR

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Ariel Bordonaba ha pasado la semana en Mar del Plata. Viajó desde Pinamar para gestionar unos asuntos pendientes con su socio, con el que trabaja a través de internet y al que visita muy de tanto en tanto. El hermano de Marina estudió diseño gráfico por vocación, si bien no le gusta trabajar bajo las órdenes de nadie, sino que prefiere ser su propio jefe. Por eso fue que, después de probar en el mundo de la imagen creativa en distintas empresas del sector, se aventuró a montar su propia oficina. Con el apoyo de su familia y, junto a un compañero de estudios, dio comienzo a su andadura en Buenos Aires, con bastante éxito. Sin embargo, al cabo de unos meses advirtió que tampoco le gustaba trabajar encerrado todo el día en un mismo lugar. Él es amante de la naturaleza y el aire libre, de modo que el despacho terminó por agobiarlo, haciendo que se sintiera incómodo y de mal humor. Esto, unido al desenlace que tuvo su relación con Marcela, lo impulsó a plantearse tomar otros rumbos; salir de la ciudad porteña e instalarse en algún lugar en el que pudiera vivir en una relativa paz, lejos de la vorágine de la gran capital. En cualquier caso, fue su socio quien eligió Mar del Plata como nueva sede de sus oficinas, lo cual agradó a Ariel, pues suponía estar más cerca de sus padres y de Marina; sobre todo porque su hermana lo necesitaba tras su ruptura con Víctor Alemán.

Los últimos meses los ha pasado en Pinamar, al lado de sus padres. Desde allá trabaja en contacto permanente con su despacho. Pero después de esta visita, está sopesando la posibilidad de regresar de nuevo a La Feliz, ahora que Marcela se va a quedar definitivamente allá. Aunque esto solamente se lo ha comentado a Marina y a Diego, mientras esperaban la llegada de las chicas, para compartir el almuerzo de su despedida en un restaurante exclusivo de Punta Mogotes; antes de que regrese a Pinamar. A ellos les ha parecido magnífica la idea, pero Ariel les ha pedido discreción, más que nada con Marcela, hasta estar seguro de que es esto lo que realmente quiere hacer.

Tras el almuerzo y la sobremesa, pasadas las seis de la tarde, dejaron a Ariel en el apartamento del Diego –donde se ha alojando durante su visita–, ultimando los preparativos para su viaje de regreso a Pinamar. Luisa y Marcela también subieron a su apartamento, riendo los tres de camino al ascensor.

Marina y Diego están en la casa de ella, bromeando mientras preparan la cena para ambos, cuando suena el teléfono. La mujer se acerca a tomar el llamado, riendo por alguna pavada que él dijo sobre el plato que está intentando cocinar. Bien es cierto que han pasado un día agradable, pero ahora la llamada no es portadora de buenas noticias; Diego lo advierte al ver el rostro de Marina, demudado por lo que sea que le estén informando desde el otro lado de la línea. Por momentos ha ido perdiendo la sonrisa y palidece antes de colgar el aparato.

–¿Qué fue, mi vida? –lo primero que piensa es que Ariel, que ya debe de estar en la ruta camino de Pinamar, haya sufrido un accidente con el auto, aunque no se atreve a insinuarlo siquiera–. ¿Era tu hermano?

–Y sí. Tengo que viajar a lo de mis papás.

–Pero ¿qué fue?

–A mi papá lo internaron de urgencia. Un problema de apendicitis –le explica nerviosa–. Lo llamaron a Ariel antes de salir.

–Está bien. Yo te acompaño –se ofrece al instante–. No puedes manejar en ese estado.

–Calmáte, amor. Ariel ya viene por mí.

–¿Tú cómo quieres que me calme? ¡Yo voy con ustedes! –insiste–. No te voy a dejar sola en estos momentos.

–En serio, no es necesario. Tenés mucho laburo en La Naviera.

–El trabajo no importa.

–Sí importa. Y vos lo sabés. Más ahora, que tenés que estar listo para la absorción de la Steiner.

La Peor de Mis LocurasWhere stories live. Discover now