92. Carolina y Sergio

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Sergio, el chico serio y formal de los Álvarez de Arauca, no logró su fama de forma gratuita. En realidad es únicamente eso, serio y formal, aunque esto a veces lo hace parecer tímido y apocado, pero nada más lejos de la realidad. El muchacho perdió a su papá siendo un niño y, de alguna manera, tal vez por haberse sentido obligado por una madurez temprana, se vio desde siempre como el cabeza de la familia que forma con su mamá y su hermano. No en vano Rosalía y la abuela lo educaron con la sobriedad, la nobleza y la prudencia que a ellas se debe y él lo ha venido asimilando así desde la cuna, a tal punto que siente que pertenece más a la generación de sus congéneres mayores que a la de sus más jóvenes parientes que por edad le pertenece. Sin ir más lejos, ya anda pensando que sería bueno cuajar la idea de formar su propia familia; quiere liarse la manta a la cabeza y emprender su camino. Y, ¿con quién mejor que con la mujer que ama?

Cierto que va a tener que hacer algo a lo grande; algo que le demuestre a Carolina Solís hasta qué punto está dispuesto a perderse por ella. La joven merece cualquier cosa que haga, cualquier locura que se le ocurra y él quiere que todo el mundo sepa que aquella mujer es suya. Bueno. Lo será si acepta pasar a su lado lo que le resta de vida. Mejor dicho; si tiene la suerte de que a Carol no le parezca excesivo lo que va a hacer para declararle su amor ante todos y no se pone como una tatacoa ni se la monta mandándolo a freír monas. Verdad que esto lo asusta un poco. La loca idea que tuvo, a la que dio mil vueltas en su cabeza hasta madurarla y ponerla a punto, puede que no esté dentro del concepto en que lo tienen los demás, sin embargo, por primera vez está dispuesto a hacer algo que se salga de los cánones de su conducta y nadie lo va a detener; entre otras cosas, porque nadie sabe qué está pensando hacer. Para él, el matrimonio es un paso sumamente importante en la vida, un paso que lleva años esperando dar y lo único que le preocupa ahora es que algo salga mal y que no tenga oportunidad de enderezar el fallo. Porque, ¿qué puede pasar si ella lo rechaza? ¿Qué pasa si Carolina opina que no es aquel el momento apropiado? Pero no. En eso no debe pensar. Fuera los malos augurios. Después de matar al tigre no le va a salir huyendo al cuero.

Para Sergio ya ha sido bastante complicado en los últimos meses. Su familia no se lo ha puesto nada fácil con todos los problemas que se fueron sucediendo, uno tras otro, dentro y fuera de La Casona. Sobre todo lo complicó la embarrada de su prima Valentina al agredir a Marina Bordonaba que, como una bola de nieve, dio vuelta a la vida de todos y trastocó el entramado de las empresas tocándolo a él de lleno. Trasteos de acá para allá que, finalmente, han venido a parar en más y más problemas: como el inminente divorcio de su tío David y Alejandra. Ahí sí. Ahí Sergio pensó que su familia se iba a desmoronar por completo. No alcanza a comprender qué cosa tiene la pelada en la cabeza. Cómo no se paró a pensar en las graves consecuencias de su maligno acto, enredándoles la vida de esa manera. La de su papá en primer lugar. Sergio nunca antes había visto a su tío Diego en tan lamentable estado de desamparo. Y a Valentina ni siquiera se le movió un pelo. Gracias a Dios que, como siempre, Rosalía tomó las riendas y enderezó la situación.

Se pregunta cuantas veces ha pensaba que en realidad es Rosalía, su mamá, la columna vertebral de aquella familia de locos. ¿Cuántas cosas no le deben a ella, además del infinito respeto que sin duda le profesan? Ellos mismos, Javier y él, amén de la vida, se sienten obligados a corresponderle en la misma medida a aquella mujer que les ha dado todo. Esa es otra de las cosas que tiene en mente llevar a cabo a no tardar mucho. Lo comentará de nuevo con su hermano a la primera ocasión que tenga, pero lo justo es compensar a su mamá por los infinitos sacrificios que ella ha hecho por ellos. Los dos se van a encargar de sacarle la única espina que tiene clavada en el alma. Alguna vez creyeron que ni siquiera debían pensar en el asunto, porque su mamá no iba a querer ni escucharlos, pero ahora, con el paso del tiempo y el equilibrio emocional adquirido con los años, pueden verlo de otra manera. Rosalía les ha infundido la admiración por los lazos que los unen a su familia paterna y a pesar de no haberlo conocido, los dos hermanos sienten una especie de idolatría por su difunto padre, don Pedro de Borja Garrido. Ese es un merecido homenaje, por parte de su mamá, a quien estuvo a su lado por tan poco tiempo. Sin embargo, ahora la compensación es para ella, porque sienten que se la merece. Los dos están conscientes –por más que Rosalía se niegue a hablar de ello y no quiera darle más vueltas al asunto– de que su mamá tiene siempre presente el hecho de que, sus dos hijos, no van a poder perpetuar el apellido de su familia. Pero si finalmente se pone de acuerdo con Javier en que es algo que le deben a su mamá, podrán darle esa linda sorpresa; cambiando de lugar sus apellidos para llevar el Álvarez de Arauca de primero, que es lo que son realmente y como todo el mundo los conoce.

La Peor de Mis LocurasWhere stories live. Discover now